El austriaco Stefan Zweig (1881-1942) es un autor de culto que parece gustar a todo el mundo: se elogia su obra, su estilo e incluso su persona (posiblemente por destacarse como activista contra el nazismo). Fue muy prolífico en todos los los géneros, y sus obras se han traducido a numerosos idiomas.
Pero yo no lo había leído.
Es más: supe de él por primera vez por una reseña de Renato en este blog, una reseña en la línea de lo que digo. Luego, más gente me ha hablado (siempre muy bien) de él, así que ya no he podido demorarlo más y he decidido darle un tiento. Y he empezado por una novelita corta; un relato en realidad. Ya, no es muy valiente, pero resulta práctico...
La historia narra una anécdota que acaba tomando unos tintes muy peculiares. Un tipo al que describe como rudo y muy desagradable manifiesta muy pronto una gran habilidad en el ajedrez. Con el tiempo acaba ganando campeonatos y en el punto en que empieza la historia viaja en un barco a participar en uno de ellos. Aunque el tipo es muy desagradable y se niega a jugar con los aficionados que viajan con él, acaba accediendo a jugar por dinero. Por supuesto, gana siempre, pero en una de las partidas alguien entre el público propone una jugada que conduce a tablas. El campeón lo reta y él rehúsa. Los pasajeros intentan convencerlo y la noche antes de la partida cuenta su historia y las razones por las que no quería jugar. Esa historia y la partida que le sigue son el clímax del relato.
Aunque el ajedrez parece el tema de la narración (lo afirma el propio título), y con él consigue crear tensión narrativa, en realidad la novela va de otra cosa. Trata de la tortura y la crueldad. Es un alegato contra los métodos de la Gestapo escrito en 1941, y al mismo tiempo nos muestra hasta dónde es capaz de llegar un ser humano cuando se enfrenta a otro. Y no puedo decir nada más sin desvelar el argumento.
El libro se lee de un tirón; la historia te atrapa en seguida; el estilo es el de un gran narrador... Ya veis, aquí me tenéis sumado al coro universal de admiradores de Zweig. Y tan solo por un relato... Habrá más Zweig en este blog.
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