Hace un tiempo leí y reseñé en este blogg la primera novela de
Anna Funder: Stasiland. La novela me gustó mucho así que cuando
descubrí esta la puse el cola. Hace unas semanas la terminé y fiel
a mi promesa de hacer al menos una breve reseña he decidido no dejar
pasar más el tiempo. Cuando empecé a leer la novela no tenía ni la más remota idea
de qué iba, así que me llevé una sorpresa al descubrir que era sobre
la Alemania nazi… Sí amigo lector, de esas he reseñado muchas por
aquí, pero os aseguro que fue casualidad esta vez (y eso que tengo
alguna más en tareas pendientes). Su contraportada, que ni siquiera
leí en su momento y de la que solo incluyo el principio, es
reveladora:
¿Qué sientes cuando tratas de avisar de un peligro y nadie te escucha?
¿Qué sientes al recordar un amor que te volvió ciega a la realidad?
¿Qué sientes frente al miedo?
«Cuando Hitler llegó al poder, yo estaba en la bañera…» comenta Ruth Wesemann, sentada en el sillón de su casa en Sidney. Esta mujer de más de ochenta años tiene mucho que recordar, y su mente vuelve una y otra vez a los años treinta del siglo pasado, cuando Ruth, su prima Dora y los hombres que ellas amaban tuvieron que dejar Alemania, exiliarse en Londres y desde allí luchar para mostrar al mundo entero cuáles eran las intenciones reales del Führer. […]
¿Cómo no leer algo que tiene
esa presentación? Pero como bien sabe el lector de este blog, no
todo lo que brilla es oro. He leído más de una contraportada que
describía una gran novela y que luego se quedo en nada. No es el
caso de la presente. La novela es fabulosa. Cuenta la historia de los
pocos «afortunados» judíos alemanes que consiguieron escapar de la
Alemania nazi y refugiarse en Londres, donde no tuvieron una vida muy
feliz que digamos. En la novela se cuenta esencialmente la vida de dos
personas:
Ernst Toller y Dora Fabian. El primero fue un conocido dramaturgo
alemán, líder de la Revolución de Baviera de 1918 y primer
presidente de la República
Soviética de Baviera (que
duró menos de un mes) que acabó en la cárcel durante 5 años
(menos de los que estuvo Hitler, quien intentó hacer una revolución
similar pocos años después, pero como dice la autora, una revolución de derechas). La
segunda fue una socialista alemana e incasable luchadora por los
derechos de los trabajadores y que fue secretaria de Toller (y según
la novela, amante).
El libro está contado por dos personas y en dos
momentos distantes en el tiempo. Por un lado Ruth Wesemann, prima de Dora, y que sobrevivió a la guerra de nos cuenta
sus recuerdos desde Sydney en pleno siglo XXI, y por otro el propio Toller nos
relata su historia (y la de Dora) desde un hotel en New York, unos días antes de
suicidarse en 1939. Ambas historias se van entremezclando de forma muy
convincente y nos van retratando la vida no solo de sus protagonistas sino también la de los judíos alemanes exiliados en
Londres, sus problemas, etc. El relato es demoledor y Funder nos
va relatando la angustia que sienten esos refugiados políticos a
medida que pasan los meses y ningún gobierno hace nada por cambiar las cosas en
Alemania, a lo que hay que sumar el hecho de que si el gobierno británico los pillaba haciendo algún tipo de actividad política contraria al régimen nazi los repatriaba a Alemania donde les esperaban los campos de concentración. Aquí es cuando se entienden esas tres preguntas con las
que se presenta la novela: ¿Qué sientes cuando tratas de avisar
de un peligro y nadie te escucha? ¿Qué sientes al recordar
un amor que te volvió ciega a la realidad? ¿Qué sientes
frente al miedo?
El libro me impresionó. La historia es real, las muertes de
Toller y Dora, suicidio una, probable asesinato la otra. Anna Funder
consigue una buena novela que es además un homenaje a su amiga Ruth, la
tercera protagonista de esta historia, tal y como describe al final
de la misma:
Cuando Hitler llegó al poder el 30 de enero de 1933, mi amiga Ruth y sus amigos huyeron del país. Desde el exilio intentaron derrocar al dictador. Esta es su historia, o como la he interpretado yo. La he reconstruido a partir de fragmentos fósiles, del mismo modo que alguien recubre con piel y plumas un armazón de huesos de dinosaurio para ver la bestia entera. Estos son los huesos que he encontrado.
Una historia muy bien hilvanada y documentada que os recomiendo
sin dudas.
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