domingo, 10 de julio de 2011

Aura, de Carlos Fuentes

Esta es la primera novela de Carlos Fuentes. Escrita en los años 60, es una genuina representante del boom latinoamericano. En realidad, más que novela es un cuento largo, porque no lleva más de hora y media leerla. El argumento del cuento es el siguiente. Un historiador responde al anuncio de una anciana solicitando los servicios de un experto que organice las memorias de su marido, un general del ejército de Maximiliano, y pone como condición que viva en su casa durante el tiempo que dure el trabajo. En la casa, además de la vieja, vive una sobrina, Aura, de una belleza inusitada.

Aunque el planteamiento del cuento apunta claramente en una dirección, nada resulta ser lo que parece. La casa es claustrofóbica hasta en sus mínimos detalles y el tufo a misterio se huele desde las primeras páginas. Ya he dicho que el relato es un digno representante del boom. El estilo es muy poderoso, es una de las cosas que más te atrapa en este relato. Es indirecto, tangencial, ambiguo, como el del Cortázar de la primera época. Reflexionando, ni siquiera tenemos certeza de que se narren hechos vividos o fantasías del protagonista.

Claro, nosotros hemos mamado el boom desde pequeños y éste ha influido tanto en novelas, películas, cómics, etc., que barruntamos el final de la historia desde mediado el cuento. Pero eso no le quita mérito al relato. Yo me lo he leído dos veces seguidas sólo por el placer de oírlo de nuevo. No hay mucha gente que escriba así hoy día.

La tienda de los suicidas, de Jean Teulé

No recuerdo cómo llegó a mi kindle esta novela (vamos, la puse yo, claro, pero no recuerdo por qué). No recuerdo si hace referencia a ella Pennac en Como una novela o si leí alguna reseña en algún blog. El caso es que andaba buscando algo corto para leer y este libro cumplía el requisito.

Parece que la narrativa francesa moderna está dominada por una iconografía común, algo que podríamos denominar el universo Delicatessen, por la película de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro. Las novelas de Fred Vargas (algunas de las cuales he comentado en este blog), La felicidad de los ogros, de Pennac, esta novela... Todas comparten algunas características comunes. Aunque no todas son de género fantástico, como la película o esta novela, en todas encontramos personajes raros, comportamientos friquis, algo de humor negro... Características, todas ellas, que (yo creo) fueron el éxito de la película.

La novela es una fábula que ocurre en un futuro donde los peores augurios se han cumplido (casi no hay capa de ozono, la tierra se ha calentado de más, los políticos no paran de cometer desaguisados...) y el panorama que enfrenta la gente es deprimente. Tanto es así que la actitud pesimista se ha vuelto respetable y el suicidio está socialmente bien considerado. En este mundo una familia, un matrimonio con tres hijos, regenta una tienda en la que venden todo tipo de métodos de suicidio. La tienda es lo mejor de la novela, porque algunos de los métodos, que el autor va desgranando capítulo a capítulo, son delirantes. La familia, como toda la gente bien, es depresiva, pero hete aquí que el hijo pequeño, fruto de una prueba con un condón pinchado, ha salido un optimista empedernido, para desesperación de sus padres y martirio de sus hermanos. Este es el esquema argumental de la fabulita.

No sé qué decir de este libro. Durante los dos primeros capítulos me pareció muy ingenuo, un poco tontorrón. Luego me enganché (la tienda tiene su gracia) y, como es corta, me la leí del tirón. En mi opinión, es una historia que se disfrutaría más con treinta años menos (sí, soy bastante viejuno), pero puedo reconocerle sus méritos. Internet no duda en calificarla de hilarante humor negro; negro sí es, no cabe duda, ahora hilarante... Yo no me he desternillado, pero confieso que se lee con la comisura izquierda levantada.

En fin, aquí la dejo. Si estáis buscando algo que leer y os da flojera arrancaros con algún tocho, le podéis dar una leída. No os llevará más de uno o dos días (depende del tiempo que tengáis para leer). A lo mejor os hace gracia.

Las corrientes oceánicas, de Félix J. Palma

Abrí este blog hace ya un año con una entrada dedicada al último libro (primero que yo leía) de este autor: El mapa del tiempo. Releído ahora, veo que le hice poca justicia. Destaqué un solo aspecto de aquella novela, la gracia de escribir sobre viajes en el tiempo sin salirse del realismo, pero no mencioné para nada el enorme talento narrativo de su autor. La novela que aquí traigo lo avala. Si me apuráis, tal vez su estilo en ella sea algo menos "maduro", o más bien es que El mapa del tiempo es una novela más conceptual, más redonda.

Vayamos por partes. En el haber de Félix J. Palma hay tan solo tres novelas y cinco libros de cuentos. La Wikipedia dice del primero de ellos que destaca "su habilidad para insertar el elemento fantástico en lo cotidiano, uno de los principales rasgos de su narrativa". No puedo estar más de acuerdo. Sus narraciones mezclan realidad y ficción de tal modo que a menudo la ficción parece real y la realidad parece ficción. Es el elemento clave de El mapa del tiempo (el único que yo destaqué). También en esta novela ocurre lo mismo: a veces se desdibuja la frontera entre realidad y ficción. Pero no es el único elemento que define el estilo de este autor. Su talento narrativo es prodigioso. En pocas palabras, te vende la moto. Tiene esa forma de relatar envolvente, seductora, a menudo barroca, casi propia de la novela decimonónica, característica de los buenos contadores de historias. Y lo que caracteriza a un buen contador de historias es que, te cuente lo que te cuente, no puedes dejar de escucharlo. No importa el contenido, importa su voz. Solo que además, en Félix J. Palma contenido no falta, más bien desborda. Como buen cuentista (en el mejor sentido de la palabra) sus novelas abundan en pequeñas historias, cada una con su propio estilo, que se van entrelazando en la trama principal.

La novela que aquí os traigo empieza en clave de tragedia. Y la forma de contarla es soberbia. La empatía hacia el protagonista es tal que uno desciende con él angustiado a los infiernos. Y cuando la cosa parece que va de eso, en un giro que nos deja con el pie cambiado la novela se transforma en otra cosa, se encamina a una búsqueda sin propósito y se nos convierte, sin que nos demos cuenta, en una novela de intriga que, llegando al final adquiere un tono intimista más propio de una novela romántica. ¿Qué es, de todas esas cosa, la novela? Pues un gran relato que te atrapa y te tiene enganchado durante tres días.

Definitivamente, estamos ante un autor que ha de darnos muchos ratos de placer. He leído por ahí que El mapa del tiempo (traducido ya a no sé cuántos idiomas) es el primero de una trilogía victoriana, cuyo segundo volumen se llamará El mapa del cielo. Ahí estaremos para leerlo cuando se publique este otoño...