Que la mafia ejerce una poderosa fascinación sobre el imaginario colectivo es algo que está fuera de duda: lo demuestra la extensa literatura y videoteca asociada al género —porque ya lo es por derecho propio— mafioso. Pero la verdadera mafia es algo muy distinto de la visión idealizada que nos muestran El padrino o Los Soprano; comparten algunas cosas, algunos tics y maneras, pero no se aprende nada de la verdadera mafia de ninguna de las películas, series o libros que la retratan. Este ensayo, con el que me he topado por absoluta casualidad (y que tal vez ha llamado especialmente mi atención porque he estado este verano de vacaciones en Sicilia), nos presenta la otra cara (la verdadera) de la mafia, contándonos la historia (o al menos lo que actualmente se conoce de ella) de la Cosa Nostra, la Secta, la Onorata Società o simplemente la Mafia, con mayúscula, nombres con los que se conoce a la mafia siciliana, según el libro, la más compleja, organizada y peligrosa de cuantas asociaciones mafiosas existen en el mundo (incluidas la Camorra napolitana, la ’Ndrangheta calabresa, la sucursal estadounidense de la Cosa Nostra o las mafias del Este).
Lo primero (y quizá más importante) que debo decir del libro es que es una lectura apasionante. No es sólo que la historia de la Mafia ejerza de por sí una poderosa fascinación, es que además, aunque se trate de un ensayo, está escrito con el ritmo y la intriga de un thriller, de manera que ha habido capítulos que me han tenido sin dormir hasta las tantas de la noche (recuerdo de forma especial el penúltimo, que me tuvo sobrecogido hasta que lo acabé). Incluso los personajes que aparecen en ella, ya sean capos, asesinos de escuadrones de la muerte, policías o jueces, tienen un poderoso carisma. Por este motivo no quiero revelar mucho de la historia, para no destripar la intriga a quien lo quiera leer. Aun así, creo que merece la pena comentar algunas cosas.
Algo que llama enseguida la atención es la afirmación del autor de que una de las cosas que debemos al juez antimafia Giovanni Falcone (fallecido en un atentado con bomba en los 90) es que ya nadie ponga en duda la existencia de la Mafia. ¿Pero es que alguien lo hacía?, os preguntaréis, como yo me preguntaba. Pues sí, y el hecho de que nos sorprenda la afirmación de algún modo la confirma. Porque a lo largo del libro Dickie (por cierto, vaya apellido; el nombre del autor suena como en castellano sonaría “Juanito Pilila”) nos presenta una y otra vez evidencias de políticos, policías, jueces incluso, que negaban la existencia de la Mafia. Admitían, desde luego, la existencia de bandas criminales basadas en la extorsión, pero se negaban a aceptar que formaran parte del tipo de macroorganización que hoy sabemos que es: un poder paralelo al estado —con el que comparte muchas de sus características— basado en el crimen y en la extorsión. Y ese estado de cosas no cambió hasta que el macrojuicio contra la Mafia que condujo el juez Falcone, quien basó sus acusaciones en las revelaciones de un pentito (un «arrepentido» o delator), Tommaso Buscetta, destapó por fin lo que era la Mafia y su funcionamiento interno. Gracias a lo que aquel juicio reveló, los historiadores han podido finalmente reconstruir una historia de la Mafia, redescubriendo lo que ya muchos investigadores habían averiguado de ella en el pasado, desde sus mismos orígenes a mediados del siglo XIX.
Otra de las conclusiones más contundentes del libro es que la propia existencia de la Mafia es consustancial al estado italiano. Nació con él durante la revolución de Garibaldi, hacia 1860, y existe gracias a él, porque a lo largo del tiempo ha sabido encastrarse en el sistema político y formar un todo con él. Gracias a ello su existencia ha quedado garantizada durante más de un siglo, a lo largo del cual todo enfrentamiento con ella se ha visto condenado al fracaso. Tan sólo ha peligrado la única vez que se enfrentó al estado, rompiendo con ello el perfecto equilibrio que la sostenía.
