lunes, 30 de enero de 2012

Cántico por Leibowitz, de Walter M. Miller Jr

Peaso de novela. No puedo empezar de otra manera. Y el problema es que no sé cómo seguir sin desvelar la trama.

Voy a intentarlo.

La historia (contada en tres libros, cortitos, no en plan Juego de Tronos) narra la "vida" de una congregación religiosa. La orden de Leibowitz (que no San Leibowitz). ¿Y esto es interesante? Pues sí, teniendo en cuenta que el mundo se ha auto-destruido casi en su totalidad tras una guerra nuclear y que el tal Leibowitz, como se adivina (aunque nunca se dice claramente) es un ingeniero electrónico que funda una orden religiosa con dos propósitos: buscar refugio (y no morir en el intento) y preservar los libros de su destrucción absoluta.

Con esta premisa, el primer libro se centra en la historia de un joven novicio de la orden quien, de manera casual, descubre un refugio nuclear con escritos del propio Leibowitz.

Y hasta aquí puedo contar.

Es un libro sorprendente por la trama, por la forma en que está contada (una prosa muy similar a la de Heinlein, lo cual viniendo de mí, es un piropo) y por el punto de vista que adopta el escrito para contar la historia.

Se trata de una novela histórica, pero de una Historia que nunca ha existido.

Una obra maestra.

lunes, 23 de enero de 2012

El síndrome de Ulises, de Santiago Gamboa

La peregrinación del escritor lationamericano a París en busca de su identidad y futuro artístico es ya un género en sí mismo dentro de la literatura, como las novelas históricas, policiacas, fantásticas o de ciencia ficción. Cortázar, Vargas Llosa, Bryce Echenique y tantos otros lo han practicado. Al parecer, según le oí una vez, creo que a Volpi, eso es lo que había que hacer en los setenta porque publicar en las editoriales francesas era la puerta de entrada a la difusión por el mundo hispano. Según Volpi también (si es que era él), en los ochenta el destino pasó a ser Barcelona, que es donde se fue Bolaño, porque las editoriales barcelonesas habían desembarcado y conquistado Latinoamérica. Lo que descoloca un poco al personaje de esta novela, emigrante en el París de los noventa.

El síndrome de Ulises pertenece a este género. Tal vez es un poco peculiar por su buena dosis de sexo pornográfico, que no es muy habitual en estas novelas. (Sí, sí, la portada no engaña). En realidad no tengo nada en contra este nuevo género (ni contra ninguno, la verdad); creo que se pueden escribir muy buenas novelas de género. En este caso, por ejemplo, me viene a la mente La vida exagerada de Martín Romaña, de Bryce Echenique, novela divertidísima que desde aquí recomiendo al que no la haya leído. Pero la que nos ocupa no lo es (buena, quiero decir). No es que no se pueda leer —yo me la he acabado—, pero no tiene demasiados agarres. Para mi gusto tiene dos grandes defectos: uno, abusa del patetismo (un enfoque demasiado sobado en este tipo de novelas), y dos, el relato es muy plano. Le falta tensión, emoción, personajes más profundos... El relato discurre más como una relación de hechos que como una historia elaborada; hechos, por otra parte, sin más conexión que formar parte de los avatares de la vida del protagonista, un aspirante a escritor colombiano que decide irse a París en los noventa a buscar fortuna, y lleva una vida miserable, rodeado de otros inmigrantes y gente marginal, cuyas vidas son tan miserables como la suya. Y aunque con esos elementos se podría haber hecho una buena novela, esta se queda corta.

Pero ¡ojo! Alerto de que mi opinión sobre esta novela es muy particular: no solo está bien valorada por la crítica, sino que quedó finalista al prestigioso premio Rómulo Gallegos. Según tengo entendido, este premio lo ha ganado gente como Bolaño. Pues, sinceramente, creo que media un abismo.

domingo, 22 de enero de 2012

Lamarck's signature, de Edward J. Steele, Robyn A. Lindley y Robert V. Blanden

La controversia entre el lamarckismo y el darwinismo es tan antigua como ficticia; una reliquia histórica, vaya. El darwinismo afirma que, en un entorno de recursos limitados, si las entidades que se mantienen de ellos se reproducen con variaciones, aquellas variedades que lo hacen más eficazmente, con el tiempo acaban dominando la población y llevando a las demás a la extinción. Formulado así, el darwinismo es un teorema matemático que no es difícil demostrar. Como se puede ver, el darwinismo no habla de los mecanismos de la herencia, la gran ausente de El origen de las especies, más allá de decir que los hijos se parecen a los padres.

