martes, 29 de marzo de 2011

Planeta simbiótico, de Lynn Margulis

Realmente no sé cómo plantear esta crítica. Empiezo por lo que es. Lynn Margulis es una conocida bióloga evolucionista, famosa por haber propuesto la aparición de las células eucariotas a partir de las procariotas a través de una endosimbiosis que dio lugar a las mitocondrias. Lo que en principio fue una polémica hipótesis, la secuenciación genómica lo elevó a descubrimiento. Se trata, no cabe duda, de uno de los mayores hitos de la evolución. Desde entonces Lynn Margulis promueve una visión de la evolución en la que una buena parte de sus grandes avances están generados por simbiosis. Aunque no todos los que se han propuesto son aceptados por la comunidad científica, la hipótesis tiene un fuerte atractivo porque explica algunos complicados pasos intermedios, que resultan difíciles de imaginar por mecanismos alternativos.

En este libro Margulis comenta varios de estos hitos. El paso de las células procariotas a eucariotas que acabo de comentar está precedido (siempre según su propuesta) por otra simbiosis de una arqueobacteria con una bacteria capaz de desplazarse, que generó las primeras células con núcleo. Por su parte, la incorporación de bacterias verdes a algunas células procariotas dio lugar a los cloroplastos y a la aparición de las primeras células vegetales.

El sexo y la meiosis son derivados de otras formas de simbiosis entre organismos unicelulares. Algunos protistas, en situaciones de estrés, fagocitan a sus congéneres. La digestión incompleta de algunos de ellos originó células con una dotación cromosómica duplicada que, al acabar la situación que originó el estrés, vuelven a dividirse "meióticamente", dando lugar a dos células con dotación cromosómica simple. Suena plausible. Otra de las simbiosis exitosas es la de hongo-alga, que dio lugar a las primeras plantas terrestres con rizoma. También parece creíble.

En el último capítulo Margulis habla de la hipótesis Gaia de Lovelock. Defiende el planteamiento científico de dicha hipótesis frente a toda la mierda que le ha caído desde numerosos frentes y que la ha convertido en una especie de religión ecologista. Habla de la capacidad de los organismos evolutivos de generar homeostasis, es decir, de mantener parámetros como la temperatura, la composición química de la atmósfera, el pH, etc., en unos rangos controlados. También parece plausible: si uno tiene un sistema dinámico "disipativo" (como es la biosfera), tenderá a algún estado asintótico en el que las variables que lo definen (incluidas las del entorno) se mantengan acotadas. Eso es la homeostasis. Por cierto, que menciona que Lovelock predijo que no habría vida en Marte simplemente porque comprobó que en su atmósfera no hay gases reactivos, como en la Tierra (el metano o el amoniaco, por ejemplo, que reaccionan con el oxígeno). La presencia de gases reactivos sugiere una fuente que los genera constantemente, por la sencilla razón de que, de no haberla, al ser reactivos desaparecerían con el tiempo. La atmósfera de Marte está compuesta tan solo de gases inertes. Es una observación a posteriori trivial, pero me ha parecido muy aguda.

Todo esto está en el libro y es la parte buena, la que me ha gustado, y por lo que creo (a pesar de lo que voy a añadir) que merece la pena leerlo. Además es muy cortito. Ahora viene la mala. La mala es, para empezar, que el libro no cuenta mucho más de lo que yo he contado aquí. Te deja constantemente en esa sensación de coitus interruptus que te producen los libros de divulgación que mencionan pero no profundizan. De hecho, para mí es lo que diferencia la buena de la mala divulgación: si el autor consigue que te ahorres tener que empezar a leer un montón de artículos para entender algo de lo que te ha hablado, entonces se trata de un buen libro. En ese sentido este fracasa.

Y el segundo gran defecto es que esta señora escribe de pena. Además de que está un tanto pagada de sí misma y dedica dos capítulos a hablar de su vida personal, de su matrimonio fracasado con Carl Sagan, de su maravilloso hijo Dorion Sagan (con quien ha escrito algunos libros de divulgación) y de lo mal que la trató el establishment cuando estaba luchando por su hipótesis simbiótica. Se queja amargamente de que le rechazaban los artículos. Leyendo el libro acabas simpatizando con los referees. Es incoherente, confusa, carente de orden e incapaz de separar el grano de la paja y de ahorrarte mencionar lo amiga que es de Fulanito, el gran autor de la teoría X, con quien jugaba al bridge o tomaba el té en otros tiempos. Tienes la sensación de que es tu abuela quien te está contando la historia.

