Sorprendente y extraña novela, que no es en absoluto lo que parece:
La novela no defrauda. Al poco de leerla, ya estás enganchado. En cuanto se topa con los indios, el relato se vuelve hipnótico: la descripción del horror a lo largo de páginas y páginas fascina. Pero lo que me parece brillante es el giro conceptual que encierra el relato, y que no comprendes hasta el final. Porque con el protagonista, no entendemos nada de lo que está pasando ni de por qué los indios hacen lo que hacen. En concreto, ni él ni nostros entendemos por qué sigue con vida. Sólo al final nos desvela el narrador lo que a él le ha llevado años comprender. Y entonces entendemos que esas memorias son su respuesta a la necesidad que los indios expresaban y que no supo comprender en su momento.
Podría decir muchas cosas de esta novela y ponerme muy pedante, porque se presta a ello. Es difícil, sin embargo, hacerlo sin spoilers (sin más de los que ya he colado, quiero decir). Pero quizá lo mejor que se puede decir de ella se resume en una frase: es una novela que podría haber escrito Borges, si Borges hubiera escrito novelas.
«Un anciano de sesenta años escribe la experiencia fundamental de su vida: ya de regreso a Europa y luego de diez años de convivencia con los indios colastiné, narra ese momento decisivo que todo hombre tiene y que lo moldea en forma definitiva: “ese gran único ayer de la vida”. Desde la nada —sin nombre, sin padres, pura orfandad e intemperie— y con altamar como privilegiado horizonte a principios del siglo XVI, un adolescente se suma a una de las tantas expediciones españolas con rumbo al Río de la Plata. La llegada a estas costas de delirio y pesadilla habitadas por indios con rituales de un arcaico apetito, lo enfrenta a esta percepción de la realidad que ocupará por el resto de su vida el centro de su memoria.»¿Novela de aventuras? Es lo que sugiere la sinopsis, ¿verdad? Esquema típico, además: un narrador anciano que escribe en sus memorias la mayor aventura de su vida, su experiencia vital. Pero hay algunos indicios que no cuadran: es un libro corto (apenas algo más de cien páginas), no tiene capítulos, no tiene diálogos... Vaya, que no parece el clásico bestseller de aventuras con trasfondo histórico. Hay alguna pista más, en reseñas de blogs, que induce a pensar que no lo es: hay unanimidad respecto de la calidad literaria del autor, en general, y de esta novela, en particular. El autor fue premio Nadal en 1987 (por la novela La ocasión), cuando el premio Nadal aún significaba algo. Total, que despertó mi curiosidad.
La novela no defrauda. Al poco de leerla, ya estás enganchado. En cuanto se topa con los indios, el relato se vuelve hipnótico: la descripción del horror a lo largo de páginas y páginas fascina. Pero lo que me parece brillante es el giro conceptual que encierra el relato, y que no comprendes hasta el final. Porque con el protagonista, no entendemos nada de lo que está pasando ni de por qué los indios hacen lo que hacen. En concreto, ni él ni nostros entendemos por qué sigue con vida. Sólo al final nos desvela el narrador lo que a él le ha llevado años comprender. Y entonces entendemos que esas memorias son su respuesta a la necesidad que los indios expresaban y que no supo comprender en su momento.
Podría decir muchas cosas de esta novela y ponerme muy pedante, porque se presta a ello. Es difícil, sin embargo, hacerlo sin spoilers (sin más de los que ya he colado, quiero decir). Pero quizá lo mejor que se puede decir de ella se resume en una frase: es una novela que podría haber escrito Borges, si Borges hubiera escrito novelas.
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