Por su parte el lamarckismo es la hipótesis de que los caracteres adquiridos se heredan. Y aunque Lamarck lo propuso como el mecanismo básico de la evolución de los seres vivos, en realidad es una hipótesis sobre un mecanismo hereditario. Por lo tanto, lamarckismo y darwinismo no son incompatibles (como nos hacen creer los libros de texto); tanto es así, que el propio Darwin, diez años después de la publicación de El origen, propuso un mecanismo lamarckiano como fuente de las variaciones en la herencia: la teoría de la pangénesis. Su idea básica es que la interacción con el entorno genera en los órganos unos corpúsculos que llevan información de esta interacción a los órganos reproductores y la trasmiten a la progenie. Siempre se ha presentado la pangénesis como una capitulación del gran científico, y los neodarwinistas omiten hablar de ella como de algo embarazoso.  La realidad es que no hubo tal capitulación: Darwin desconocía la genética y buscaba justificar su teoría, consciente de que la herencia de caracteres adquiridos en absoluto se contradice con ella.

La antítesis del lamarckismo es la genética, tal como se formuló a mediados del pasado siglo, tras el descubrimiento de la estructura del ADN, y concretamente la "barrera de Weissmann", lo que conocemos hoy como el "dogma central de la biología molecular", a saber, que la información genética pasa del ADN al ARN y de éste a las proteínas, pero nunca a la inversa. La barrera de Weissmann (que éste "demostró" en unos famosos experimentos con ratones; véase la figura) impide que la interacción con el entorno pueda ser codificada y transferida a la progenie.

Pero hoy sabemos que el dogma es falso. El descubrimiento de los retrovirus (cuyo ejemplo más famoso es el VIH), la retrotranscriptasa (que traspasa información del ARN al ADN y que los vertebrados llevamos codificada en nuestro propio ADN) y la desconcertante existencia de mutitud de retrovirus muy antiguos en nuestro código genético, han dejado una trampilla (¡más bien una puerta de doble hoja!) abierta a la vieja hipótesis de Lamarck. De eso trata este libro.

En la búsqueda de evidencias de lamarckismo, dos de los autores del libro (Edward Steele y Robert Bladen, la tercera es una periodista) han dedicado su vida a estudiar el sistema inmunológico de los vertebrados. Y en este estudio, los hechos experimentales apuntan a un trasvase de información del soma a la línea germinal. El libro es una maravilla. Hace poco Mario se quejaba de esa divulgación que omite las ecuaciones para vender al gran público. Si este libro fuera de física, estaría repleto de ecuciones. Es divulgación como a mí me gusta: sin arredrarse en meterse en harina, para evitar dejar al lector con la miel en los labios (algo que muy frecuentemente ocurre en la divulgación "blanda"). Así que cuando terminas has aprendido muchas cosas. De hecho, el siguiente paso es estudiar el sistema inmune en un libro de texto. La contrapartida es que resulta duro de leer: a menudo he tenido que releer párrafos enteros para enterarme de todos los intríngulis moleculares. Sin embargo no es tan duro como leer un artículo; pese a lo que pueda parecer, los autores han hecho un enorme esfuerzo para simplificar los detalles farragosos y no emborronar las ideas, y a mi juicio lo han logrado. El libro se puede leer.

Aunque solo tratara del sistema inmunológico, el libro merecería la pena. De hecho, seis de los siete capítulos más un epílogo están dedicados a explicar todo lo que en 1998 se sabía del mismo. Y os aseguro que más de una vez el relato te deja con la boca abierta. Es, en dos palabras, im-presionante. Pero va más allá, porque la idea que defienden los autores es que la barrera de Weissmann se "salta", al menos en lo que se refiere a la inmunización; es decir, una parte de los resultados de nuestra lucha contra los patógenos se la pasamos a nuestros hijos. He de decir que las pruebas de esto aún no son (o no eran) concluyentes, pero la evidencia es abrumadora. De hecho, empecinarse en sostener un punto de vista neodarwiniano en la evolución del sistema inmunológico empieza a parecer fundamentalista. En el último capítulo y en el epílogo los autores especulan con otras posibles pruebas de herencia de caracteres adquiridos, y aquí he de decir que las pruebas resultan mucho menos convincentes. Pero hay un argumento fortísimo (a mi juicio) en favor del lamarckismo, y es este: es posible. La existencia (demostrada) de retrotranscripción en nuestro ADN y la presencia de retrovirus hacen posible la transferencia de genes, no ya entre especies, sino entre distintas células dentro del propio cuerpo. Ante eso, empeñarse en que no existe tal transferencia a la línea germinal me parece a mí que es más bien la hipótesis que hay que probar.

