domingo, 30 de octubre de 2011

El anatomista, de Federico Andahazi

Mateo Renaldus Colombus (c. 1516-1559) fue un profesor de anatomía y prestigioso cirujano de la Universidad de Padua cuya obra, De re anatomica, recoge sus descubrimientos, entre los que caben citar la circulación pulmonar, varios detalles anatómicos del corazón y las arterias, así como la localización exacta del cristalino del ojo. Y además otro. Otro descubrimiento que emula al de su tocayo en alcance y trascendencia siendo, sin embargo, infinitamente más pequeño y mucho más próximo que el continente que aquél descubrió. Mateo Renaldo Colón descubrió ni más ni menos que el clítoris. «¿Cómo que descubrió el clítoris? ¿De qué estás hablando?», os estaréis preguntando. Y yo comparto vuestra perplejidad. Si ateniéndonos a lo que nos explica Episcophagus las mujeres llevan sacando lustre a la pipa del coño desde antes de aprender a caminar erguidas por las sabanas africanas de comienzos del Pleistoceno, ¿qué carajo quiere decir que este fulano descubrió el clítoris nada menos que en el siglo XVI? Bueno, también cuando Colón pisó América estaba llena de gente y nadie se ruboriza en afirmar que Colón "descubrió" América. Además, desde que los aqueos invadieron Grecia 1800 años antes de que el presunto nacimiento de otro fulano nos complicase considerablemente la vida, el antiguo matriarcado fue sustituido por un férreo patriarcado y la mujer pasó a un segundo o tercer plano (con contadas, aunque notables, excepciones) hasta quien dice antesdeayer. En el siglo XVI incluso se dudaba de que tuviese alma (lo que, connotaciones religiosas aparte, quería decir básicamente inteligencia). Así que no es de extrañar que los hombres a esas alturas no tuviesen ni  pajolera idea del susodicho botón de la risa. Y el bueno de Mateo nos abrió los ojos.

El librito en cuestión, corto, simpático y muy bien escrito, es una novelización del gran descubrimiento de este otro Colón. Un relato de amor y tragedia, de ciencia e Inquisición, de Papas corruptos y putas de lujo, que nos transporta a la Italia del Renacimiento. La historia mezcla verdad y ficción combinando hechos reales con intenciones inventadas, todo ello trufado con las propias palabras de Mateo Colón, directamente extraídas de su De re anatomica. A mí me ha gustado mucho y la recomiendo.

NOTA PARA ALEX: Sí, hay escenas guarras.

martes, 25 de octubre de 2011

Barcos sin honra, de Alex García Alaman


Hoy traigo a este blog ni más ni menos que otro: una magnífica, amena y muy recomendable bitácora (como la llama el autor) sobre historia; específicamente sobre desmitificaciones históricas, como el subtítulo reza. El título del blog –nos explica su autor– alude a la famosa frase «Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra», atribuida al almirante Méndez Núñez, quien al parecer la profirió, pese a su mitificadora grandilocuencia, en «una expedición de castigo en el Pacífico, donde Méndez Núñez llegó hasta El Callao, vio, bombardeó y se volvió a España sin peligro de quedarse sin sus preciosos navíos.» La frase es un símbolo de la tergiversación que la historia sufre andando el tiempo, por muy diversas razones.

El blog lo trajo a colación Saúl hace algunos meses poniendo una entrada en Buzz acerca de las Guerras de Flandes. Cuando lo leí y vi el material que había concluí dos cosas: que merecía la pena leerlo, y que, dado su volumen, era mejor pasarlo al ereader para hacerlo más cómodamente (es lo malo de los blogs, que cuesta leerlos en la cama; aunque supongo que esto no será un problema para quien tenga un tablet). Y como ebook (convenientemente adaptado y revisado) lo encontraréis en la conocida carpeta de dropbox.