La propia naturaleza de la Mafia es otra de las revelaciones del libro, al igual que la mentalidad de un mafioso, muy ligada a ella. La mafia es una sociedad secreta, con ritos de iniciación que emulan los de la masonería, con leyes no escritas cuyo incumplimiento se castiga con la muerte, y cuyo fin es similar al de cualquier secta: adquirir poder y dinero. Los mafiosos se denominan a sí mismos «hombres de honor» y se consideran superiores a cualquier no miembro. Están obligados a no mentir a ningún otro hombre de honor y a no revelar jamás la existencia de la Mafia, ni tan siquiera a su familia (que a veces ignora la pertenencia del padre, un hermano o un hijo a la Mafia). Por supuesto las mujeres están excluidas. El problema de pertenecer a la Mafia es que la mentira se vuelve un arma política, y en esa lucha interna de poder perder supone la muerte (ya sabéis: «when you play the game of thrones you win or you die»). Así que todo mafioso es un paranoico, y eso hace que tiendan a hablar poco y a expresarse por gestos y silencios. La habilidad para sobreentender las elipsis es una de las partes más importante de la formación de un hombre de honor (la más importante, por supuesto, es la capacidad de matar a quien sea sin hacer preguntas). Total que ser un mafioso resulta muy estresante.
Por raro que nos resulte, los hombres de honor siguen un código ético. Desde luego, comparte bastante poco con cualquier ética sensata, pero en cierto modo distorsiona su manera de pensar hasta el punto de que matar a un familiar puede parecerles un honor que se les otorga. Sólo funciona mientras se está «dentro»; si por cualquier motivo un mafioso abandona la Mafia, puede adquirir sobre sus crímenes una perspectiva más humana y quedar abrumado por los remordimientos. Por eso es frecuente que un pentito acabe suicidándose al poco tiempo.
Por darle algún sentido que podamos entender, podríamos decir que un hombre de honor aspira a ser un hombre por encima de todo, y eso significa que debe gestionar su vida (defenderse a sí mismo y a los suyos, prosperar, etc.) sin recurrir a los subterfugios a los que acudimos las personas normales: las instituciones. Un mafioso jamás pide ayuda como no sea otros hombres de honor. E incluso eso le supone contraer una deuda (una deuda de honor) que tarde o temprano deberá pagar. Un verdadero hombre debe asumir las riendas de su propio destino, al precio que sea. En ello le va el honor, y el honor es lo más importante para un mafioso, porque es lo que le da prestigio y poder dentro de la Secta. Por eso un mafioso jamás perdona un mancato di rispetto, por mucho tiempo que transcurra. Y del mismo modo que la mentira, la ofensa calculada (el sfregio) se convierte así en un arma política: ofender a un hombre de honor de manera que no pueda vengarse supone quitarle prestigio.
Esa misma lógica perversa les lleva a considerar el crimen como un medio para conseguir «realizarse» como hombres de honor. La distinción entre pertenecer o no a la Secta les hace a los mafiosos considerarse superiores a los demás, por lo que matar o extorsionar a alguien de «fuera» no resulta un problema de conciencia: los de fuera no son verdaderos hombres; no son «hombres de honor».
La Mafia ha sabido organizarse y adaptarse a cualquier entorno sociopolítico. En palabras de Roberto Scarpinato (otro juez antimafia discípulo de Falcone), es un «cerebro colectivo, capaz de aprender de sus errores, de adaptarse y de contrarrestar las distintas medidas utilizadas para combatirla». Por eso ha sobrevivido tanto tiempo y hoy día goza de tanta salud o más que cuando nació. Leer este libro resulta un tanto desolador, porque uno llega a la conclusión de que parece imposible vencer a la Mafia. Haría falta una voluntad política muy fuerte para conseguirlo, y frente al poder de persuasión que ésta tiene, eso no parece más que una utopía.
Cosa Nostra se publicó hace diez años, pero parece que la situación para la Mafia no ha hecho más que mejorar. Su internacionalización (la famosa globalización) la hace ahora más peligrosa que nunca. Su autor, John Dickie, a la sazón Professor of Italian Studies en el University College London, publicó hace un año una continuación de este libro: Mafia Republic, donde habla no sólo de la Cosa Nostra sino de sus primas peninsulares, la Camorra y la ’Ndrangheta. Su sinopsis no resulta muy alentadora:
Cosa Nostra se publicó hace diez años, pero parece que la situación para la Mafia no ha hecho más que mejorar. Su internacionalización (la famosa globalización) la hace ahora más peligrosa que nunca. Su autor, John Dickie, a la sazón Professor of Italian Studies en el University College London, publicó hace un año una continuación de este libro: Mafia Republic, donde habla no sólo de la Cosa Nostra sino de sus primas peninsulares, la Camorra y la ’Ndrangheta. Su sinopsis no resulta muy alentadora:
[...] las mafias están lejos de desaparecer. La larga sombra de la historia de la mafia todavía se cierne sobre una nación azotada por la deuda, la parálisis política y la corrupción. Y justo ahora, cuando Italia pensaba que finalmente había contenido la amenaza de la mafia, está descubriendo que alberga la red criminal más global de todas ellas.Parece que habrá que leerlo...
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