martes, 13 de diciembre de 2011

Moonwalking with Einstein: The art and science of remembering everything, de Joshua Foer

- Ajos aliñados
- Queso de granja
- Salmón (ahumado a ser posible)
- Seis botellas de vino blanco
- Tres pares de calcetines blancos
- Tres hula-hops
- Un snorkel
- Una máquina de hielo seco
- Mandar un email a Sofía
- La película de Paul Newman "Someone up there likes me"
- Salchichas de alce
- Un sillón de director de cine y un megáfono
- Un arnés y cuerda
- Un barómetro

Extraña lista, ¿verdad? ¿Seríais capaces de memorizarla? Seguro que sí. Está descontextualizada, pero hemos memorizado cosas peores. Ahora bien, ¿cuánto esfuerzo os supondría? Y sobre todo: ¿creéis que sin volver a rememorarla seríais capaces de reproducirla al cabo de una semana? Pues eso es exactamente lo que acabo de hacer. Memoricé esta lista (la lista de encargos de uno de los personajes que aparecen en el libro —un maestro mnemonista— para una fiesta que están organizando) en el capítulo 5, "El palacio de la memoria", donde describe la técnica memorística más básica. Lo hice sobre la marcha, siguiendo las instrucciones que el maestro le daba al autor. Cuando acabé descubrí que sin ningún esfuerzo recordaba la lista entera, ¡y en orden! Es más, estaba seguro de que no iba a olvidarla en mucho tiempo, como así ha sido. Una semana después, acabado el libro y sin haber vuelto a acordarme de ella, he reproducido la lista tal cual aparece al comienzo de la entrada, de corrido y sin dudar. Aunque me he molestado en comprobarla, estaba completamente seguro de que no iba a haber un solo fallo.

Y es que de eso va el libro: del arte de la memorización. Incidentalmente, este es uno de esos libros que no habría leído nunca, de no ser por el Kindle. Desde que lo tengo sigo un puñado de páginas web de libros de todo tipo y me hago con aquellos que llaman mi atención por algún motivo (los lea luego o no). Este es uno de esos. Lo que llamó mi atención de él fue el título (que conjura una imagen de Einstein con un sombrero negro y un guante blanco caminando hacia atrás) y la descripción: de cómo un periodista pasó a convertirse en el campeón estadounidense de memorización. Y pese a que huele a libro de autoayuda, no tiene absolutamente nada que ver.

Tal vez porque soy un desmemoriado, todo lo relativo a la memoria me atrae. Pero es que me bastó leer el prólogo y el comienzo del primer capítulo para quedarme enganchado al libro. El prólogo cuenta la leyenda del poeta Simónides de Ceos, quien estaba invitado a un banquete que celebraba un noble griego y cuando se disponía a sentarse a la mesa un sirviente le advirtió de que dos emisarios le esperaban fuera para hablar con él. Un poco fastidiado salió a ver qué querían, y nada más cruzar el umbral el palacio se desplomó aplastando a todos los comensales. Aun aturdido por su extraña fortuna se percató del drama de los familiares de los muertos, que intentaban recuperar los cadáveres para enterrarlos sin conseguir identificar el amasijo de miembros. Entonces Simónides cerró los ojos y vio de nuevo el salón y a todos sus comensales y donde estaban sentados, y encaramándose al montículo fue señalando uno a uno a sus familiares a quién pertenecían los restos. Esto ocurrió, dicen, alrededor del siglo V a. de C., y se tiene por el momento en que se inventó la primera técnica memorística: el palacio de la memoria, la que yo he aprendido.

El libro trata de muchas cosas, todas relacionadas con la memoria. En la escala larga cuenta la historia del autor, un periodista (tan desmemoriado como cualquiera) que tras cubrir el campeonato mundial de memorización y entrevistar a algunos de los campeones mundiales decidió probar fortuna y aprender las técnicas del arte. Un año después se coronaba campeón de los Estados Unidos. Entre medias asistimos al proceso de aprendizaje y a la descripción de varias técnicas memorísticas, tan impresionantes (por su eficacia) como ingeniosas. Pero esta historia está trufada de muchas otras. Así, conocemos lo que la ciencia sabe sobre la memoria (bastante poco); leemos casos de memorias prodigiosas o de individuos con un daño cerebral que les impide formar recuerdos (como el protagonista de Memento); seguimos las reflexiones del autor sobre la importancia de la memorización en el pasado, de cómo este arte se perdió con la aparición de la imprenta y de cómo vamos camino de externalizar nuestra memoria en todo tipo de gadgets tecnológicos (hubo un tiempo en que los de mi generación llevábamos sin problema una treintena de teléfonos en la memoria); pero sobre todo, el autor nos cuenta la historia del arte de la mnemotecnia y la aparición de esas técnicas de memorización que una vez fueron parte de la formación básica (Cicerón las usaba habitualmente para sus discursos) y que ahora son sólo conocidas por una panda de friquis que se autodenominan atletas mentales y que se dedican a memorizar listas de números o palabras aleatorios, o mazos enteros de cartas, y a concursar entre ellos para ver quién lo hace en menos tiempo y quién retiene la mayor cantidad.

El libro es una pequeña joya. Es ameno, absorbente, ingenioso... Se lee como una novela. Y para colmo, cuando acabas te sientes algo más sabio, aunque solo sea porque por primera vez en tu vida eres capaz de ir al Mercadona sin llevar la lista de la compra. ¿Cómo? ¿Que qué significa el título? Ah, pues significa: cuatro de picas, rey de corazones y tres de diamantes. Pero si queréis saber por qué, vais a tener que leer el libro...

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