He aquí una novela de ciencia ficción a la antigua usanza: científicamente rigurosa, clara en las premisas, sin trucos ni artificios —no hay extraterrestres, ni capacidades mentales extraordinarias, ni viajes temporales...— y, sobre todo, plausible. Una historia que no ha ocurrido, que es muy improbable que ocurriera (¿qué son los grandes relatos sino historias muy improbables?), pero que podría ocurrir.
Una expedición a Marte (no la primera) pone seis astronautas sobre el planeta. Está previsto que permanezcan allí veinte días. Durante los cinco primeros todo transcurre como está previsto, pero el sexto un huracán marciano azota el campamento y tienen que abortar la misión. En la apresurada evacuación Mark Watney, el botánico del grupo, sufre un accidente, sus compañeros lo dan por muerto y lo abandonan en Marte. Pero Mark no ha muerto, y cuando se repone se encuentra solo, abandonado en un planeta hostil e incomunicado. No tiene recursos para sobrevivir más allá de un periodo limitado; sus compañeros de misión ignoran que sigue vivo (de todos modos no podrían volver para rescatarlo), y aunque pudiera establecer contacto con Houston, ninguna misión de rescate llegaría a tiempo de salvarlo.
Una expedición a Marte (no la primera) pone seis astronautas sobre el planeta. Está previsto que permanezcan allí veinte días. Durante los cinco primeros todo transcurre como está previsto, pero el sexto un huracán marciano azota el campamento y tienen que abortar la misión. En la apresurada evacuación Mark Watney, el botánico del grupo, sufre un accidente, sus compañeros lo dan por muerto y lo abandonan en Marte. Pero Mark no ha muerto, y cuando se repone se encuentra solo, abandonado en un planeta hostil e incomunicado. No tiene recursos para sobrevivir más allá de un periodo limitado; sus compañeros de misión ignoran que sigue vivo (de todos modos no podrían volver para rescatarlo), y aunque pudiera establecer contacto con Houston, ninguna misión de rescate llegaría a tiempo de salvarlo.