Segunda novela que me leo de Fred Vargas. La anterior (Huye rápido, vete lejos) era la cuarta de la serie del comisario Adamsberg; esta es la primera, y en cierto modo se nota. La historia no es demasiado interesante, pero sirve a la autora para presentar los personajes, sobre todo al comisario, un tipo pequeño, desgarbado, mal vestido y con una actitud indolente que mosquea a todos, pero con una intuición tan fuerte que huele el camino a seguir sin ninguna razón que lo avale. Es el anti-Sherlock Holmes. Esto podría parecer tramposo (en cierto modo lo es), pero bueno, no todo en la novela policiaca es el caso (de hecho, parece que cada vez el caso tienes menos relevancia). Por otro lado, al final siempre hay un razonamiento lógico que encadena las intuiciones del comisario, solo que da la impresión de que es una construcción a posteriori. Y bien mirado, si uno lo piensa, Sherlock Holmes actúa igual: hace cosas que sorprenden a todo el mundo, y sólo las explica a posteriori. Dos personalidades opuestas pero un mismo principio novelístico-policiaco. El punto fuerte de las novelas de Fred Vargas son los personajes tan raros que pululan por ellas. Son franceses, lo que ya los hace raros de por sí, pero es que, además, estos parecen sacados de películas como Amelie o Delicatessen. Son "especialmente" raros, incluso para franceses.
Están bien estas novelas, tienen su punto. No son grandes hallazgos, pero sirven para pasar el rato. Si me decidí a leerla es porque no tenía neuronas suficientes para algo más sesudo, y para eso son cojonudas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario