El autor, Fernando Bermejo Rubio, es un investigador académico bien considerado, que lleva toda la vida trabajando en el tema. Con estas credenciales, lo primero que hay que tener claro es que este es un libro académico, no de divulgación; un tocho, en efecto, y es denso. Está lleno de referencias, usa jerga técnica, y machaca cada argumento con toda la evidencia disponible para hacerlo lo más convincente posible. Dentro de estos parámetros, está bien, un lector culto puede seguirlo sin problema, tal vez visitando alguna vez el diccionario. A mí me ha gustado, y en algún momento he descubierto cosas bastante flipantes que no sabía. La tesis: describir como a partir de Jesús, el personaje histórico que da origen, se llega a Jesucristo, el personaje descrito en los evangelios.
Para ello, empieza sopesando y descartando dos posibilidades: que los evangelios sean básicamente relatos fidedignos una vez les quitas lo milagroso (esta opción es fácil de machacar), y que el personaje de los evangelios sea una invención absoluta sin ningún origen histórico. A descartar esto último no dedica mucho esfuerzo, ni muy convincente, pero básicamente porque la plausibilidad del resto del libro es la que da fuerza al argumento: hubo un Jesús, que fue básicamente un nacionalista judío antirromano que llegado cierto momento estaba convencido de que una intervención divina era inminente para reestablecer el reino de Israel con él como rey. Vamos, un típico flipao de poca monta de los que hay más en las fuentes, y más que deben haber pasado bajo el radar, y que fue crucificado por los romanos con toda legitimidad (cumpliendo con la ley, vamos) dadas sus actividades antirromanas.
Lo mejor del libro es que describe escrupulosamente la metodología que va a utilizar, y esta descripción es muy interesante por sí misma. La usa para llegar a la imagen del Jesús histórico a partir de las fuentes que hay, que son básicamente los evangelios, sobre todo fijándose en los aspectos que no cuadran y que no tendría sentido que estuvieran ahí si se hubiese inventado de cero la historia de un predicador místico sin conexiones políticas.
Una vez reconstruido lo poco que se puede del personaje real, reconstruye los procesos que llevan a pasar de esa historia a la de los evangelios, usando métodos de la psicología, el conocimiento del contexto cultural, etc. Se describe muy bien el proceso de cómo, a partir de la disonancia cognitiva y alucinaciones de los discípulos (con paralelos históricos en muchos otros casos de traumas colectivos similares a los que supuso el naufragio de sus esperanzas con la ejecución de Jesús), fue evolucionando el relato evangélico; usando elementos contemporáneos como el culto imperial, Julio César, Augusto (el dios salvador del mundo hijo de un dios), el culto de Hércules (que, místicamente hablando, es paralelo al evangelio), Dioniso, el judaísmo de la época (que no era el de hoy)… Vamos, no puedo resumir un libro tan largo. Es para muy cafeteros, pero para el que se vea ahí, lo recomiendo. No solo por la cantidad de datos que pone juntos, sino por la clara exposición de los aspectos metodológicos con los que se analizan.
Hay detalles muy curiosos aquí y allá. Por ejemplo, yo creía estar muy familiarizado con los evangelios, pero no era consciente de un pasaje, en el relato de la Pasión, en que Jesús les dice a los discípulos que el que tenga espada que la traiga, y el que no, que se las apañe como sea para hacerse con una.
O como la divinización de los maestros de sabiduría era frecuente en el mundo grecorromano, y al propio Platón se le consideró un ser divino. Eso no venía en mi libro de historia de la filosofía…
Otro aspecto relevante es que el autor se sabe de memoria los evangelios y la traducción al griego del antiguo testamento, la de los Setenta, y puede usar análisis lingüístico muy fino para mostrar todo lo que es copia y pega del antiguo testamento en el nuevo, o como las traducciones que conocemos son engañosas. Por ejemplo, es muy convincente argumentado que la crucifixión fue la típica crucifixión grupal de la época, y los dos “ladrones” probablemente no eran más que otros dos miembros de la banda de nacionalistas antirromanos.
Vamos, yo era un convencido de que Jesús era un personaje totalmente inventado, y ahora estoy más con la tesis del libro, que hubo alguien detrás, pero que cualquier parecido con el relato evangélico es casi coincidencia.
He leído hasta una reseña positiva del libro de un jesuita, que dice que aunque no puede estar de acuerdo con todo, los argumentos están bien presentados y es valioso considerarlos. Y estoy de acuerdo: creyente o no, los aspectos vertebrales de este libro deberían presentarse a todo el mundo.
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