Si ponemos lo bueno en un lado de la balanza y lo malo en el otro, creo que el libro se decanta del lado bueno. Pero es una pena. Podría haber sido un libro excepcional.

lunes, 28 de marzo de 2011

La caída de los Gigantes de Ken Follett

Hace muchos años, a principios de 1997 estando en Amsterdam, me leí Los Pilares de la Tierra. La idea del libro era muy buena: la construcción de una catedral gótica. Me leí el libro de un tirón. Sin embargo, 14 años después sólo recuerdo dos cosas: 1) Que trataba de la construcción de una catedral y 2) que los personajes eran tremendamente artificiales, los buenos eran tontos y los malos eran demonios, no había término medio. Lo comenté con un amigo de este blog y me dijo que pensaba igual. Conclusión, no me leí la segunda parte Un mundo sin fin. Pero resulta que cayó en mis manos este libro, que es el primer tomo de la trilogía Century, donde el autor va a contarnos como se desencadena la primera guerra mundial y la revolución de octubre que llevó a Lenin al poder.

Aquí os dejo, para que tengáis una idea, la sinopsis que hay en la página de la FNAC.
Una gran novela que narra la vida de unas familias americanas, británicas, rusas y alemanas con el trasfondo de la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa y los profundos cambios sociales que éstas conllevaron. "Esta es la historia de mis abuelos y de los vuestros, de nuestros padres y de nuestras propias vidas. De alguna forma es la historia de todos nosotros." Ken Follett 
La historia empieza en 1911, el día de la coronación del rey Jorge V en la abadía de Westminster. El destino de los Williams, una familia minera de Gales, está unido por el amor y la enemistad al de los Fitzherbert, aristócratas y propietarios de minas de carbón. Lady Maud Fitzherbert se enamorará de Walter von Ulrich, un joven espía en la embajada alemana de Londres. Sus vidas se entrelazarán con la de un asesor progresista del presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, y la de dos hermanos rusos a los que la guerra y la revolución les ha arrebatado su sueño de buscar fortuna en América. Tras el éxito de Los pilares de la Tierra y Un mundo sin fin , Ken Follett presenta esta gran novela épica que narra la historia de cinco familias durante los años turbulentos de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la lucha de hombres y mujeres por sus derechos.
Bueno, el libro no me "defraudó", es casi tan malo como Los Pilares de la Tierra. Los personajes, que son un poco más creíbles (siguen los malos siendo muy malos y los buenos … demasiado buenos) no me convencieron en lo absoluto. De las 1000 páginas que tiene le sobran 500, fijo. Mete muchísima paja. Por ejemplo describe escenas eróticas que son totalmente lamentables (no las cuento para no quitarles el "placer" de leerlas), la descripción de la revolución de octubre es floja, y así con casi todo lo que cuenta, a excepción de su descripción de la primera guerra mundial, donde se explaya en detalles que no aportan nada a la historia. Le sobran centenares de páginas que no van a ningún sitio, o que simplemente no tienen sentido. Describe someramente como los aliados, que han ganado gracias a Estados Unidos, por supuesto, imponen un tratado de paz (el Tratado de Versalles) a los alemanes que es sangrante, pero apenas si comenta la importancia que tuvo, excepto para mencionar, en dos renglones, y a velocidad de vértigo, sobre la revolución bávara comandada por Hitler en los años 20 (el famoso golpe de la cervecería de Munich, en la que por cierto, siguen haciendo una cerveza estupenda). En otras palabras, como escribió un tal Juan Luis Sánchez en un artículo en internet (el cual no comparto) “En resumen, si te gustó "Los pilares de la tierra" no lo dudes, este es tu libro, pero si te aburren este tipo de best-sellers, mejor ni lo intentes.” 

Ken Follet haría mejor en escribir historias y olvidarse de los personajes, pues aunque su idea es contar la historia (en este caso, de el primer cuarto del siglo XX) entremezclada con sus personajes, lo cierto es que estos son tan artificiales que al menos a mi no me sirvieron de anzuelo. Más bien lo contrario, terminé el libro porque siempre termino el libro que empiezo (con la “romántica” idea de que quizá mejore…) y porque la parte histórica era interesante. Eso sí, si Follet escribiera la historia sin sus insulsos personajes no conseguiría críticas como la del País “Sabemos el resultado de los acontecimientos históricos, pero devoramos páginas en el suspense de qué pasará con los personajes de ficción, actores decisivos en la gran historia verdadera” por Justo Navarro (para gustos...) y menos aún los 32,6 millones de euros que ya ha cobrado por la trilogía The Century según se afirma en otro periódico.