Leído de un tirón es una magnífica colección de ensayos –de alrededor de 400 páginas– acerca de distintos hechos y aspectos de la historia, con el denominador común de echar abajo muchos mitos, omisiones o simples infundios propagados a través de la historiografía oficial. Y todo con una fina ironía y un estilo desenfadado, muy alejado de los tochacos al uso en este tipo de narraciones. Os aseguro que en más de una ocasión he llegado a la carcajada leyendo algún pasaje. Pero pese a este estilo ligero, el contenido es más que recomendable: yo diría que es imprescindible leerlo. La razón es que he descubierto que incluso los que  somos aficionados a la historia tenemos grandes lagunas que los poderes interesados se han dedicado a manipular, cuando no directamente a borrar de los libros. Así, me he sorprendido descubriendo, por ejemplo, que la burguesía catalana hizo su dinero, no manufacturando trapos, como siempre nos han hecho creer, sino cazando negritos en África y vendiéndolos como esclavos en Cuba. Sí, sí, como en Raíces. De hecho, si Cuba se perdió fue porque el gobierno español pasó olímpicamente de darle entidad de provincia a la isla y carta de ciudadanía a sus  colonos, y ello por la simple razón de que, de hacerlo, tendría que haber abolido la esclavitud, ilegal en España en aquellos tiempos (toma ya hipocresía),  acabando con el lucrativo negocio de esta buena gente. Al final se acabó de cualquier modo, pero para entonces la burguesía catalana había puesto su fortuna a buen recaudo "blanqueándola" (perdón por el chiste) en otros negocios más respetables, como el textil. Eso sí, este lobby negrero continuó participando activamente en la política del país, para regocijo de sus conciudadanos, realizando trabajitos como el de echar abajo la I República aplastando el que ha llegado a nuestros días como movimiento cantonal, y que es el sambenito que estos angelitos y sus agradecidos sucesores han colgado a lo que realmente fueron los primeros brotes del movimiento obrero (que quedó pospuesto para una mejor ocasión, de la cual ya sí que todos hemos oído hablar).

Y esto no es más que un ejemplo: en sus páginas caen "misconcepciones" como la de la Reconquista (¿Reconquista una cosa que duró 800 años? ¿De verdad?); se le da con vara a los Austrias y a los Borbones («the Dumb Saga»); reciben todas las ideologías (en especial el nacionalismo, al que dedica dos capítulos de significativos títulos: «La génesis de la boina» y «Banderas de nuestros padres»), y se echan abajo algunos mitos famosos, como el de Esparta. No me resisto a traer aquí el comienzo del primer capítulo dedicado a esta ciudad(es un decir)-estado:
Supongo que todos ustedes habrán visto ya la película “300”, ese video clip de dos horas en el que toda la población masculina de los gimnasios del Peloponeso se enfrenta a un ejército de orcos con máscaras dirigidos por la reina del carnaval de Tenerife. Ya saben, el heroico sacrificio de los durísimos espartanos, símbolo de la libertad, de Occidente, de nuestra cultura, de las cañas y las tapas del domingo y en general de todo lo bueno que en el mundo ha sido, en resumen, los “nuestros”, a manos de los corruptos, viciosos, traidores, sometidos y algo equívocos asiáticos, que todo el mundo sabe que de allí viene todo lo malo, como pueda ser el comunismo, los bazares orientales y Osama Bin Laden.
Este es el tono. En resumen, me lo he pasado a los indios leyendo este blog, y lo único que me preocupa es que, por el ritmo al que actualmente publica entradas en él, seguramente a este hombre lo tiene absorbido su trabajo y para mi desgracia al blog le quedan dos telediarios. Una pena que su autor no se dedique a escribir libros, porque tendría en mí a un fan entregado.

domingo, 23 de octubre de 2011

Solar, de Ian McEwan

Acabo de leer esta novela, Solar, que para mí representa el primer contacto con la obra de Ian McEwan. No es una novela breve, pero me ha durado apenas una semana. En mi caso, eso implica que he buscado todos los huecos posibles para seguir leyendo. O sea, que me ha enganchado.

