sábado, 24 de diciembre de 2011

Quirkology: How we discover the big truths in small things, de Richard Wiseman

Richard Wiseman es un psicólogo y mago inglés, del cual tuve noticia a través de este vídeo. Tiene una página web en la que uno puede pasar un rato entretenido. Por eso me pillé el libro (hay versión en castellano: Rarología, pero recomiendo la versión original porque hay partes que me parecen intraducibles). Es una colección de experimentos psicológicos y sociales, algunos del autor, pero la mayoría recogidos de la abundante literatura al respecto, que exploran los aspectos más curiosos (raros) de nuestro comportamiento. Están clasificados por capítulos temáticos, e investigan cosas como las supersticiones (sobre todo sus fundamentos y lo difícil que es extirparlas), la capacidad de mentir y de detectar mentiras, nuestra capacidad de autoengañarnos, la manera en que tomamos decisiones, por qué y de qué nos reímos, el altruismo, la honestidad, la bondad... Todo a base de experimentos, algunos muy originales e ingeniosos. Por supuesto, Milgram aparece como una figura central de la "rarología", no sólo por su investigación sobre los seis grados de conectividad de la red social, sino por otro famoso experimento: el de la obediencia ciega, y una metodología que ahora es común en estudios de psicología: diseminar cartas con dirección y sin sello por la calle para estudiar el grado de altruismo de la gente (hace poco hice de revisor de un artículo en el que usaban este método para medir el grado de altruismo de dos ciudades y correlacionarlo con el nivel de ingresos).

Como a menudo ocurre en psicología, los experimentos tienen distinto grado de credibilidad. Algunos están muy bien hechos y en mi opinión los resultados son fiables (además, se han replicado con resultados similares); otros, en cambio, tienen unos sesgos muy claros o la interpretación que hacen de los resultados no es la única posible, y hay otros que son una simple chapuza. Pero las cuestiones que se plantea el libro son muy interesantes. En muchas de ellas solapa (al menos en las hipótesis) con el planteamiento de Predictably irrational, de Dan Ariely, es decir, explora los aspectos más irracionales, pero reproducibles, de nuestra naturaleza. Tanto en este libro como en el de Ariely, me gusta la imagen que venden del ser humano como un ser bastante alejado de la racionalidad, consecuencia de nuestro pasado evolutivo, y la idea de que nuestro comportamiento encaja bien con los problemas a los que nuestros tatara-tatara-tatarabuelos tuvieron que enfrentarse en el Pleistoceno.

El libro es muy entretenido de leer. Tal vez, como suele pasar con este tipo de obras, al final se hace un poco pesado, pero tampoco es excesivamente largo, así que es una lectura recomendable, y en bastantes ocasiones incluso divertida.

viernes, 23 de diciembre de 2011

La higiene del asesino, de Amélie Nothomb

Esta es la ópera prima de Amélie Nothomb. Es la historia de Prétrextat Tach, premio nobel de literatura, al que sólo le quedan dos meses de vida y, por primera vez en 40 años decide aceptar que le hagan 5 entrevistas. Esto es algo inusual porque el autor lleva 40 años encerrado en su casa sin publicar una sola línea y sin hablar con nadie salvo su criada. En esos años se ha convertido en una masa de grasa repugnante e imberbe. No obstante, él elegirá a los periodistas y las entrevistas se harán bajo sus condiciones.

Así, el libro es el relato de las entrevistas y de cómo su repugnancia física es sólo una capa de su repugnancia humana. Curiosamente, la escritora consigue a lo largo del libro que pases de la repugnancia a la simpatía y de nuevo a la repugnancia. La historia está bien escrita. El libro es corto y engancha rápidamente. La prosa resulta algo pueril (sobre todos los diálogos, pero no me hagáis mucho caso porque tengo una cruzada personal contra los "malos diálogos", como musité antes :-) ) pero, en definitiva, el libro está muy entretenido e invita a leer más libros de esta autora.

Lo más interesante es la guerra dialéctica entre el "genio" y los periodistas (retratados como se merece, dicho sea de paso).

Recomendado para estas navidades.

Lo he leído en papel pero está en quedelibros.

Felices fiestas.

sábado, 17 de diciembre de 2011

American Gods, de Neil Gaiman

Como suelo hacer cuando un autor me gusta, procuro recorrer todo lo accesible del mismo. Tras devorar todos los comics habidos y por haber en los que  Neil Gaiman era guionista, empezando y enganchado por supuesto por Sandman, tuve que pasarme a las novelas.