Para concluir, en lo que a mi respecto, el amigo Ken no me la vuelve a jugar. Me quedo con gran diferencia con No será la Tierra, de Jorge Volpi que ya comentamos en este blog.

domingo, 27 de marzo de 2011

Hijo de todos los pueblos, de Pramoedya Ananta Toer



"Hijo de todos los pueblos" es parte del famoso cuarteto de Buru, conjunto de novelas que se desarrollan en Indonesia (Tierra humana, Hijo de todos los pueblos, Hacia el mañana y La casa de cristal), escritas por Ananta Toer.

Eran historias que iba repitiendo durante años, durante su encarcelación en Indonesia, hasta llegar a definirlas y memorizarlas completamente, (tenía prohibido que tuviera acceso a lápiz y papel).

Ésta historia tiene como protagonista a Minke, un joven que pasa de estudiar medicina a ser periodista javanés que se abre camino, o lo intenta, usando el menospreciado lenguaje javanés para publicar.

Como todos los libros de Anata Toer, es una historia dura narrada dulcemente, que encierra, nada sutilmente, duras críticas al capitalismo y a la ocupación colonial. Particularmente a la dura ocupación holandesa en Indonesia, y el contaste menosprecio a toda la cultura javanesa, incluso por los propios javaneses. 

Relata, con suavidad, cosas cómo que las javanesas se infectaban voluntariamente de viruela para acabar con sus "amos" holandeses, cómo se encienden y cómo se apagan las ansias de lucha, como se consigue que el lenguaje javanés se menosprecie...

Es una novela muy fácil de leer, pero dura, profunda, elegante, triste y escrita de manera curiosa. Hay cambios extraños, supongo que desde un punto de vista occidental, en el ritmo de la narración. Hay párrafos que describen con detalle sensaciones, imágenes, olores, y páginas en las que los años se suceden rápidamente.

jueves, 24 de marzo de 2011

La evolución del talento, de José María Bermúdez de Castro

José María Bermúdez de Castro es, junto con Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell, uno de los tres directores del yacimiento de Atapuerca. Todavía no había leído libros de ninguno de ellos, a pesar de lo atractivo de su investigación, y el título de este último de Bermúdez de Castro me llamó mucho la atención. No sabía a qué se refería el autor con lo del "talento", pero me interesó saber cómo, fuera lo que fuera, pensaba que había evolucionado. He acabado el libro y, lamentablemente, no lo he descubierto. En este libro, Bermúdez de Castro muestra una limitada habilidad narrativa y falla en el intento de captar la atención del lector y hacerle recordar la esencia del mensaje. Unas dos terceras partes del texto repasan con nombres linneanos, cifras y lugares, las distintas especies de homininos (los homínidos menos el grupo de los orangutanes), sus tiempos de aparición, los yacimientos donde se han hallado y, con prolijo detalle, cómo ha variado su capacidad craneal. Parece que con estos últimos datos quiera demostrar que somos más talentosos que nuestros predecesores. Echo de menos descripciones del día a día de nuestros antepasados, algo que ayude a fijar las ideas y a distinguir unas especies de otras. No soy capaz de recordar nombres y fechas sin más, y creo que ese es uno de los problemas que me ha impedido haber disfrutado algo más de este libro. Aunque se supone que es un texto divulgativo, resulta árido y se haría necesario leerlo con un esquema al lado que nos recordara quién estaba dónde en los últimos seis millones de años (cuando vivió el antepasado común de Homo sapiens y Pan paniscus).

El último tercio del libro me ha gustado todavía menos. Bermúdez se interna en un jardín del que difícilmente se puede salir airoso. Inicia con alguna discusión curiosa sobre territorialidad y jerarquía que extrapola de forma un tanto libre a nuestros comportamientos actuales. Lo mismo sucede con el comportamiento sexual: a pesar de lo variado en las distintas especies de homininos, según él mismo describe, hay un empeño por usar a chimpancés y gorilas para explicar algunas de las actitudes del hombre actual. Y acaba con tres capítulos breves sobre el liderazgo, la gestión del talento y el estrés. He tenido la sensación de presenciar un relato de sus vivencias y, de forma velada pero obvia, de la gestión de los grupos de trabajo por su parte y por parte de otros colegas cercanos con los que uno diría que no ha sabido gestionar la colaboración. No creo que me anime fácilmente a leer otro de sus libros. Quizá pruebe con Arsuaga o Carbonell, a ver qué se cuentan... y cómo lo cuentan.

