En cuanto acabé de leer esta novela le envié un email a Renato: «Tío, léete El ruido del tiempo». Así, en imperativo inapelable. Hoy me ha escrito el email que yo esperaba desde entonces: «Jose me he leído la novela. ¡Es muy buena!» Ya lo creo que lo es, pero además yo sabía que le iba a sonar muy bien a alguien que reconociera en primera persona experiencias como las que describe.
Voy a empezar diciendo lo que la novela no es: una biografía de Shostakovich. Julian Barnes nunca ha escrito una biografía (El loro de Flaubert tampoco lo es). No va con su estilo. Barnes escribe novelas para contar una idea. Y nunca de forma directa: la pillas o no, tú mismo. Aclaro esto porque circulan críticas de esta novela en afamados periódicos que yerran completamente el tiro: le afean las inexactitudes biográficas y expresan escepticismo hacia la interpretación de la vida del músico en la que se basa esta novela. Shostakovich, dicen, fue un colaboracionista con el régimen, en modo alguno merecedor de compasión —compasión que sí merecen los mártires que se enfrentaron a él.