No recuerdo cómo llegó a mi kindle esta novela (vamos, la puse yo, claro, pero no recuerdo por qué). No recuerdo si hace referencia a ella Pennac en Como una novela o si leí alguna reseña en algún blog. El caso es que andaba buscando algo corto para leer y este libro cumplía el requisito.
Parece que la narrativa francesa moderna está dominada por una iconografía común, algo que podríamos denominar el universo Delicatessen, por la película de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro. Las novelas de Fred Vargas (algunas de las cuales he comentado en este blog), La felicidad de los ogros, de Pennac, esta novela... Todas comparten algunas características comunes. Aunque no todas son de género fantástico, como la película o esta novela, en todas encontramos personajes raros, comportamientos friquis, algo de humor negro... Características, todas ellas, que (yo creo) fueron el éxito de la película.
La novela es una fábula que ocurre en un futuro donde los peores augurios se han cumplido (casi no hay capa de ozono, la tierra se ha calentado de más, los políticos no paran de cometer desaguisados...) y el panorama que enfrenta la gente es deprimente. Tanto es así que la actitud pesimista se ha vuelto respetable y el suicidio está socialmente bien considerado. En este mundo una familia, un matrimonio con tres hijos, regenta una tienda en la que venden todo tipo de métodos de suicidio. La tienda es lo mejor de la novela, porque algunos de los métodos, que el autor va desgranando capítulo a capítulo, son delirantes. La familia, como toda la gente bien, es depresiva, pero hete aquí que el hijo pequeño, fruto de una prueba con un condón pinchado, ha salido un optimista empedernido, para desesperación de sus padres y martirio de sus hermanos. Este es el esquema argumental de la fabulita.
No sé qué decir de este libro. Durante los dos primeros capítulos me pareció muy ingenuo, un poco tontorrón. Luego me enganché (la tienda tiene su gracia) y, como es corta, me la leí del tirón. En mi opinión, es una historia que se disfrutaría más con treinta años menos (sí, soy bastante viejuno), pero puedo reconocerle sus méritos. Internet no duda en calificarla de hilarante humor negro; negro sí es, no cabe duda, ahora hilarante... Yo no me he desternillado, pero confieso que se lee con la comisura izquierda levantada.
En fin, aquí la dejo. Si estáis buscando algo que leer y os da flojera arrancaros con algún tocho, le podéis dar una leída. No os llevará más de uno o dos días (depende del tiempo que tengáis para leer). A lo mejor os hace gracia.
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