Después de leer la saga de Geralt de Rivia completa, empezé a buscar algo que leer que no requiriese demasiado esfuerzo, pues mis obligaciones docentes me dejaban poco tiempo, y cayó en mis manos la trilogía de Merlín de Mary Stewart. Tengo que decir que leí por primera vez el primer tomo, La cueva de cristal, cuando estaba en el instituto, y me encantó. Tal fue el «encanto» que después de eso he leído todo lo que cayera en mis manos sobre Merlín y Arturo, algunos muy malos que prefiero ni mencionar, y otros mejores, como la fantástica novela inconclusa de John Steinbeck Los hechos del rey Arturo, que se inspiró en el tostón de Sir Thomas Mallory, La muerte de Arturo, una de las obras de referencia escrita en el siglo XV y que no conseguí terminar de leer por falta de tiempo y por el lenguaje que usa (aunque sigue en tareas pendientes).
Esta es la contraportada de primer libro, que da muy buena idea de lo que trata la trilogía:
¿Quién fue Merlín? ¿Cómo pudo un hombre reputado como bastardo del Príncipe de las Tinieblas, condenado a muerte por ser hijo del diablo, convertirse en custodio del rey Arturo y en principal artífice de la primera Bretaña unida? El propio Merlín, encantador, adivino y consejero real, narra su historia, la de un hombre impulsado por fuerzas ocultas que desde su iniciación en la visión de la profecía y el poder de la magia cumplirá los designios del dios que le guía y propiciará la concepción del rey Arturo, el rey llamado a unir en un único y gran reino todos los reinos de Bretaña. La cueva de cristal proyecta al lector a las profundidades del siglo V, desgarrado por lealtades opuestas, preñado de pasiones amorosas y ennoblecido por las gestas caballerescas. Un mundo que arranca de antiguos mitos celtas y que ha inspirado a los grandes autores hasta nuestros días.
A priori parece un libro más de la saga del Rey Arturo, pero no. En este libro Merlín no es un poderoso hechicero, es más bien un médico reputado y un ingeniero muy competente. Por supuesto que hay algo de magia (sólo faltaría que Merlín no pudiese hacer magia), pero ésta es más bien poca. A lo que ni puede renunciar la autora es al don de la visión de Merlín, es decir nuestro hechicero es un vidente, aunque he de decir que las descripciones de sus videncia parecen más bien alucinaciones producto de a saber qué yerbas se tomaba el mago.
Para escribir el libro la autora se empapó en las fuentes históricas de la leyenda artúrica. De hecho la filosofía con la que la autora escribe el libro se ve muy bien plasmada en sus propias palabras escritas en el anexo del segundo libro Las colinas huecas:
«Como su predecesora La cueva de cristal, esta novela es un trabajo de imaginación, si bien está firmemente basada en la historia y en la leyenda. Quizá no igual en ambas: se sabe tan poco de la Gran Bretaña del siglo V (el principio de la Edad de las Tinieblas), que hay que depender casi tanto de la tradición y las conjeturas como de los hechos. Personalmente, me gusta creer que cuando la tradición es tan persistente —y tan inmortal como las historias de la leyenda artúrica—, debe haber un grano de realidad detrás de cada una de las más extrañas historias que se han reunido alrededor de los hechos centrales de la existencia de Arturo. Es interesante interpretar estas leyendas, a veces fantásticas y disparatadas, y convertirlas en una historia que tenga cierta coherencia como experiencia humana y realidad imaginativa.»