Michael Beard es un físico en la cincuentena cuyos mayores logros quedan lejos en el tiempo y en el recuerdo, si otra cosa no por las veces que este último ha sido reelaborado y reescrito. Bendecido con la gracia del Nobel siendo bastante joven, el resto de su vida profesional se ha construido sobre las rentas del premio. El libro comienza cuando el quinto matrimonio de Beard está yéndose a pique: un desafortunado suceso (muy conveniente para el protagonista, por otra parte), le da una nueva excusa para huir otra vez del compromiso (siempre ligero) y volver a la adolescencia (nunca superada). El carácter voluble de Beard queda bien ilustrado por un irrefrenable deseo de comer que disfraza de consuelo o recompensa. Su falta de aprecio por lo sencillo, lo cotidiano y lo real se manifiesta asimismo en los aspectos profesionales: acaba de ser nombrado director de un nuevo centro dedicado al desarrollo de tecnologías limpias y eficientes para frenar el cambio climático. Hace ya muchos años que Beard perdió el tren de la ciencia, si bien ese Nobel --en el que la casualidad jugó su parte-- estampó en él una convicción vitalicia de su valía. Todo lo que vino después fue merecido.

Aunque tanto el título de la novela como la contraportada y algunas críticas que he leído en internet destacan "la abundancia de incitaciones a reflexionar sobre el cambio climático", esa no ha sido mi reacción tras leer la historia. Lo más interesante es el personaje de Beard y sus relaciones con las mujeres, los demás científicos y los distintos individuos que se le cruzan (y que él gustoso habría evitado), entre los que se hallan esos postdocs con coleta y los amantes de su mujer -- no desvelo nada que no se descubra muy al principio. Siendo yo misma parte del sistema científico, me ha resultado inevitable no ver en Beard los peores vicios del scientific stablishment. He disfrutado la forma en que McEwan, a lo largo de la novela y no siempre de forma explícita, analiza diálogos y acciones cuya motivación se origina en una intimidad casi subconsciente. Va más allá: nos explica de manera muy convincente cómo la falta de ética en los actos (hasta el asesinato) puede ser reelaborada hasta convertirlos en acciones más que justificables: son inevitables, loables, resultado de una justicia platónica. El texto está cargado de ironía, es ácido en ocasiones y esperpéntico en otras.

Ian McEwan une grandes hazañas intelectuales (¿conseguir un premio Nobel?) y nuestra naturaleza más irracional y egoísta para hacernos reflexionar no sobre el calentamiento global (opino), sino sobre la distancia frecuente entre nuestra íntima interpretación del mundo y de los demás y la fachada que les ofrecemos. Un relato bien documentado, creíble y recomendable.

martes, 18 de octubre de 2011

El mono enamorado (y otros ensayos sobre nuestra vida animal), de Robert M. Sapolsky

Robert M. Sapolsky es catedrático de biología y neurología en Stanford. Además de dedicarse a la investigación practica la divulgación y ha escrito varios libros. Hace ya bastantes años leí "¿Por qué las cebras no tienen úlcera?", un texto sobre las interacciones entre las emociones y la salud, diría que relativamente pionero en el campo. En "El mono enamorado", Sapolsky recopila una colección de artículos sobre nuestra naturaleza animal. Los breves ensayos están organizados en tres partes: (i) Los genes y quiénes somos, (ii) Nuestros cuerpos y quiénes somos y (iii) La sociedad y quiénes somos.

En la primera parte se ocupa de varios ejemplos que ilustran la relación entre genes y el individuo que generan (entre genotipo y fenotipo, vamos), incluyendo la (percepción de la) belleza, el envejecimiento, el papel de ambiente en los individuos y la relación entre los sexos. He encontrado algún argumento interesante sobre el perenne debate entre naturaleza y crianza y sobre los aspectos no adaptativos de la selección sexual, pero por lo general no he descubierto nada nuevo.

En la segunda parte encontramos una serie de ensayos sobre cómo nos afectan las emociones, sobre cómo son las interacciones entre el cerebro y el resto del cuerpo. Entre otros, aparece el siempre fascinante caso de los parásitos cerebrales (virus por lo general) capaces de controlar el comportamiento del organismo infectado. El estrés, los sueños, los estados químicos inducidos por el mal humor, la incertidumbre y el síndrome de Munchausen son temas tratados.

En la tercera parte se nos analiza como los seres sociales que somos, inseparables de ese contexto. Distintas culturas, distintos climas y distintas historias afectan nuestra biología. Un artículo interesante (quizá por ser un tema que he visto menos tratado) es el que discute la relación entre nivel socio-económico y salud, para concluir que la relación no es nada obvia. En otro de los ensayos, un tanto osado en los tiempos de corrección política que corren, relaciona clima y cultura: las culturas del desierto son monoteístas, las de las selvas politeístas; las primeras establecen estrictas jerarquías y están más militarizadas, son más propensas a creer en la inferioridad de la mujer... y han exportado su cultura a todos los rincones del planeta.