La lectura del libro resulta fascinante por otro motivo: os aseguro que, como físico, ser testigo de los encendidos debates en la biología resulta, cuanto menos, una experiencia sociológica incomparable. No hay nada que se le parezca en la física. Por supuesto, a los autores los han tachado de todo, como os podéis imaginar, y ellos arrementen contra los neodarwinistas con el mismo furor. Fijaos hasta dónde llega la cosa, que Dawkins, el "bulldog del neodarwinismo", ante la abrumadora evidencia de la presunta transferencia del soma a la línea germinal, llega a decir que, de demostrarse definitivamente, eso querría decir que, contra lo que creíamos, ¡los leucocitos forman parte del sistema reproductivo! Con un par. Mi opinión es que la lamentable falta de ecuaciones que soporten las teorías en biología hace que estas discusiones lleguen hasta el terreno personal. Fascinante, como os digo.

En fin, que el libro es muy, muy recomendable. La única pega es que es información un tanto obsoleta, ya que la edición es de 1998, y de entonces a acá la evidencia en favor de "gorileos" en el ADN es tan abrumadora que seguro que el debate está ya más decantado. En todo caso, el libro merece leerse aunque solo sea por su descripción del sistema inmunológico.

miércoles, 18 de enero de 2012

La termodinámica de la vida, de Dorion Sagan y Eric Schneider

Uf. Me ha costado pero por fin lo he terminado. Tenía muchas ganas de leer este libro (del hijo del gran Carl Sagan, por cierto) y me ha decepcionado bastante.

La idea del libro es la siguiente: la naturaleza aborrece los gradientes.

El libro trata de llevar las ideas de la termodinámica de no equilibrio a todos los ámbitos de la vida.

El libro decepciona por tres aspectos:
1) No tiene ecuaciones. Estoy hasta el moño de libros de divulgación sin ecuaciones porque se supone que eso espanta a los lectores. Pues que les den a los lectores que no entienden las ecuaciones, porque por culpa de eso llegamos al segundo problema
2) Es repetitivo hasta la saciedad. Venga a darle vueltas a la idea, de una manera de otra, pero a fin de cuentas, palabras con poca sustancia
3) No aporta nada. Es decir, si fuese una teoría científica, podría tratar de hacer algo más que vestir de "explicaciones" que encajan en su idea. Claro que la naturaleza aborrece los gradientes y eso crea flujos, ¿y? ¿No sabemos eso de toda la vida (desde Fick u Onsager como poco)?

En fin, una idea atractiva, pero nada nuevo, nada bien escrito, nada estimulante.

Una patata de libro, vamos.

jueves, 12 de enero de 2012

The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined, de Steven Pinker

Hace un par de meses coincidí con un profesor de psicología de Deusto y, ante su pesimismo por la sociedad, los valores, etc, le traté de convencer de mi punto de vista de que nunca como ahora se ha vivido tan bien (en el mundo occidental). Tendemos al pesimismo, pero es un chollo nacer ahora y no hace 50, 100, 150, ... años.

El caso es que (cosa rara en estos tiempos) sembré cierta duda en él. Hace un mes me escribió entusiasmado hablando de un libro de Steven Pinker (este) en el que el autor argumenta precisamente eso en un aspecto muy concreto: nunca ha habido tanta paz en el mundo como ahora.

Así que al kindle. Lo leí estas navidades y la verdad es que me ha dejado muy grata impresión. El libro es un poco de todo: historia, filosofía de la sociedad, Darwinismo y (lo mejor) estadísticas de todo tipo.

El mensaje es incontestable: vivimos en la época en la que la vida tiene más valor y es más difícil perderla por la violencia.

El libro está muy bien escrito y contiene algunas teorías interesantes que hacen pensar. Por ejemplo me ha gustado la discusión acerca del beneficio del comercio sobre la paz: es más barato importar productos de un país vecino que invadirlo (si no, que le digan a EEUU lo que les ha costado la guerra de Irak).