Una de las más aclamadas, que aparecía en todas las mesas de bestsellers de las tiendas de tebeos, era la de "Americans Gods". Tras leer la contracubierta, que se supone que termina de enganchar y atraerte hacia el libro, me sucedió todo lo contrario. Lo cogía y volvía  a dejar cada vez que lo veía.

" La vida en la cárcel es dura. Pero siempre queda un rayo de esperanza si sabes que, a la salida, te espera una mujer que te ama, un amigo que te quiere, un trabajo que adoras,... Todo eso es lo que quiere Sombra, que está a punto de salir de la cárcel... Pero un día le comunican que su mujer y su mejor amigo han muerto en un accidente de coche. 
Entonces, contratado por un extraño anciano experto en timos y estafas que responde al nombre de Wednesday, Sombra empieza un interminable viaje a lo largo y ancho de América, perseguido por el espíritu de su esposa, en el que descubre el límite entre lo humano y lo divino, y que las reglas que rigen el mundo de los hombres no son las mismas con las que los dioses conducen el mundo"

La idea del libro parte de la mitología desarrollada sobre todo en los libros de "Sandman". Los dioses aparecen y tienen poder mientras se cree en ellos. Cuando la gente deja de creer, se diluyen, caminan por la Tierra y finalmente terminan en los sueños, como pesadillas, o recuerdos vagos, terminando por desaparecer.

El protagonista se topa con Odín, que le enseña ciertas sobre el universo en el que nos movemos que parecían estar bastante claras. Recorre el país, topándose con dioses antiguos, seres extraños, zonas y caminos que sólo rozan la realidad en ciertos recodos.

Es un libro complicado de leer. No por el lenguaje, sino por los giros en las aventuras de los protagonistas desligándose de lo conocido. Sin haber leído alguno de los comics se me hace complicado.

Además, durante todo el libro, se tiene la sensación de que hay algo que no nos han contado, algo que dirige la trama, algo que aparecerá en el último momento, para dar sentido o lógica a algunos hechos. Pero no es así. No se cierra, no queda redondo..

En resumen, es un libro de fantasía muy original, raro de narices, que no aburre, pero tampoco llena.

Mr Paradise, de Elmore Leonard

Dos go-go's van a casa de Mr. Paradise, un abogado jubilado muy rico y algo depravado. A la sombra de Mr. Paradise está su ayudante y mano derecha no-sé-qué-Taylor (lo leí este verano, sorry). Un personaje extraño y que resulta ser central en la historia. Si os cuento más os destripo la novela, pero os daré algunas pistas para ver si os apetece leerlo.

Leí este libro este verano (lo saqué de la biblioteca en la playa, sorry) y me pareció sorprendente. La historia no es para tirar cohetes pero la prosa de este tipo es muy adictiva. Al terminar el libro descubrí que Elmore Leonard está detrás de un montón de películas como "Cómo conquistar Hollywood" o "Jackie Brown" (de Tarantino). De hecho, creo que Elmore Leonard define el "estilo Tarantino". Si eso sirve de reseña, no es poco decir :-)

Moraleja: No es para tirar cohetes, pero el autor es un descubrimiento. Que os sirva de aviso: leed otro, pero de Elmore Leonard :-)

Evolution: The extended synthesis, de Massimo Pigliucci y Gerd B. Müller

Uno de los editores de este libro, Massimo Pigliucci, es un tipo que se ha dedicado toda su vida a la biología evolutiva (campo en el que tiene del orden de 100 artículos científicos). Hace unos años decidió hacerse filósofo de la ciencia y mantiene activas sus dos facetas.

En este libro, ha juntado a algunos expertos en los dos lados de su vida para hacer una síntesis del estado actual de la disciplina. En general los capítulos se quedan en un plano algo "divulgativo" pero el libro me ha gustado bastante. Especialmente por los distintos puntos de vista que he mencionado.

