No sólo he leído truños este verano. He aquí una novela que me ha gustado de un autor mexicano del que ya he hablado en el blog —a propósito de otra novela suya, Las muertas, que también me gustó, y mucho. Maten al león es una novela antigua, del 69, y pertenece a ese género tan propio de la literatura del boom: el de los tiranos (aunque en realidad lo inventó Valle Inclán). Pero esta novela tiene dos peculiaridades que la distinguen de cualquier otra «típica» del género. En primer lugar, es una comedia; negra, desde luego, porque el tirano es un malo maloso y un criminal, como todos los de su gremio, pero si Berlanga fue capaz de hacernos reír con El verdugo, era cuestión de tiempo que alguien le viera el lado cómico a una dictadura.
La segunda peculiaridad es aún más curiosa: el dictador en cuestión recuerda muchísimo a Chávez (¡fijaos en que la novela es de 1969!). No quiero decir que la novela transcurra en Venezuela (lo hace en la isla imaginaria de Arepa), ni que el tirano se llame así (su nombre es Belaunzarán; por cierto que abundan los apellidos vascos en la novela...), lo que quiero decir es que el esquema político es muy parecido al de Chávez en Venezuela: Belaunzarán llega al poder arropado por las clases pobres y defendiendo una política de izquierdas (liberal, porque transcurre a principios del siglo XX, cuando aún liberal quería decir liberal), y son los ricos quienes están jodidos y quieren hacer la revolución y derrocarlo. (¡Que me perdonen mis amigos venezolanos por la sobresimplificación que estoy haciendo!) Además, Belaunzarán, como Chávez, aprovecha el «clamor del pueblo» para cambiar la ley con el fin de perpetuarse en el poder. O sea: Belaunzarán es un arribista que se apoya en sus éxitos militares y un discurso populista para alcanzar su verdadero objetivo, que no es otro que el de entrar a formar parte de la «aristocracia» de Arepa. Curiosa anticipación... Se diría que Chávez aprendió algunas cosas leyendo esta novela, o bien que Ibargüengoitia era un viajero del tiempo (aunque, siendo natural de un país gobernado durante 60 años por el mismo partido, modelos autóctonos no debieron de faltarle; en el fondo la realidad no deja de plagiarse a sí misma...).
La trama de la novela, como se desprende del título, es que los ricos quieren deshacerse del dictador mediante un atentado, y la planificación y ejecución del mismo da para situaciones de lo más disparatadas. La novela engaña: en apariencia es ligera y está escrita en un tono desenfado, pero la sátira es despiadada. El final de la novela, inesperado y hasta grotesco, es un elegante escupitajo de desprecio, el colofón perfecto a tanta cretinez.
Me gusta mucho Ibargüengoitia. Me gusta su humor negro. Me gusta la manera en que relata, de forma distante, la estupidez, porque la pone aún más de relieve. Es como si dijera: no hace falta añadir nada, la estupidez clama por sí sola. Esa era su seña de identidad en Las muertas, y también lo es en esta novela. Y espero que lo sea en las que me quedan por leer, porque es un autor que de seguro volverá a este blog.
La segunda peculiaridad es aún más curiosa: el dictador en cuestión recuerda muchísimo a Chávez (¡fijaos en que la novela es de 1969!). No quiero decir que la novela transcurra en Venezuela (lo hace en la isla imaginaria de Arepa), ni que el tirano se llame así (su nombre es Belaunzarán; por cierto que abundan los apellidos vascos en la novela...), lo que quiero decir es que el esquema político es muy parecido al de Chávez en Venezuela: Belaunzarán llega al poder arropado por las clases pobres y defendiendo una política de izquierdas (liberal, porque transcurre a principios del siglo XX, cuando aún liberal quería decir liberal), y son los ricos quienes están jodidos y quieren hacer la revolución y derrocarlo. (¡Que me perdonen mis amigos venezolanos por la sobresimplificación que estoy haciendo!) Además, Belaunzarán, como Chávez, aprovecha el «clamor del pueblo» para cambiar la ley con el fin de perpetuarse en el poder. O sea: Belaunzarán es un arribista que se apoya en sus éxitos militares y un discurso populista para alcanzar su verdadero objetivo, que no es otro que el de entrar a formar parte de la «aristocracia» de Arepa. Curiosa anticipación... Se diría que Chávez aprendió algunas cosas leyendo esta novela, o bien que Ibargüengoitia era un viajero del tiempo (aunque, siendo natural de un país gobernado durante 60 años por el mismo partido, modelos autóctonos no debieron de faltarle; en el fondo la realidad no deja de plagiarse a sí misma...).
La trama de la novela, como se desprende del título, es que los ricos quieren deshacerse del dictador mediante un atentado, y la planificación y ejecución del mismo da para situaciones de lo más disparatadas. La novela engaña: en apariencia es ligera y está escrita en un tono desenfado, pero la sátira es despiadada. El final de la novela, inesperado y hasta grotesco, es un elegante escupitajo de desprecio, el colofón perfecto a tanta cretinez.
Me gusta mucho Ibargüengoitia. Me gusta su humor negro. Me gusta la manera en que relata, de forma distante, la estupidez, porque la pone aún más de relieve. Es como si dijera: no hace falta añadir nada, la estupidez clama por sí sola. Esa era su seña de identidad en Las muertas, y también lo es en esta novela. Y espero que lo sea en las que me quedan por leer, porque es un autor que de seguro volverá a este blog.
Gracias José. Muy buen comentario.
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