He aquí otra pareja de detectives made in Spain, al estilo de los Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva, enfrentados a la resolución de un extraño crimen acaecido en suelo patrio. Es la opera prima de Domingo Villar, que va por la segunda entrega de la misma pareja. Se trata en este caso del inspector gallego Leo Caldas, que hace alarde de su sagacidad en Vigo, y su compañero (más bien ayudante) Rafael Estévez, un aragonés "desterrado" a tierras gallegas por sus maneras un tanto bruscas. Son el enésimo experimento de la exitosa fórmula Sherlock Holmes-Dr. Watson, con las peculiaridades de carácter que dan a los personajes sus respectivas patrias chicas y el hispánico entorno en que realizan sus pesquisas, y que constituyen una buena parte de su éxito. Leo Caldas es un detective serio, melancólico, muy gallego, dotado de una gran intuición que le hace olfatear el camino correcto cuando nadie tiene ni puta idea de qué carallo está pasando; por contra, Rafael Estévez es un tipo gordo, con mala hostia, muy aragonés, para quien todo es blanco o negro, y a quien le llevan los demonios la ambigüedad y la indefinición de los gallegos. Huelga decirlo, esto produce más de una situación cómica (llegas incluso a simpatizar con el aragonés, pese a que suele acabar resolviendo el asunto a hostias).
Honestamente he de decir que esta novela es flojita: ni la historia es muy buena, ni la forma de resolverla tiene mucha más enjundia que un capítulo de cualquier serie policiaca española, ni los personajes están todo lo bien dibujados que podrían. Recuerdo, por ejemplo, la primera novela de los picolos de Silva y está a años luz. Pero aún así prometen. Así que tengo intención de leer la segunda novela de estos personajes, que en su momento comentaré en este blog.
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