Curioso e interesante. Es uno de esos libros que uno tiene que coger con ganas porque al principio cuesta "motivarse" para leerlo. Pero me ha gustado, vamos.

martes, 13 de diciembre de 2011

Moonwalking with Einstein: The art and science of remembering everything, de Joshua Foer

- Ajos aliñados
- Queso de granja
- Salmón (ahumado a ser posible)
- Seis botellas de vino blanco
- Tres pares de calcetines blancos
- Tres hula-hops
- Un snorkel
- Una máquina de hielo seco
- Mandar un email a Sofía
- La película de Paul Newman "Someone up there likes me"
- Salchichas de alce
- Un sillón de director de cine y un megáfono
- Un arnés y cuerda
- Un barómetro

Extraña lista, ¿verdad? ¿Seríais capaces de memorizarla? Seguro que sí. Está descontextualizada, pero hemos memorizado cosas peores. Ahora bien, ¿cuánto esfuerzo os supondría? Y sobre todo: ¿creéis que sin volver a rememorarla seríais capaces de reproducirla al cabo de una semana? Pues eso es exactamente lo que acabo de hacer. Memoricé esta lista (la lista de encargos de uno de los personajes que aparecen en el libro —un maestro mnemonista— para una fiesta que están organizando) en el capítulo 5, "El palacio de la memoria", donde describe la técnica memorística más básica. Lo hice sobre la marcha, siguiendo las instrucciones que el maestro le daba al autor. Cuando acabé descubrí que sin ningún esfuerzo recordaba la lista entera, ¡y en orden! Es más, estaba seguro de que no iba a olvidarla en mucho tiempo, como así ha sido. Una semana después, acabado el libro y sin haber vuelto a acordarme de ella, he reproducido la lista tal cual aparece al comienzo de la entrada, de corrido y sin dudar. Aunque me he molestado en comprobarla, estaba completamente seguro de que no iba a haber un solo fallo.

Y es que de eso va el libro: del arte de la memorización. Incidentalmente, este es uno de esos libros que no habría leído nunca, de no ser por el Kindle. Desde que lo tengo sigo un puñado de páginas web de libros de todo tipo y me hago con aquellos que llaman mi atención por algún motivo (los lea luego o no). Este es uno de esos. Lo que llamó mi atención de él fue el título (que conjura una imagen de Einstein con un sombrero negro y un guante blanco caminando hacia atrás) y la descripción: de cómo un periodista pasó a convertirse en el campeón estadounidense de memorización. Y pese a que huele a libro de autoayuda, no tiene absolutamente nada que ver.

Tal vez porque soy un desmemoriado, todo lo relativo a la memoria me atrae. Pero es que me bastó leer el prólogo y el comienzo del primer capítulo para quedarme enganchado al libro. El prólogo cuenta la leyenda del poeta Simónides de Ceos, quien estaba invitado a un banquete que celebraba un noble griego y cuando se disponía a sentarse a la mesa un sirviente le advirtió de que dos emisarios le esperaban fuera para hablar con él. Un poco fastidiado salió a ver qué querían, y nada más cruzar el umbral el palacio se desplomó aplastando a todos los comensales. Aun aturdido por su extraña fortuna se percató del drama de los familiares de los muertos, que intentaban recuperar los cadáveres para enterrarlos sin conseguir identificar el amasijo de miembros. Entonces Simónides cerró los ojos y vio de nuevo el salón y a todos sus comensales y donde estaban sentados, y encaramándose al montículo fue señalando uno a uno a sus familiares a quién pertenecían los restos. Esto ocurrió, dicen, alrededor del siglo V a. de C., y se tiene por el momento en que se inventó la primera técnica memorística: el palacio de la memoria, la que yo he aprendido.

El libro trata de muchas cosas, todas relacionadas con la memoria. En la escala larga cuenta la historia del autor, un periodista (tan desmemoriado como cualquiera) que tras cubrir el campeonato mundial de memorización y entrevistar a algunos de los campeones mundiales decidió probar fortuna y aprender las técnicas del arte. Un año después se coronaba campeón de los Estados Unidos. Entre medias asistimos al proceso de aprendizaje y a la descripción de varias técnicas memorísticas, tan impresionantes (por su eficacia) como ingeniosas. Pero esta historia está trufada de muchas otras. Así, conocemos lo que la ciencia sabe sobre la memoria (bastante poco); leemos casos de memorias prodigiosas o de individuos con un daño cerebral que les impide formar recuerdos (como el protagonista de Memento); seguimos las reflexiones del autor sobre la importancia de la memorización en el pasado, de cómo este arte se perdió con la aparición de la imprenta y de cómo vamos camino de externalizar nuestra memoria en todo tipo de gadgets tecnológicos (hubo un tiempo en que los de mi generación llevábamos sin problema una treintena de teléfonos en la memoria); pero sobre todo, el autor nos cuenta la historia del arte de la mnemotecnia y la aparición de esas técnicas de memorización que una vez fueron parte de la formación básica (Cicerón las usaba habitualmente para sus discursos) y que ahora son sólo conocidas por una panda de friquis que se autodenominan atletas mentales y que se dedican a memorizar listas de números o palabras aleatorios, o mazos enteros de cartas, y a concursar entre ellos para ver quién lo hace en menos tiempo y quién retiene la mayor cantidad.

