viernes, 27 de marzo de 2015

Vacío perfecto, de Stanisław Lem

La inmensa mayoría de los libros son malos (muy malos incluso); algunos libros son buenos y leerlos resulta muy placentero; muy de vez en cuando alguno es genial, y cuando topas con uno de ellos se nota porque terminarlos deja un vacío, cuesta empezar otro libro y tu mente vuelve a ellos una y otra vez. Y después están esos libros, aquellos que salvarías de una quema salvaje, que te llevarías a una isla desierta, que cuando los recomiendas te pones incluso plasta, que mitificas de tal manera que, en tu recuerdo, elevas su lectura a la categoría de epifanía. No diré que te cambian la vida, porque queda muy cursi, pero sí que hay un antes y un después de leerlos. Vacío perfecto, para mí, es uno de esos libros. Lo leí hace mucho tiempo, pero lo he releído (¡lo cual conlleva el serio riesgo de descubrir que entre el mito y la realidad hay toda una vida!) y lo he disfrutado aún más que la primera vez.

jueves, 26 de marzo de 2015

El misterio de los hititas, de C. W. Ceram

Vosotros habréis oído que si los asirios esto... que si los asirios lo otro... Pues para que os hagáis una idea: los asirios, ¡una mierda al lado de los hititas!

¿Y quién carajo eran los hititas? Porque... admitámoslo: ¿qué sabemos de los hititas? No, no se trata de que faltáramos a clase el día que tocaban los hititas, es que la humanidad desconocía este pueblo hasta el siglo XIX, y ni siquiera tomó conciencia de su importancia hasta bien entrado el XX. Porque en el segundo milenio antes de Cristo el imperio hitita (sí, sí, imperio), que ocupaba prácticamente toda la península de Anatolia, era la tercera potencia de Oriente Próximo al lado de los egipcios (nada menos) y los asirios. Y pese a eso, aún hoy no es mucho lo que sabemos de ellos.

sábado, 14 de marzo de 2015

El contador de historias, de Rabih Alameddine

Que la del entretenimiento esté entre las diez industrias que más dinero mueven a escala mundial (la mitad de las cuales son ilegales) sólo significa una cosa: nos gustan las historias. Nos gusta contarlas y nos gusta que nos las cuenten. Vemos cine, series, leemos libros, oímos cuentos cuando somos pequeños, contamos anécdotas en reuniones, contamos verdades y mentiras, indagamos en ruinas y cavamos la tierra para intentar rescatar historias del pasado, que luego reconstruimos, adornamos y contamos en libros, charlas, películas... Conocemos historias que proceden de la antigüedad: de Roma, de Egipto, de Mesopotamia... La guerra de Troya, la epopeya de Gilgamesh, la historia del diluvio y las demás historias de la Biblia están entre las más antiguas que nos han llegado en palabras, e incluso conocemos historias aún más antiguas que las palabras escritas, dibujadas con bisontes y caballos en las paredes de Altamira. Hasta los cráneos, los huesos y las piedras nos cuentan historias. Desde que el primer Homo sapiens se puso de pie en África (y seguramente antes) nos pasamos la vida contando y oyendo historias. Nuestra propia existencia la definimos a base de historias: nuestra infancia, nuestros amores, nuestras hazañas... Contar historias es posiblemente la actividad que mejor define al ser humano.

domingo, 8 de marzo de 2015

How to Lie with Statistics, de Darrell Huff

Hace 60 años Darrell Huff decidió escribir este libro para poner de manifiesto todos los trucos sucios con los que gobiernos, empresas, publicistas e incluso periódicos (normalmente a sueldo de los anteriores) manipulan los datos estadísticos para hacerles decir cosas que no dicen. Desde muestras sesgadas a representaciones tramposas de los datos, Huff nos explica en diez capítulos cómo ver esos datos con perspectiva, de qué recelar y qué preguntas debemos hacernos para encontrar las trampas con las que nos los presentan. A cualquiera con cierta familiaridad con la estadística el libro no le descubre nada nuevo, pero la mayoría de la gente no sólo no tiene tal familiaridad, sino que suele experimentar un bloqueo mental cuando de números se trata. El analfabetismo numérico, como nos alertaba John Allen Paulos, es el mal más extendido de nuestra cultura y al que nadie parece saber cómo o estar interesado en poner remedido.