Conocí a Connie Willis por El libro del día del juicio final. Una gran novela de ciencia ficción, si bien la ciencia ficción sólo sirve de excusa para sostener un conflicto humano. Como a mí me gusta. En ese libro una historiadora de la Edad Media viaja a la Inglaterra del siglo XIV, pero por un error en la máquina del tiempo va a caer justo en los años de la Peste Negra. El libro ganó en su año los tres grandes premios de la ciencia ficción: el Hugo, el Nébula y el Locus.
Si aquella novela estaba escrita en clave trágica, esta lo está en clave cómica, y también está basada en viajes en el tiempo. En realidad esta novela es muchas cosas. Para empezar, el título (raro de cojones) hace alusión a una novela decimonónica de Jerome K. Jerome titulada Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro). La novela es difícil de conseguir en castellano; la tengo en inglés, pero me da cierta pereza leerla. No obstante, he hojeado el primer capítulo y parece que se trata de la historia de tres jóvenes victorianos, diletantes, a quienes el aburrimiento se les está volviendo psicosomático y que, para paliarlo, deciden hacer un viajecito en barca por el Támesis acompañados del perro. El relato parece divertido, y aunque al parecer no fue un bombazo de ventas cuando se publicó, sí que resultó ser un buen "corredor de fondo", porque a lo largo de los años el libro se convirtió en un superventas, para regocijo de sus editores. Connie Willis agradece a Heinlein en la cabecera del libro que le recomendara esta lectura que le dio pie a construir su novela.
Por no mencionar al perro es, por encima de todo, un gran homenaje a las historias victorianas en todos sus aspectos. Hay referencias constantes a las novelas de detectives, sobre todo a La piedra lunar, pero también a las novelas de Conan Doyle y Agatha Christie, a historias como Arriba y abajo, a las novelas de Woodehouse y su famoso criado Jeeves y, como no, a Tres hombres en una barca. Pero no sólo es eso, también es una historia de viajes en el tiempo y la trama va de eso, de la intervención en el pasado y las paradojas que eso crea, de cómo arreglarlas y, en definitiva, de cómo funciona el continuo espacio-tiempo para encajarlas. De hecho, no está nada mal la resolución del problema; es de lo mejor que he leído al respecto.
Y además la novela es muy divertida. Está llena de situaciones cómicas que, sin llegar a hacerme reír a carcajadas, sí que me han hecho mantener una sonrisa durante el tiempo (demasiado corto) que ha durado la lectura (por cierto que Lurdes, que se la ha leído porque se la recomendé, sí que daba carcajadas en determinados pasajes; supongo que es como te pille el cuerpo).
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