El libro es una pequeña joya. Es ameno, absorbente, ingenioso... Se lee como una novela. Y para colmo, cuando acabas te sientes algo más sabio, aunque solo sea porque por primera vez en tu vida eres capaz de ir al Mercadona sin llevar la lista de la compra. ¿Cómo? ¿Que qué significa el título? Ah, pues significa: cuatro de picas, rey de corazones y tres de diamantes. Pero si queréis saber por qué, vais a tener que leer el libro...

domingo, 11 de diciembre de 2011

Optimal Control: An Introduction to the Theory with Applications, de Leslie M. Hocking

Este libro es una joya (creo que me lo recomendó Alberto Ibort). Es una introducción a la teoría de control óptimo "para dummies". El libro construye la teoría desde ejemplos sencillos hasta el teorema de Pontryagin (que dicho sea de paso, es increíble).

La idea de fondo es: ¿cómo puedo conseguir que una ecuación diferencial se comporte de una cierta manera cuando añado un "control" (una variable que manipulo externamente) minimizando/maximizando un observable?

Una muy buena introducción a un tema. De esos libros que le dan a uno ganas de trabajar en el tema. De hecho se me han ocurrido algunas aplicaciones a "systems biology" :-)

La única pega es que el libro está centrado casi exclusivamente en ejemplos lineales y la parte de métodos numéricos deja algo que desear. Pero, aún así, no desmerece.

Lo recomiendo para todos aquellos que (como yo) disfrutan leyendo matemáticas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El discurso del Nobel de Feynman

Estoy pre-navideño como véis y necesito urgentemente un parón (estoy al borde del colapso por exceso de trabajo). Así que hasta que acaben estas semanas infernales, me desahogaré poniendo libros :-)

Hoy os dejo el del discurso del Nobel de Feynman.

No es exactamente un libro, sino más bien un cuento. Un relato personal de cómo fue probando ideas disparatadas en su mente a lo largo de los años hasta que el puzzle fue tomando forma en su mente.

Con Feynman siempre tengo la misma sensación. Recuerdo con mucho cariño todo lo que he leído de él y siempre pienso que el recuerdo probablemente sea superior al "original" pero, cada vez que lo releo, me vuelvo a entusiasmar con el "personaje".

Probablemente el Feynman de sus "autobiografías" y el de este discurso sea parte de la ficción que de si mismo hizo el propio Feynman, pero que me cae bien ese personaje :-)

Bueno, al grano, el discurso se lee en un viaje en autobús pero me resultó muy inspirador.

Enjoy!

Este sí está en dropbox en formato epub.

Aprendizaje. Neurociencia y la escuela de la vida, de Manfred Spitzer

Al hilo de la conversación que tuve el otro día con Susanna y Jose, me he animado a poner un libro que he terminado de leer hace un par de semanas.

La idea del libro es (aprovechando el tirón del informe PISA, la verdad sea dicha) resumir gran parte del conocimiento científico en la neurociencia del aprendizaje.

El libro está estructurado en tres partes, una más orientada al cerebro, otra al experimentos relacionados con el aprendizaje y una última más filosófica sobre la educación a la luz de esos experimentos.

El libro tiene casi 500 páginas pero se lee muy bien. Está muy bien documentado (tiene 20 páginas de referencias a artículos científicos, de los que alguno me ha bajado por curiosidad).

Muy recomendable.

El único "pero" que le pongo es que, a pesar de sus 500 páginas, te quedas con la impresión de haberte quedado en la superficie del tema.

Lo he leído en papel, por cierto y no parece que esté más que en alemán en la red.

He visto que este autor tiene otro más técnico y a lo mejor lo leo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Pero, ¿es esto arte?, de Cynthia Freeland

(Cortado y pegado de la entrada de Mario en G+ —si es que tengo que hacerlo yo todo...—).

Este libro es una introducción a la teoría del arte. Se lee en un día (literalemente) y es interesante porque habla de teoría del arte basándose en ejemplos. Es curioso porque ilustra cada teoría con un ejemplo y varios contraejemplos. También discute cómo el concepto de arte ha cambiado con el tiempo y desmitifica el arte occidental como arte "auténtico" poniendo en contexto el arte de otras culturas.

Recomendable para un domingo.

Lo leí en papel, sorry.

viernes, 2 de diciembre de 2011

La hormiga que quiso ser astronauta, de Félix J. Palma

Esta es la primera novela del autor de El mapa del tiempo. Dicen de ella que es una novela de juventud, no sé si por el tema (trata, en efecto, y a grandes rasgos, del paso de la niñez a la "madurez") o porque es su primera obra de envergadura. Sea como fuere, es una novela en toda regla, y una novela curiosa. De su estilo no puedo añadir mucho más a lo que ya he comentado en otras entradas de este autor, si acaso que en esta es Palma elevado al cubo, tal vez porque al ser la primera quería deslumbrar usando todos los recursos de que era capaz. Así que la prosa es barroca, irónica y exagerada, más que en ninguna otra de sus novelas. Pero además el relato está muy bien trazado. De entrada la novela empieza con algo que parece la firma del autor (como la aparición de Hitchcock en sus películas): una ruptura de pareja y un suicidio que no llega a término. Sus tres novelas empiezan igual y no creo que sea casualidad. Incluso me parece recordar que algunos de sus cuentos también. Pero el tono es bastante humorístico, lo que choca con ese comienzo tan deprimente. El relato discurre a la par que el protagonista salta de una mujer a otra, protagonizando historias de amor un tanto peculiares. Y enseguida hacen su aparición elementos fantásticos (que a la postre no lo son, como en casi todas sus historias), otra de sus señas de identidad. En principio el libro parece un conjunto de relatos independientes más o menos hilvanados, pero a medida que la historia avanza se van acumulando los elementos que chirrían, al tiempo que el tono es cada vez menos cómico, más patético, y cerca del final una pieza, una escena con su última chica, encaja todas las demás y la imagen del puzzle se revela. En un giro inesperado todo lo que has leído adquiere una dimensión nueva y la novela queda elegantemente rematada.

Otra de los recursos de esta novela son las referencias literarias. Yo he reconocido a Proust (sin haberlo leído, aunque no tiene gran mérito), a Nabokov, a Kafka, a Cortázar, a García Márquez... y al prestigioso autor cuya historia tiene un cierto paralelismo con esta y que se revela al final de la novela. Eso sí, las referencias tienen su giro "especial"; por ejemplo, la escena de la magdalena de Proust aparece aquí en versión cutre. La novela concluye con un epílogo autorreferente.

Ah, ¿que dónde está la hormiga que quiere ser astronauta? Al final del libro, claro.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El ruido eterno, de Alex Ross

Este libro es una rareza porque es un ensayo sobre la música clásica del siglo XX y a la vez un best-seller. La idea del libro es muy buena: recorrer la música clásica "contemporánea" pero ligándola a los avatares históricos. Como cualquier otra de las artes, la música está fuertemente influida por la historia, pero a la vez, y esto es particular de la música, la historia del siglo XX ha estado muy influida por la ella. De todos modos, no deja de ser un tema un tanto peculiar para un best-seller.

El autor, Alex Ross, es, al parecer, un famoso crítico musical de Nueva York que tiene una columna sobre música clásica en el New York Times. El título original de la obra es The rest is noise, en alusión a la frase que pronuncia Hamlet antes de morir. La traducción de este título como El ruido eterno se debe —así nos lo explica el traductor— a la traducción de Hamlet que hizo Moratín, en la que la frase final queda como «Para mí sólo queda ya... silencio eterno.» El título original alude a la percepción que se tiene de la música del siglo XX: ruido. Parece la afirmación de algún amante de la música clásica que se planta en Wagner.

