Vuelvo a La Cuesta después de un largo período con una breve reseña de esta novela de Keigo Higashino. Su autor es un reconocido y premiado escritor japonés de novela negra. Hace unos años leí otra de sus novelas, La devoción del sospechoso X, que me gustó mucho y que ya reseñé aquí por lo que, de vuelta a la novela políciaca, decidí leer otra de sus obras. Ante todo su contraportada, que nos explica muy bien de lo que va la historia esta vez:
Un asesinato que parece imposible, tan meticuloso como terrible, cometido por unos motivos aún más estremecedores. La víctima, Yoshitaka Mashiba, un rico empresario de Tokio, muere un domingo cuando está solo en su casa. Ha sido asesinado con una taza de café envenenado. Estaba a punto de abandonar a su esposa, Ayane Mashiba, que se convierte en la principal sospechosa. Pero Ayane tiene una férrea e irrefutable coartada: cuando su esposo murió ella estaba a más de cien kilómetros de distancia. ¿Cómo llegó, pues, el veneno a la taza de café? El profesor Yukawa deberá utilizar todo su talento para ordenar las pistas y encontrar la verdad, a través de una atmósfera cautivadora, claustrofóbica y a la vez extremadamente pulcra y ordenada, que nos sumerge en un «crimen doméstico» donde los elementos de la cultura japonesa emergen en su vertiente más fría, calculadora y pura. Maestro de la «lab lit» o literatura de laboratorio, Higashino construye una novela magistral a través de un procedimiento policial ultradetallado. Un libro que emocionará a todas aquellas mentes que disfrutan con el juego de la deducción, con un giro inesperado que asombrará y sorprenderá al más experimentado de los lectores.
La trama parece interesante pero… siempre hay un pero. En otra de mis reseñas ya comenté lo engañosas que pueden ser las contraportadas (el marketing, ya se sabe). La novela comienza esencialmente con la muerte del extravagante y rico empresario Yoshitaka Mashiba, y muy rápidamente se descubre que este ha sido envenenado. Quien descubre el cuerpo es la ayudante de la mujer del muerto, convirtiéndose ambas en sospechosas del asesinato. Como ya se sabe, en un crimen se necesita un móvil y un arma homicida. En este caso el móvil parece evidente (ya el lector lo descubrirá por sí mismo), pero la forma de cometer en crimen (cómo llegó el veneno a la taza de café, forma en que fue envenenado) es un auténtico misterio para la policía y he aquí la razón por la que aparece nuestro científico. Ahora bien, que el “libro [...] emocionará a todas aquellas mentes que disfrutan con el juego de la deducción, con un giro inesperado que asombrará y sorprenderá al más experimentado de los lectores”, eso ya es harina de otro costal. Quizá si no has leído La devoción del sospechoso X...
No sé si será la traducción (aunque es el mismo traductor en ambos casos), o que las segundas partes nunca (bueno, casi nunca) fueron buenas, y aun teniendo en cuenta que los personajes no están mal, esta novela está a años luz de la anterior. La razón fundamental es que quizá en esta novela no hay ningún personaje comparable a Ishigami, el profesor de matemáticas del “sospechoso X” y genial contrincante de Yukawa en la novela anterior. Probablemente es la ausencia de un contrincante a la altura de Yukawa lo que la hace poco atractiva en comparación con la anterior. No en balde Jose, en un comentario a mi reseña de La devoción del sospechoso X, escribe que se parece al duelo de dos samuráis (de alguna forma lo es). Es ese duelo de titanes de la mente lo que le da un sabor especial a la trama de la primera y es precisamente de ese mismo duelo de mentes de lo que adolece la presente novela. La salvación de una santa no es una mala novela ni mucho menos, es simplemente una novela policíaca al uso. Entretenida para pasar el rato pero poco más. Habrá que esperar a la próxima entrega de la serie a ver si Keigo Higashino recupera un adversario digno de Yukawa. Esperemos que sí.
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