Decididamente tengo que mejorar mi criterio para elegir libros. En contra de todos los indicios, me dejé convencer por la contraportada de este libro que insiste en que, pese a las apariencias, es una novela para adultos. Y una mierda. Para que os hagáis una idea, la cosa va de un niño inglés, antes de la Segunda Guerra Mundial, a quien se le muere la madre. Aún con el trauma de la reciente orfandad, el padre decide casarse de nuevo. Así que, contra su voluntad, se mudan a una nueva casa, aprovechando, además, que al estar en las afueras, corren menos peligro de ser bombardeados (la guerra ya ha empezado). Para colmo la madrastra le pare un hermanastro. De modo que el niño, fascinado por los cuentos que le contaba su madre, se refugia en sus libros para interaccionar lo menos posible con la nueva familia postiza, a la que odia. Y un buen día decide entrar por una sospechosa grieta en el jardín, que resulta ser... ¡un portal a otro mundo! La entrada se cierra y para poder regresar tiene que localizar al Rey de ese mundo, que al parecer sabe cómo volver gracias a un libro que sólo él puede leer y que se llama (ya lo habéis adivinado) «El libro de las cosas perdidas». Pero resulta que ese mundo es muy chungo, y en su recorrido por él se va topando con historias y personajes parecidos a los de los cuentos infantiles que conoce, sólo que en versión Matanza de Texas.