El libro está dividido en tres partes: desde 1900 a 1933, el periodo de la génesis de la música contemporánea, desde 1933 a 1945, el periodo de la gestación y estallido de la Segunda Guerra Mundial, y desde 1945 a la actualidad, el periodo que podríamos llamar "vanguardista". El esquema de las dos primeras partes, las más interesantes y más fieles al planteamiento incial del libro, consiste en centrarse en algunos grandes nombres y contar la perspectiva histórico-artístico-musical desde esas figuras. En la tercera parte, la escasez de grandes nombres y la proliferación de estilos que caracteriza la vanguardia artística de la segunda mitad del siglo pasado hacen que este enfoque sea inviable. Además de eso, mientras en las dos primeras partes historia y música están entrelazadas e influyéndose constantemente, en la tercera la perspectiva histórica prácticamente desaparece, dejando la narración convertida casi en un catálogo de autores y obras. Por eso el libro es un tanto desigual: excelente en sus dos primeras partes, algo aburrido en la tercera.

Lo más interesante del libro es presenciar la génesis de la Segunda Guerra Mundial desde la música. El nazismo es una consecuencia directa del romanticismo (moviento cultural que, no en vano, surgió en Alemania), y nadie ignora que sus bases ideológicas descansan en una mitología que fue muy reforzada por la música romántica alemana, muy en especial las óperas de Wagner, pero también las sinfonías de Beethoven o Brahms. Considerando que Bach, también alemán, fue quien sentó las bases de la armonía cromática y la tonalidad, el pensamiento que dominó la música de comienzos del siglo XX fue la progresiva asociación entre tonalidad y fascismo. Schoenberg, el fundador de la Segunda Escuela Vienesa y creador del dodecafonismo, judío a la sazón, fue el mayor impulsor de esta idea, que calaría con fuerza en la música al acabar la Segunda Guerra Mundial. Pese a ello, el libro deja claro que Schoenberg no es el inventor de la atonalidad. Al parecer —y esto para mí ha sido un descubrimiento— sus orígenes se remontan a Liszt, como puede comprobarse en obras como Nubes grisesBagatela sin tonalidad. De hecho, el libro no empieza con Schoenberg, sino con Richard Strauss y las disonancias atonales que pueblan su ópera Salome. Y a Strauss las obras de Schoenberg le parecían más cercanas al ruido que a ninguna otra cosa.

Resulta fascinante comprobar cómo el culto a la atonalidad y el alejamiento del público son consecuencia de otra hipertrofia romántica, que derivó, en este caso, hacia una fáustica búsqueda del arte por el arte a cualquier precio. Los artistas muertos de hambre, encerrados en mugrientas buhardillas oscuras, componiendo sobre papeles sucios y arrugados, son característicos de la República de Weimar. Al mismo tiempo se gesta otra corriente populista que da lugar a la música de cabaret, la opereta y los musicales; que apoyada en los ritmos africanos genera el jazz en los Estados Unidos, y que en última instancia, andando el tiempo, da origen al pop. El enfrentamiento entre estas tendencias, el desprecio de los Artistas (con mayúscula) hacia la popularidad (se dice que a Schoenberg le cabreaba que una obra suya gustara al público) fanatizó su postura. A eso ayudó el hecho de que los totalitarismos insistieron en la tradición (el caso del fascismo) o en la música educativa (el caso soviético), hasta tal punto que la ferocidad destructiva hacia la tonalidad que caracteriza la vanguardia a partir de los años 50 sólo se puede entender a partir de una lectura de la historia.