Este libro no es más que una introducción somera a los aspectos biológicos de la naturaleza humana. Los textos son notablemente introductorios a cada problema, están trufados de anécdotas y ensayan el humor con distintos grados de éxito. Requieren poco esfuerzo de parte del lector, así que no recomendaría esta obra de Sapolsky a quienes ya hayan leído libros de mayor calado sobre el particular (o los distintos particulares). En la parte positiva destaco la bibliografía técnica y divulgativa, bien escogida, que hay al final de cada ensayo. Me parece que puede ser un buen regalo para personas curiosas sin formación específica, para quienes cada relato podría encerrar una sorpresa. Para mí ya no era la primera vez.

lunes, 17 de octubre de 2011

El gaucho insufrible, de Roberto Bolaño

Al parecer, el grueso de la producción de Roberto Bolaño son relatos. Bolaño escribió mucho durante su vida; escribía compulsivamente, llenaba cuadernos y cuadernos, y escribía de todo: diarios, reflexiones, cuentos, poemas... Una parte de ese material que escribía incansablemente acabó integrado de una forma u otra en sus obras. Por eso su forma favorita es el relato: hasta sus novelas están construidas sobre relatos. El gaucho insufrible es una de las múltiples colecciones de relatos de Bolaño que se han publicado. Y en mi opinión, una colección bastante desigual. Las narraciones que componen este libro están escritas en muy diversas claves, desde el cuento intimista, casi poético, hasta la reflexión pura y dura; desde el cuento borgianos a la feroz crítica literaria. No todos me han gustado: los hay que me han dejado frío, o que me sobrepasan o que me parecen demasiado obvios. Pero también hay algunos que me parecen brillantes. En particular destacaría dos, que a mi modo de ver son los más auténticos porque en ellos habla Bolaño por su propia boca: el que se titula Literatura + enfermedad = enfermedad, en el que nos cuenta su vivencia de la enfermedad hepática que lo llevó a la tumba mientras esperaba un trasplante, y el que se titula Los mitos de Cthulhu, donde da cera a la "literatura" española actual con una ironía y una mala hostia magistralmente administradas.

De todos modos, lo más impresionante de Bolaño es cómo escribe. Lo lees y su prosa parece sencilla, sin excesivos artificios, casi natural; pero cuando lo piensas bien y la relees con cuidado te percatas de que nada hay en ella dejado al azar. Como en el último Borges. No es trivial escribir así, lo fácil es caer en el preciosismo, el adjetivo rebuscado, el retruécano, el barroquismo (como me ocurre a mí cuando me dejo llevar, vaya). Para llegar a escribir así hay que trabajar duro. Y no todos lo consiguen. Eso sí, el resultado lo merece.

viernes, 7 de octubre de 2011

Predictably Irrational, de Dan Ariely


Algunos recordaréis la espiral de colores que inicia esta entrada. En contra de lo que el cerebro interpreta que llega a los ojos, el "verde" y el "azul" de los dos brazos espirales son el mismo color. Con algo de esfuerzo (ampliando suficientemente la imagen y eliminando los laterales, o midiendo con Photoshop) todos podemos convencernos de que así es, y a partir de ahí utilizar nuestro pequeño descubrimiento para sorprender y deleitar a la familia la próxima Navidad: conocimiento útil. Percibir un mismo color como diferente dependiendo del contexto es una adaptación que nos resulta conveniente y que, por tanto, se ha seleccionado a lo largo de la evolución de nuestro cerebro en relación con el sistema visual: la interpretación se adapta automáticamente a distintas situaciones de luz, por ejemplo.