Los tres libros se pueden leer de forma independiente sin que la autora «engorde» los dos últimos tomos para que la historia sea coherente, lo cual se agradece sobremanera. El primer tomo se centra en la niñez de Merlín y su escapada a la pequeña Bretaña en la actual Francia, lugar donde se reencuentra con su padre. En él se cuenta en particular su aprendizaje como médico e ingeniero al servicio de su padre, su iniciación con los druidas, entre otras cosas. Más tarde Merlín regresa a la Gran Bretaña donde casi es sacrificado por el Gran Rey para «resolver» un problema táctico: las murallas de la fortaleza del rey se derrumban antes de estar terminadas. Gracias a sus conocimientos de ingeniería, y algo de suerte, consigue salvarse (aquí es genial la forma en que Stewart muestra como la ciencia y el conocimiento coniguen sobreponerse a la superstición). Es este incidente y la profecía que hace Merlín lo que determina el nacimiento de la leyenda del Profeta del Rey que le acompañará el resto de su vida. El libro termina cuando Merlín, con ayuda de su criado y otros, prepara en encuentro del Rey Uther Pendragón con la hermosa Igraine, duquesa de Cornualles, fruto del cual nacerá Arturo.
El segundo libro cuenta los años «perdidos» entre el nacimiento de Arturo y su proclamación como Gran Rey de la Gran Bretaña. La misma autora reconoce que esa parte es la menos documentada de toda la leyenda artúrica. La manera en que resuelve las más de 500 páginas de esa segunda parte es digna de admiración. Siempre recuerdo la segunda peli de El Señor de los anillos (Las dos Torres), una peli genial sobre todo porque no tiene ni principio ni final. Al igual que en la peli, Mary Stewart consigue mantenerte atado al libro y deseando saber qué pasa a continuación.
El tercer y último libro trata de los últimos años de Merlín ya al servicio de Arturo y de su amor por una joven que, según la leyenda, le quita todo su poder y lo deja enterrado en la cueva de cristal. Si bien tengo recuerdos de qué ocurría en los dos tomos anteriores, de este tercero no recordaba absolutamente nada hasta tal punto que he dudado si alguna vez lo había leído (cosa que seguro que ocurrió, pues tengo los tres en papel). Otra vez la forma de abordar la historia final de Merlín resulta no sólo ingeniosa, sino hasta creíble.
A lo largo de las tres novelas la autora nos retrata con todo detalle las intrigas, conspiraciones, etc., que ocurrían en el entorno del Gran Rey, los juegos políticos de los «aliados», de los enemigos, etc. Las novelas están narradas por el propio Merlín, que es quien supuestamente escribe la historia desde su retiro en la Cueva de Cristal, ya en el ocaso de su vida. Como curiosidad, debo decir que la autora resuelve de forma genial la historia del engaño de Ginebra, reina de Arturo, con Lancelot (aquí Beduier, hijo de un rey menor y amigo de Arturo de su niñez). Ah, y no hay nada de la dichosa búsqueda del Grial. No voy a contar más detalles de la historia. Los curiosos pueden ver la entrada sobre Merlín en la wikipedia o ver como aperitivo la estupenda película Excalibur (una magnífica reseña se puede leer aquí). Simplemente para terminar voy a tomarle prestadas las palabras a su autora:
«Prefiero decir que escribo novelas rápidas y entretenidas. A mi entender, sólo hay dos tipos de novelas, mal escrita y bien escrita. Más allá de eso, no se puede clasificar… ¿Puedo afirmar que escribo cuentos? “Cuentacuentos” es un título antiguo y honorable, y me gustaría presumir de ello».
Mi opinión personal es que con estas novelas Stewart lo ha conseguido de sobra. Más aún, si lo que dice José al final de su reseña sobre El loro de Flaubert, de Julian Barnes, «[e]l que un libro que te gustó mucho no te defraude en la segunda lectura, e incluso enriquezca tu experiencia anterior, es señal como ninguna otra de que estás ante una obra maestra», es cierto, entonces estamos, en mi opinión, ante una obra maestra de novela histórica. Aunque ya se sabe que para gustos... los colores, en mi caso esta n-ésima lectura (al menos de las dos primeras de las tres novelas) no sólo no me ha defraudado, sino que me ha dejado con ganas incluso de volverla a leer. Corolario: la recomiendo encarecidamente.
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