La entrada en escena de Boulez en Europa y John Cage en Estados Unidos mandan al carajo de una vez por todas toda referencia a la música como se conocía hasta el momento. A partir de entonces los compositores se ven arrastrados por una dinámica que los aboca a componer para gato, serrucho y cepillo de dientes (me estoy quedando corto), perdiendo absolutamente las referencias y el norte. Ya he mencionado alguna vez la obra cumbre de John Cage: 4'33'', pero seguramente no hayáis oído nunca el Helicopter String Quartet, de Stockhausen, o Vexations, en la versión de John Cale, o la pieza  conceptual de Nam June Paik One for violin solo. Hay que reconocer, no obstante, que, aunque difíciles de oír, algunas composiciones tienen una fuerza sobrecogedora. Como muestra mencionaré el conocidísimo Requiem de György Ligeti (sí, sí, lo conocéis todos) y alguna otra de sus piezas corales, como la no menos famosa Lux eterna. Y eso pese a que Ligeti (que en mi opinión es uno de los grandes, junto con Messiaen) también jugó a hacer de Cage. La idea de que esta vorágine de gilipollez fue una trampa que atrapó a los compositores sin posibilidad de escapatoria no es mía; citaré al propio Ligeti en una charla de 1993:
Cuando eres aceptado en un club, sin querer o sin darte cuenta adoptas ciertos hábitos de lo que está de moda y de lo que no lo está. Decididamente, la tonalidad estaba pasada de moda. Escribir melodías, incluso melodías no tonales, era absolutamente tabú. Ritmo, pulsación periódica, era tabú, algo impensable. La música tiene que ser a priori [...] Funcionaba cuando era nuevo, pero se volvió trasnochado. Ahora no hay tabúes; todo está permitido. Pero no puede volverse sin más a la tonalidad, no es el camino. Debemos encontrar un modo de ni volver ni continuar con la vanguardia. Estoy en una cárcel: una pared es la vanguardia, la otra es el pasado, y quiero escapar.
Hacia finales de siglo, la idea de que "se habían pasado de la raya" la admitió incluso el propio Boulez (como si dijéramos el cerebro de la operación): «Bueno, quizá no tuvimos suficientemente en cuenta el modo en que la música es percibida por el oyente.» El rescate vino en sentido contrario al habitual: de los Estados Unidos a Europa, de la mano del minimalismo. A mí personalmente no me gusta demasiado, pero hay que reconocer que ha sabido encontrar su público y que muchos de sus compositores han vuelto a ser capaces de vivir de su música y no de las subvenciones. Con el minimalismo y su propagación al pop e incluso al hip-hop, termina el libro. Incidentalmente, ha sido para mí todo un descubrimiento percatarme de que el hip-hop puede ser una música compleja, rica en acordes atonales y ritmos complicados. Para muestra, lo que el Ross califica como la Consagración de la primavera de la música negra.

En el lado negativo esta obra tiene, a mi juicio, varios defectos. Para empezar, y como alguien le ha criticado, la música no se puede leer (a menos que esté en partituras y seas músico), de manera que la pretensión de escribir sobre música para una audiencia amplia es vana. Se puede comprobar en cada pasaje que describe cómo "las tríadas ascendentes desembocan en un acorde de séptima disminuida para descender bruscamente buscando la dominante y enarbolar trinos oscilantes que sugieren apenas la tonalidad". El libro está plagado de frases vacías como esta, e incluso peores. En general (los que seáis oyentes de Radio Clásica lo sabéis) los comentaristas de música clásica son muy proclives a la pedantería y a intentar describir con verbo poético lo que no se puede contar con palabras. El autor es consciente de esto, y por eso ha creado un blog bastante bueno donde recoge y comenta fragmentos de algunas de las obras mencionadas en el texto. Con este complemento el problema se solventa a medias, pero es inevitable pensar que, con la tecnología actual, este libro ha perdido la ocasión de convertirse en una obra pionera que, sobre un soporte electrónico, combinara texto y música de una forma sincronizada, de manera que pudieses leer sobre tal pasaje de la sinfonía cual a la vez que lo oyes, y que el texto apareciese a la vez que los elementos musicales a los que alude. De haber sido así, este libro sería una obra maestra. Lamentablemente, acaba resultando incómodo leer sobre algo que no puedes escuchar (y que por tanto no te dice nada) y escucharlo más tarde sentado al portátil tratando de hacer memoria o releyendo.

El otro defecto que le encuentro al libro es su fuerte sesgo hacia la ópera y la música sinfónica, en detrimento de la música de cámara. Despacharse a Bartók en tres o cuatro páginas sin hacer apenas mención a su ciclo cuartetístico —una de las cumbres de la música—, o citar tan solo el octavo cuarteto de Shostakovich (y eso en relación la consabida referencia autobiográfica que uno puede encontrar en los folletos de los CDs) de los quince que escribió (otro ciclo imprescindible), y por el contrario dedicar un capítulo entero a Sibelius y otro casi entero a Britten (la mayor parte de él contando, con más detalles de los que yo habría querido, su ópera Peter Grimes), me parece, como mínimo, una visión muy parcial de la música del siglo XX. También echo de menos un análisis más profundo de la relación entre la música clásica y el jazz. Los intercambios entre ambas corrientes han sido una de las constantes en la música de este siglo.

Con todo es una obra recomendable, aunque solo sea porque viene a llenar un vacío muy notorio.