La protagonista de esta novela es una mujer en coma por un accidente de tráfico. Desde el principio sabemos que no tiene solución y que se va a morir. Lo sabemos nosotros y lo saben sus padres, que no tienen más hijos. Cada capítulo es una visita que recibe en el hospital: de su madre, de su padre, de su mejor amiga, de la chica cubana que la cuida por las noches... Y visita a visita vamos enterándonos de la historia de su vida y de la de todos los que la rodean. Todas historias tristes; casi todas marcadas por una frustrada historia de amor. Frustrada a la fuerza porque (sobre todo en el caso de las mujeres) una hipertrofia del módulo romántico del cerebro les hace concebir amores ideales que nada tienen que ver con la realidad. Y eso les amarga la vida y amarga la de otros también. A eso hay que añadir algunas desgracias más: la de la cubana, que ha venido a España teniendo que dejar a su hija pequeña con la abuela porque trabaja día y noche y no podría atenderla; la de un senegalés llegado en cayuco que se parte la columna resbalando en un charco en el que un niño había echado aceite... En fin, que parece un guión de película española: maximiza el daño. Soy consciente, tal como lo estoy escribiendo, de que de haberme contado alguien este argumento habría mandado el libro a la papelera de reciclaje sin abrirlo siquiera. Pero decidí leerlo porque es el libro finalista del premio Planeta que ganó Riña de gatos, y pensé yo: "con Mendoza no hay quien pueda, así que este puede ser un libro merecedor del premio". El libro está muy bien escrito, por eso la historia, a todas luces folletinesca, no se hace pesada. Tan solo al final te queda una sensación de que qué sufrimientos más innecesarios los de los protagonistas. No es, desde luego, de lo mejor que he leído últimamente, pero tampoco lo peor. Resulta incluso ameno. A veces tanta desgracia ajena reconforta. Supongo que por eso el cine español tiene incondicionales...
No hay comentarios:
Publicar un comentario