Este libro presenta una colección de "ilusiones cerebrales" que, por desgracia, no son tan fácilmente desenmascarables como la anterior. La lección principal que uno podría extraer del libro es que somos en gran parte máquinas de interpretar totalmente dependientes del contexto. Todo aquel que sepa crear el contexto adecuado puede en consecuencia manipularnos. Nuestras decisiones -con frecuencia muy poco racionales- dependen de nuestro estado interior y de muchos condicionantes que (pobres de nosotros) creemos ser capaces de controlar. La lectura del libro proporciona una pequeña lista de truquitos que podrían ayudarnos a ser menos timados por nuestra supuesta racionalidad. Si bien no puede ser exhaustiva, sí nos da pistas para que estemos más atentos.

El texto desgrana una serie de situaciones que, a lo largo de su vida profesional, el autor convirtió en experimentos sociales, con sus alumnos como víctimas en la mayoría de los casos. Suponga usted que quiere comprar un televisor y MediaMarkt (no son tontos) le ofrece las tres opciones siguientes: Panasonic de 36 pulgadas por 690 euros; Toshiba de 42 pulgadas por 850; Philips de 50 por 1480. La mayor parte de los consumidores tiende a escoger la oferta central. Sabiendo eso, a un publicista le resulta muy fácil propiciar la venta del modelo del que el vendedor quiera librarse: basta con escoger cuidadosamente un modelo inferior y algo más caro de lo razonable y otro de categoría superior pero significativamente más costoso. Voilà! La comparación es un enemigo poderoso en la toma de decisiones. Siguen ejemplos sobre la percepción de tu atractivo físico que un tercero tendrá en función de quienes te rodean o de lo aceptable del salario propio, que por supuesto depende de lo que cobren los demás. Nuestra percepción de lo valioso se establece en base a los modelos que consideremos válidos, o que nos hayan hecho creer que lo son: el aspecto del embalaje, la disposición de un escaparate o una prolija explicación previa. La predisposición a favor o en contra de un vino, una persona o una hipoteca se observa en señales cerebrales específicas que, de forma real y palpable, nos hacen disfrutar más de las experiencias bien decoradas. Por eso los placebos producen respuestas positivas y las opciones más caras se nos antojan mejores. El rol del contexto interno se hace obvio cuando somos preguntados por nuestras preferencias sexuales en dos estados distintos: reposo o excitación sexual. Como se podría esperar, la exquisitez del estado de reposo da lugar a un casi-todo-vale cuando quien manda no es el córtex frontal.

La motivación principal del libro viene del campo de la economía, aunque a mí no ha sido el aspecto que más me ha interesado. El libro se publicó con anterioridad a la crisis de 2008 y, según cuenta el autor, fue jocosa y escépticamente recibido por los economistas. Esta edición revisada discute cómo la idea de agentes racionales en economía se ha puesto en duda tras la crisis. O eso quiere creer él, en su racionalidad... Un elemento interesante en la narración, aunque ajeno al contenido principal, es cómo Ariely empezó a reflexionar sobre la irracionalidad. Fue tras un accidente en el que sufrió quemaduras de tercer grado en el 70% de su cuerpo. Hizo de la experiencia extrema aprendizaje.

El libro es fácil de leer, sugerente, y puede hacer reflexionar sobre nuestra irracionalidad. Los experimentos son en ocasiones más ilustrativos que concluyentes, pero me han resultado aceptables en el contexto (!) del libro. Lo que he echado muy en falta es que Ariely profundizara en ese "Predictably" del título. (Aquí debo decir que, inmediatamente antes de este libro, leí la obra magnífica de Ramachandran "The Tell-tale Brain", así que estaba predispuesta a esperar más, como Ariely me ha explicado.) No tengo mucha duda de que todas nuestras respuestas semi-automáticas y condicionadas y la dependencia de nuestras decisiones de nuestro estado de ánimo y del contexto externo son resultado de nuestro pasado animal. Nos ayudaron a sobrevivir. Pero ahora, en muchas ocasiones, nos hacen malvivir. Así que no bajéis la guardia: "Beware of the context".

sábado, 1 de octubre de 2011

Crack. Instrucciones de uso, por Ricardo Chávez et al.

