El libro que traigo hoy
a este blog es un tanto peculiar. Está a medio camino entre la
divulgación científica, la historia de la ciencia, la Historia en general, y la
novela detectivesca, aunque quizá de esta última es de lo que menos
tiene.
Es imposible que al lector de esta reseña no le suene el nombre de Newton. No es concebible que alguien no haya oído hablar a día de hoy de las tres Leyes de la Mecánica (que las entienda es harina de otro costal), y si me apuran, de la Ley de la Gravitación Universal. Y qué decir del Cálculo diferencial e integral (¿cuántos de ustedes, amigos lectores, no han lidiado con las derivadas o integrales de funciones en los últimos años de estudios preuniversitarios e incluso posteriormente?).
Es muy improbable (creo yo) que a cualquier mortal con una educación media (razonable) no le suene el nombre de Isaac Newton, para muchos el mayor genio que ha vivido entre nosotros. Fue capaz de sentar las bases científicas de la ciencia moderna y de su lenguaje universal: las matemáticas. Dos frases sobre Newton aclaran lo anterior: Una de Lagrange (físico y matemático del siglo XIX): «Newton fue el más grande genio que ha existido y también el más afortunado dado que sólo se puede encontrar una vez un sistema que rija el mundo» y otra de Ian Stewart (matemático y reconocido divulgador de la ciencia), en su libro 17 ecuaciones que cambiaron el mundo, donde, en referencia al Cálculo, nos dice: «Como el destornillador, el cálculo es una herramienta simple e indispensable en la caja de herramientas de ingenieros y científicos. Más que cualquier otra técnica matemática, ha creado el mundo moderno». Si bien la primera resume su aportación a la Física, la segunda traspasa a las Matemáticas. ¡Y todo eso lo hizo una única persona!
Bueno, pues este libro va de Newton, aunque es un estudio (¿ensayo?) novelado de una de sus facetas más desconocidas: la de Director de la Casa de la Moneda inglesa. He aquí su contraportada:
No digo más, la decisión está en tus manos. A mí me ha gustado bastante, pero como soy físico y matemático, quizá mi opinión no sea imparcial…
Es imposible que al lector de esta reseña no le suene el nombre de Newton. No es concebible que alguien no haya oído hablar a día de hoy de las tres Leyes de la Mecánica (que las entienda es harina de otro costal), y si me apuran, de la Ley de la Gravitación Universal. Y qué decir del Cálculo diferencial e integral (¿cuántos de ustedes, amigos lectores, no han lidiado con las derivadas o integrales de funciones en los últimos años de estudios preuniversitarios e incluso posteriormente?).
Es muy improbable (creo yo) que a cualquier mortal con una educación media (razonable) no le suene el nombre de Isaac Newton, para muchos el mayor genio que ha vivido entre nosotros. Fue capaz de sentar las bases científicas de la ciencia moderna y de su lenguaje universal: las matemáticas. Dos frases sobre Newton aclaran lo anterior: Una de Lagrange (físico y matemático del siglo XIX): «Newton fue el más grande genio que ha existido y también el más afortunado dado que sólo se puede encontrar una vez un sistema que rija el mundo» y otra de Ian Stewart (matemático y reconocido divulgador de la ciencia), en su libro 17 ecuaciones que cambiaron el mundo, donde, en referencia al Cálculo, nos dice: «Como el destornillador, el cálculo es una herramienta simple e indispensable en la caja de herramientas de ingenieros y científicos. Más que cualquier otra técnica matemática, ha creado el mundo moderno». Si bien la primera resume su aportación a la Física, la segunda traspasa a las Matemáticas. ¡Y todo eso lo hizo una única persona!
Bueno, pues este libro va de Newton, aunque es un estudio (¿ensayo?) novelado de una de sus facetas más desconocidas: la de Director de la Casa de la Moneda inglesa. He aquí su contraportada:
Después de treinta años como profesor en Cambridge, Isaac Newton se hizo cargo de la Casa Real de la Moneda y se dedicó a perseguir a los falsificadores que ponían en peligro la estabilidad de la econonomía británica, muy especialmente a William Chaloner, un truhán habilísimo a quien finalmente consiguió desenmascarar. Thomas Levenson, después de describir los años de esplendor de Newton como hombre de ciencia, reconstruye su duelo con este astuto delincuente de un modo apasionante, combinando la divulgación histórica y científica con la narración criminal y descubriéndonos su faceta desconocida como detective.Si bien la parte de la obra científica de Newton está muy bien documentada en un sinnúmero de libros (especialmente de divulgación), su labor como policía persiguiendo falsificadores no lo es tanto. Newton, como nos cuenta Levenson, fue un detective muy efectivo, ya que sin duda usó el mismo método científico que usó en sus investigaciones científicas (y no solo) durante su labor en la Casa de La Moneda. En esta entretenida «novela» su autor nos cuenta con detalle el método que siguió Sir Isaac para pillar a los falsificadores, y en especial a uno de ellos, el tremendamente famoso en el Londres de la época, William Chaloner. El libro está muy bien documentado y es bastante ameno de leer. Eso sí, amigo lector, no estás delante de una novela policíaca ni de ficción. El autor lo explica muy claro en sus «extras» al final del libro:
A Portrait of Isaac Newton (de Frank Manuel) es la obra que me impulsó a emprender este proyecto: Frank Manuel cita la última carta de Chaloner a Newton, por lo que, al leer la biografía por primera vez hace casi veinte años, me hice ya la pregunta que este libro se propone responder: ¿por qué diablos se trataba Newton con un falsificador convicto?Tengo que destacar que Levenson no se limita a contar las hazañas de Newton, sino que nos cuenta cómo se las apañaba su «enemigo» Chaloner. Además de ello, el autor nos da una perspectiva histórica de la Inglaterra de finales del siglo XVII y principios del XVIII: los problemas de la sucesión, la crisis económica que estuvo a punto de hundir a Inglaterra, etc.
No digo más, la decisión está en tus manos. A mí me ha gustado bastante, pero como soy físico y matemático, quizá mi opinión no sea imparcial…
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