En fin, muy recomendable (eso sí, el título del libro da pena).

domingo, 8 de enero de 2012

Entre brumas, de Bernlef

Entre brumas cuenta la historia de dos viejos emigrantes holandeses en Boston. Estos emigrantes (por obligación, tras la ocupación nazi) viven una vida rutinaria y apacible hasta que ésta empieza a desdibujarse. Los recuerdos del pasado y los olvidos del presente descubren como funciona la mente de un enfermo de Alzheimer, contado en primera persona.

La novela es impresionante. De lo mejor que he leído últimamente. El estilo es directo pero efectivo y uno siente el tormento del protagonista en primera persona. Es capaz de transmitir la angustia del olvido por contraste con la calidez y la felicidad del pasado o, igualmente, por la brutalidad de lo vivido. Su identidad se desmorona mientras el relato avanza a saltos entre el pasado y el presente de manera impecable.

No conocía a este autor (que o bien no tiene nombre o no tiene apellido) y lo he descubierto en un paseo al azar por las estanterías de la biblioteca (suelo vagar hasta que un libro me llama la atención), pero me ha picado la curiosidad seguir leyendo acerca de él.

Recomendado (de nuevo, este lo leí en papel).

sábado, 7 de enero de 2012

Nada es Gratis, de Jorge Juan

Tenía muchas ganas de leer este libro. El título Nada es Gratis escrito bajo el seudónimo Jorge Juan coincide con el blog que editan los autores, y del que soy fan confeso, y me apetecía saber cómo eran capaces de sintetizar la situación económica española.

La verdad es que no me ha decepcionado en absoluto. El libro se centra en una perspectiva histórica de la crisis española desde la creación de la burbuja inmobiliaria a sus efectos en la banca española y la crisis financiera propia que tiene España. Además analizan los problemas sistémicos a los que estamos expuestos desde el déficit estructural a los problemas demográficos que se nos vienen. En la segunda parte tratan el sistema de financiación autonómica que resulta interesante también.

Pero en mi opinión lo mejor del libro es toda la parte final donde argumentan las reformas que debería afrontar el país para salir adelante: reformar el modelo de las pensiones, rescatar al sistema sanitario, modificar el sistema de financiación autonómica y cambiar de modelo productivo con un énfasis en la modificación del sistema educativo.

Impresiona lo ameno que se hace leerlo a pesar de que los autores, posiblemente de forma consciente, no pueden evitar destilar un toque académico que por otra parte se traduce en rigor, análisis de datos y gráficos y precisión en el lenguaje. Si las situaciones, los problemas y las medidas para solucionarlos se debatiesen como se hace en este libro, libres de ideología simplista y maniquea, con enfoque racional y científico, el debate político y económico que necesita este país mejoraría intelectualmente varios órdenes de magnitud.
¡Imprescindibles los capítulos sobre el paro y la educación!

viernes, 6 de enero de 2012

El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss

...hace unos meses apareció la segunda parte de la trilogía, y todo rastro del equilibrio de la primera novela ha desaparecido. Esta es una novela de género sin paliativos y, a diferencia de la primera entrega, aquí la fantasía pasa al primer plano. Imagino que los seguidores del género estarán encantados, pero a mí personalmente me ha decepcionado. No quiero decir con esto que sea mala: desde mi punto de vista, el talento narrativo de Rothfuss es incuestionable, y la novela tiene momentos y pasajes realmente buenos. Sin embargo creo que le falta un hervor.

No sé si será así o no, pero mi conjetura de por qué este cambio es esta. Aparte de ser una ópera prima (en las que según Mario el autor echa el resto porque quiere deslumbrar y porque lleva muchos años madurándola), yo creo que esas constantes reescrituras durante años, probablemente muchas de ellas consecuencia de distintas críticas, convirtieron el relato original (que desconozco) en la novela que fue. Y se nota en que posee una fuerte coherencia, pese a que está dividida en claros episodios diferenciados. Esta segunda novela se ha escrito, por una lado, bajo una fuerte presión editorial por sacarla al mercado (su fecha de publicación se retrasó al menos un par de veces), y por otro, con la garantía de que iba a ser un éxito comercial fuera como fuera. En esas circunstancias el perfeccionismo está fuera de lugar.

