Los viajes en el tiempo, un clásico de la ciencia ficción, y esta novela un clásico dentro del subgénero, si hemos de creer lo que decía la selección de «las 30 mejores novelas de viajes en el tiempo» donde di con ella. Claro que entre ellas también figuran El fin de la eternidad, que a mí me parece mala, o Flashforward, que es un indiscutible truño; pero también están La mujer del viajero en el tiempo, El libro del día del juicio final o Cronopaisaje, novelas que he leído y me parecen buenas. Así que me dije que había que dar una oportunidad a algunas de ellas, que sonaban especialmente bien, y a esta le tocó ser la primera de la lista.
Hay dos tipos de novelas sobre viajes en el tiempo: las que giran en torno a paradojas temporales y las que centran su interés en los efectos vitales sobre los personajes afectados. Por supuesto no se trata de una clasificación muy rígida; ahí está el caso de Cronopaisaje, que yo catalogaría del segundo tipo pero que tiene elementos del primero; o La mujer del viajero en el tiempo, que es claramente del segundo tipo pero juega muy bien con las paradojas (de hecho, su línea cronológica es de las más complejas que conozco —con la excepción de Primer, por supuesto—). Con Volver a empezar no hay ninguna duda: es paradigmática del segundo tipo. Si buscáis paradojas, aquí no las vais a encontrar.
La historia comienza con la muerte del protagonista (¡toma comienzo arriesgado!). En los primeros párrafos Jeff Winston muere de un infarto, a la edad de 43 años, en mitad de una conversación telefónica con su mujer. Es 1988. Su vida no pasa por delante de sus ojos mientras agoniza, pero sí le da tiempo a reflexionar sobre cómo se ha degradado la relación con su mujer. Pero nada más expirar, y sin solución de continuidad, aparece de sopetón en 1963, reviviendo una escena de su pasado. Su cuerpo tiene 18 años, pero su mente recuerda todo lo que ha vivido hasta el momento de su muerte. Jeff se da cuenta de que, de algún modo que no entiende, «se le ha concedido» una segunda oportunidad de revivir su vida corrigiendo los errores que ha cometido, aprovechando que guarda memoria de todo. Y efectivamente, su vida acaba siendo muy diferente. Incluso pone todos los medios para evitar su muerte, que ahora sabe exactamente cuándo y cómo va a ocurrir. Pero contra todo pronóstico vuelve a morir el mismo día de 1988, a la misma hora y exactamente del mismo modo... para reaparecer en 1963.
Sí, parece El día de la marmota, pero ahí termina el parecido. La novela va en serio. Se trata de una reflexión acerca de lo que significaría que tú volvieses atrás en el tiempo cuando nadie más lo hace, cuando tu mujer ya no es tu mujer y puede que nunca lo vuelva a ser, cuando tus hijos, si los tienes, dejan de existir (es más, nunca van a existir) mientras que tú sigues adelante (aunque vuelvas atrás). Una y otra vez trata de dar un sentido a esa extraña vida para perderlo cada vez y volver a empezar. Y lo que al principio parece una bendición, una suerte, se convierte en la peor versión de la pesadilla de Sísifo.
Es una buena novela. No sé si satisfará a los amantes del género, porque en ella la ciencia ficción no es más que el subterfugio para proponer una situación inverosímil que en realidad sirve para explorar el alma humana. No sabemos por qué ocurre el replay y terminamos la novela sin descubrirlo, pero aunque el asunto intriga al principio y el protagonista se plantea varias veces la cuestión, la novela termina sin dar ninguna explicación. Pero no hace falta. Para cuando llegamos al final ya sabemos que eso es lo de menos. No sé si esto gustaría a los sci-fi fans, decía, pero a mí personalmente me gusta esa vertiente de la «ciencia ficción». Por eso me gustaron La mujer del viajero en el tiempo (con la que guarda cierta similitud, no en el detalle pero sí en el espíritu) o El libro del día del juicio final (una excusa para escribir una novela histórica desde un punto de vista contemporáneo).
Aún me quedan varias novelas más de la lista de las 30, así que... «volveré».
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