Me he quedado con un dato curioso: hace entre 35.000 y 40.000 años el hombre de Cro-Magnon tallaba instrumentos en marfil de mamut.

sábado, 19 de marzo de 2011

Ojos de agua, de Domingo Villar

He aquí otra pareja de detectives made in Spain, al estilo de los Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva, enfrentados a la resolución de un extraño crimen acaecido en suelo patrio. Es la opera prima de Domingo Villar, que va por la segunda entrega de la misma pareja. Se trata en este caso del inspector gallego Leo Caldas, que hace alarde de su sagacidad en Vigo, y su compañero (más bien ayudante) Rafael Estévez, un aragonés "desterrado" a tierras gallegas por sus maneras un tanto bruscas. Son el enésimo experimento de la exitosa fórmula Sherlock Holmes-Dr. Watson, con las peculiaridades de carácter que dan a los personajes sus respectivas patrias chicas y el hispánico entorno en que realizan sus pesquisas, y que constituyen una buena parte de su éxito. Leo Caldas es un detective serio, melancólico, muy gallego, dotado de una gran intuición que le hace olfatear el camino correcto cuando nadie tiene ni puta idea de qué carallo está pasando; por contra, Rafael Estévez es un tipo gordo, con mala hostia, muy aragonés, para quien todo es blanco o negro, y a quien le llevan los demonios la ambigüedad y la indefinición de los gallegos. Huelga decirlo, esto produce más de una situación cómica (llegas incluso a simpatizar con el aragonés, pese a que suele acabar resolviendo el asunto a hostias).

Honestamente he de decir que esta novela es flojita: ni la historia es muy buena, ni la forma de resolverla tiene mucha más enjundia que un capítulo de cualquier serie policiaca española, ni los personajes están todo lo bien dibujados que podrían. Recuerdo, por ejemplo, la primera novela de los picolos de Silva y está a años luz. Pero aún así prometen. Así que tengo intención de leer la segunda novela de estos personajes, que en su momento comentaré en este blog.

Lo que sé de los hombrecillos, de Juan José Millás

He leído bastantes de las columnas de opinión de Millás y me he reído con ellas. Son ácidas, irónicas, de un humor muy fino. Pero esta es la segunda novela suya que he leído, y la segunda decepción. El estilo de sus novelas no tiene nada que ver con las columnas periodísticas, y a mí, sinceramente, me dejan frío. Esta no llega a novela: es más bien un cuento largo, una fábula. En principio tiene una lectura en clave surrealista: un profesor de economía emérito, que vive de dar algunas clases y escribir artículos, que está casado con otra profesora, ésta con aspiraciones políticas, y cuya vida es bastante insulsa y anodina (tiene incluso un acuerdo con la mujer que excluye el sexo en su matrimonio), empieza de pronto a ver hombrecillos por todas partes. En un momento dado estos hombrecillos hacen un clon de él con partes de su cuerpo (lo que le deja algunas pequeñas taras) y descubre que ve y siente a través de su clon, y que su clon ve y siente a través de él. Pero ese mini-clon suyo es lo opuesto a él: es amante de los placeres, depravado, amoral y con una curiosidad enfermiza por experimentarlo todo. El relato cuenta la incursión del protagonista en ese mundo tan opuesto a él hasta el desenlace final (que no cuento por si alguien la quiere leer). Y al final, recapitulando el relato, uno descubre que también hay una lectura totalmente realista del cuento. Pero eso es, en realidad, superfluo; el meollo del relato es la lucha entre las dos personalidades en que se ha convertido este hombre.

Sí, ya sé que contado así suena incluso interesante, pero insisto: a mí me ha dejado frío. Ni la historia ni el conflicto me parecen originales, ni su desarrollo tiene giros interesantes, ni el desenlace está a la altura. Vamos que, aunque sean cortas, no creo que intente una tercera novela de Millás, a menos que alguien me convenza de que no voy a perder el tiempo.