Hete aquí que un título llamativo me ha hecho descubrir la que promete ser una gran narradora. Y no lo digo porque no lo sea ya (he sabido que ha ganado dos veces el Booker), sino porque yo no la conocía (lo que no es sorprendente porque han empezado a traducirla hace poco). Mantel es más una autora de novelas que de relatos, de los que tan solo tiene dos recopilaciones —y esta es la única traducida—, por lo que tal vez no reflejen fielmente sus capacidades. Aun así, he de decir que los relatos son muy buenos. No es que sean grandes historias (no lo son), ni que tengan giros sorprendentes (no los tienen), ni siquiera poseen la ironía inglesa que a mí me sugirió el título, pero todos te atrapan, porque están escritos con el pulso narrativo de un maestro (maestra en este caso).
Excepto el último —el que da título a la colección—, los relatos son pedazos de cotidianeidad distorsionados por algún aspecto chungo del alma humana. Sin eso, resultarían intrascendentes. Es ese lado oscuro que permea por todo el relato el que crea la tensión y la intriga, a la espera de un desenlace que nunca llega o porque no lo hay, o porque es demasiado obvio. El último es algo más: un ajuste de cuentas con la historia, una suerte de autohomenaje para todos aquellos que celebraron su auténtica muerte. ¿Oscuridades del alma humana? Ahí las tenéis a cholón.
Hay dos aspectos en los cuentos de Mantel que me han gustado especialmente. El primero es la maestría con que desarrolla sus personajes en el corto espacio de un cuento. Para mí, solo eso ya la califica de brillante narradora: es muy difícil crear un personaje profundo en unas pocas páginas. El segundo es la capacidad de transmitir lo cutre que es ese país. A mí Inglaterra me gusta, y los ingleses (como concepto o individualmente) me caen bien. Pero al país que inventó los baños enmoquetados «cutre» es la palabra que mejor lo define; y en muchos sentidos. Pues los cuentos de Mantel retratan muy bien varios de ellos.
Hilary Mantel está actualmente inmersa en la escritura de una trilogía de novela histórica sobre Thomas Cromwell, y los dos volúmenes que ya han salido a la luz han sido ambos galardonados con el Booker (los dos Bookers que mencionaba al principio). Después de lo que he leído, estoy a la espera de que aparezca el tercero para lanzarme a ella de cabeza (a la trilogía, quiero decir).
Excepto el último —el que da título a la colección—, los relatos son pedazos de cotidianeidad distorsionados por algún aspecto chungo del alma humana. Sin eso, resultarían intrascendentes. Es ese lado oscuro que permea por todo el relato el que crea la tensión y la intriga, a la espera de un desenlace que nunca llega o porque no lo hay, o porque es demasiado obvio. El último es algo más: un ajuste de cuentas con la historia, una suerte de autohomenaje para todos aquellos que celebraron su auténtica muerte. ¿Oscuridades del alma humana? Ahí las tenéis a cholón.
Hay dos aspectos en los cuentos de Mantel que me han gustado especialmente. El primero es la maestría con que desarrolla sus personajes en el corto espacio de un cuento. Para mí, solo eso ya la califica de brillante narradora: es muy difícil crear un personaje profundo en unas pocas páginas. El segundo es la capacidad de transmitir lo cutre que es ese país. A mí Inglaterra me gusta, y los ingleses (como concepto o individualmente) me caen bien. Pero al país que inventó los baños enmoquetados «cutre» es la palabra que mejor lo define; y en muchos sentidos. Pues los cuentos de Mantel retratan muy bien varios de ellos.
Hilary Mantel está actualmente inmersa en la escritura de una trilogía de novela histórica sobre Thomas Cromwell, y los dos volúmenes que ya han salido a la luz han sido ambos galardonados con el Booker (los dos Bookers que mencionaba al principio). Después de lo que he leído, estoy a la espera de que aparezca el tercero para lanzarme a ella de cabeza (a la trilogía, quiero decir).
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