Esto ha tenido tres consecuencias (malas) en la novela. La primera, que esta se ha convertido en una serie de relatos débilmente relacionados. Da la impresión, de hecho, de que se podía haber empezado y terminado en cualquier parte, o incluso haberse dividido en más novelas si el autor no hubiese avanzado en la primera que iba a ser una trilogía. La segunda, que carente de presión sintética (los amantes del género aprecian las novelas tochas), el autor ha decido incluirlo todo, absolutamente todo, en la novela (incluso, creo yo, partes que debió cortar de la primera), con el resultado de que en el ladrillo de más mil doscientas páginas hay largos pasajes claramente superfluos y sumamente aburridos que, convenientemente sintetizados o eliminados, lo habrían reducido en al menos cuatrocientas páginas (si no más), y otros están estirados más de la cuenta (pormenorizados relatos de aprendizaje, exasperantes relaciones amorosas que nunca llegan a cuajar, prolijas relaciones de mezquinos enfrentamientos con personajes "malos"...) y resultan muy cansinos. Y finalmente, cautivados ya por la primera novela todos los fans de la literatura fantástica y conociendo su fidelidad, el autor (al parecer uno de ellos) ha salido definitivamente del armario no precisamente haciéndoles guiños, sino directamente brindándoles un genuino ejemplar del género. Con ello casi nos ha perdido a los demás.

¿La recomiendo? No sé. No es tan terrible que no se pueda leer (aunque hay ratos que te dan ganas de saltarte capítulos) y tiene pasajes brillantes. Por otro lado, como ya he dicho, el talento narrativo del autor está presente a lo largo de la novela. Pero honestamente, a mí se me ha atragantado un poco. Al final (es decir, ¡en las últimas quinientas o seiscientas páginas!) he tenido que esprintar para acabarla cuanto antes y pasar a otra cosa. Esto, más que nada, os dará una idea más cabal de lo que me ha parecido: dejarla era excesivo, pero la lectura ya no era especialmente placentera. No obstante, si os habéis leído la primera no vais a poder evitar leer esta, así que...

El nombre del viento, de Patrick Rothfuss

En la navidad de hace dos años, buscando algún libro para leer durante las vacaciones, me topé con este tocho de más de ochocientas páginas que, además de llevar nosecuantas ediciones, se presentaba con estas palabras:
He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y escrito canciones que hacen llorar a los bardos.

Me llamo Kvothe. Quizás hayas oído hablar de mí.
Además, la contraportada afirmaba que gustaba por igual a los amantes del género fantástico y a los que no le tienen mucha simpatía. Me atreví a comprarlo y no me arrepentí.

Al parecer su autor, un profesor de literatura bastante friqui que llevaba años reescribiendo el libro y sufriendo rechazo tras rechazo en una editorial tras otra, había conseguido por fin que se lo publicaran. De la noche a la mañana la novela se había convertido en un éxito tan fulminante que permitió a su autor dejar su puesto de trabajo y dedicarse por entero a escribir. La novela es la primera de una trilogía llamada Crónica del asesino de reyes que ha creado una legión de fans por el mundo en ávida espera de las sucesivas entregas. Si hacéis una pequeña búsqueda en Google comprobaréis que el fenómeno es comparable al de El Señor de los Anillos, y que no hay friqui que se precie que no la haya leído y haya formado una sesuda opinión de la misma y contribuido profusamente en los correspondientes foros.

Dejando claras las coordenadas del libro, aquí va mi modesta opinión. La novela, en efecto, es muy buena, y lo es independientemente del género. Quiero decir que es un gran relato de aventuras, muy bien contado, muy equilibrado y con buenos personajes. Es la historia de un gran héroe de acción, contada por sí mismo a un Cronista en la posada que ahora regenta en una aldea perdida donde se oculta del mundo y de su pasado, huyendo de una historia que parece pesarle sin que sepamos a ciencia cierta por qué. Como en las buenas novelas de género, este no es tan importante como la historia en sí; no es más que un marco particular, con sus leyes y sus reglas, donde los conflictos se desarrollan y se resuelven. A menos que detestes el género por razones personales, nada de esto es muy relevante en esta novela. El relato es apasionante y su lectura se vuelve obsesiva. A mí, desde luego, me encantó y lo recomiendo sin dudarlo como en su día recomendé (por razones parecidas) Juego de tronos.