No, aunque lo parezca por el título, este no es el manual del perfecto yonki. El crack es un movimiento literario que se dio a conocer en 1994 en Ciudad de México y que aglutina a un puñado de novelistas mexicanos nacidos en los sesenta (cinco entonces, siete a fecha de publicación de este libro), entre los que está Jorge Volpi, del que se ha hablado a menudo en este blog. Aglutinan a estos autores dos elementos: la amistad y un impulso renovador de la novela. En el Manifiesto del crack, que aparece en el primer apéndice del libro, cinco de sus autores: Ricardo Chávez Castañeda, Eloy Urroz, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou y Jorge Volpi, defienden una nueva novelística basada en asumir riesgos estilísticos, en romper con la tradición a la par que honrarla, en escribir novelas profundas, en separarse, en fin, de la corriente actual de la novela de consumo, el best-seller, la novelucha barata pensada, escrita y publicada sin más propósito que hacer dinero. Su idea es que un escritor debe aspirar a escribir novelas del calado de Cien años de soledad, Rayuela, Terra Nostra, Ulyses, En busca del tiempo perdido... incluso si fracasa en el intento. Y para ello hay que crear universos autocontenidos, personajes complejos, un lenguaje innovador. Hay que asumir que el lector es inteligente (al menos que lo son aquéllos a quienes se dirigen) y que apartarse de estos supuestos es insultar su inteligencia. Hasta el nombre del movimiento: crack, trata de aglutinar en un monosílabo (onomatopéyico para mas inri) todos estos principios. Crack es una onomatopeya como boom (la palabra que define al conjunto de autores latinoamericanos que renovaron la literatura en lengua española entre los 50 y los 60), pero a la vez es fonéticamente opuesta a boom y sugiere ruptura.

El libro que traigo aquí es un ensayo atípico que reflexiona sobre muchos de los aspectos del movimiento del crack. Contiene tres partes diferenciadas. La primera es el conjunto de relatos o novela a varias manos titulada Variaciones sobre un tema de Faulkner. El prólogo cuenta cómo se fraguó. Cuando cuatro de estos autores se conocieron siendo estudiantes a finales de los 80 les unían varias cosas, entre ellas su profunda admiración por Rulfo y el haber escrito "cuentos rurales". Cuentos ambientados en algún pueblo perdido de México, cuyos habitantes llevan vidas extremas y extrañas, y que son narrados a la manera tangencial, sugerida, a veces sólo intuida, de los textos de Rulfo. Eran cuentos homenaje. Cuando en alguna tarde etílica los dieron a conocer entre ellos alguien propuso reescribirlos y añadirle más relatos y un hilo conductor, de manera que formasen una única narración, una especie de Pedro Páramo pero escrito a varias manos. El resultado fue Variaciones sobre un tema de Faulkner, un relato que durmió el sueño de los justos en algún cajón perdido para reaparecer años más tarde, coincidiendo con la presentación de En busca de Klingsor, la más famosa novela de Volpi, como un entrañable pero algo embarazoso recuerdo del pasado. Superada la nostalgia uno de ellos (no recuerdo cuál) decidió presentarlo, contra la opinión de los demás, a un concurso de cuentos. Recibió el primer premio.

La segunda parte del libro, la propiamente titulada Instrucciones de uso, contiene ensayos de todos menos uno de los autores de este libro (la contribución de este uno es una bibliografía comentada que aparece también como apéndice). En ellos los autores reflexionan sobre la génesis, historia, validez, contenido, etc., del controvertido movimiento que lanzaron bajo la denominación de crack. Los propios ensayos son muestra de la riqueza estilística del grupo. Hay formatos de todo tipo, desde la propuesta de Volpi, en forma de texto legislativo, hasta la de Vicente Herrasti, titulada "Que del Crack sólo hablen las obras", y que consecuentemente está en blanco.

La tercera parte son los apéndices.

Desde luego no es esta la lectura que me llevaría a una isla desierta, pero (y pese a que termina siendo algo cansina por lo reiterativa) resulta una lectura interesante. Las Variaciones, el texto fundacional paradójicamente inmerso en la misma tradición de la que proponen desligarse, contiene cuentos bastante notables, y la reflexión que proponen los ensayos acerca de la literatura, de las aspiraciones de la novelística y de su propuesta, son un soplo de aire fresco en el panorama novelístico actual. Me gusten o no los resultados, apoyo cualquier iniciativa que se proponga grandes retos. En el fondo es una forma de altruismo porque seguramente autores de la calidad de estos podrían forrarse a base de producir best-sellers.