Esta es una novela de difícil catalogación. Novela es, porque narra hechos ficticios, pero también ensayo, porque da una visión (muy personal) del Medellín posterior a la muerte de Pablo Escobar, cuando era (si aún no lo es) una ciudad llena de sicarios en paro. Y formalmente está cerca de la poesía, por el lenguaje. Narra, en primera persona, las impresiones de un colombiano que regresa a Medellín tras años de exilio en Europa, y recorre la ciudad acompañado por su joven novio, uno de esos sicarios desempleados. Pero la novela no descansa en la narración, que no es más que un leve hilo conductor; la novela se fundamenta en el oxímoron, la paradoja y la contradicción. El propio título ya lo deja claro: La virgen de los sicarios, la patrona de los asesinos, la virgen a la que rezan rogándole que guíe sus balas (sus «balas rezadas») para que no fallen el blanco.