Creo que fue el título lo primero que me llamó la atención de este libro, aunque la decisión de leerlo estuvo más motivada por la buena crítica que tiene, por los comentarios sobre su originalidad y porque Primo Levi es uno de los grandes autores italianos —y yo tengo cierta debilidad por gli autori. Tenía cierta prevención: Primo Levi estuvo en Auschwitz, y con el Holocausto me pasa como con la Guerra Civil: que ya me resulta cansino. El horror de la experiencia y la compasión por las víctimas nadie las cuestiona (nadie que puede llamarse humano), pero tanta película, tanto documental, tanta novela sobre el tema... a mí me han llegado a saturar. Ya sólo leo sobre esos temas muy dosificadamente y si preveo algún enfoque original. Y este libro parecía entrar en esa categoría.
Curiosamente, Primo Levi sólo se refiere a ese «asunto» de forma tangencial, alegando que ya ha dicho todo cuanto tenía que decir en su primera novela (luego devenida trilogía). Y, para mi sorpresa, una de esas pocas referencias acaba dando lugar a uno de los episodios más interesantes del libro (el del vanadio, al que luego me referiré). Digo todo esto como aclaración de lo que podéis esperar, saliendo un poco al paso de todas las alabanzas que se han vertido sobre esta obra relacionándola con la literatura del Holocausto. Si es lo que buscáis, aquí no lo encontraréis.
El sistema periódico no es un libro fácil de clasificar. No es una autobiografía, aunque casi todos los relatos son (o parecen) autobiográficos. No es un libro de relatos, aunque varios de ellos son ficción. Tampoco es un libro sobre química, aunque la química está presente en toda la obra y es su principal leitmotiv. Para ser autobiografía, los relatos parecen demasiado anecdóticos, están demasiado dispersos en el tiempo y le falta continuidad. Para ser un libro de relatos, la diferencia entre los episodios autobiográficos y los (pocos) relatos de ficción es demasiado marcada; no hay, digamos, un estilo unificador. Y para ser un libro sobre química le falta química.
El acierto de Levi con este libro es emplear la química a la vez como una metáfora del enfrentamiento entre el hombre y la naturaleza, y como una vaga referencia para justificar los relatos y hablar de las relaciones humanas. Cada capítulo se titula con el nombre de un elemento químico. A veces éste aparece en el episodio de manera fundamental, relacionado con alguna anécdota de su vida profesional (el potasio, por ejemplo). Otras veces motiva algún relato de ficción (el plomo o el mercurio). Las más de las veces es una simple excusa que justifica hablar de un episodio que nada tiene que ver (el vanadio es paradigmático en este sentido). Y ocasionalmente el elemento se usa como metáfora (como el caso del argón, que le sirve para hablar de la proverbial «inactividad» de su parentela). Pero en todos los episodios prevalece el aspecto humano.
La prosa de Levi es de una sencillez que uno presumiría incompatible con la profundidad de sus relatos. Escribe con una tranquilidad y un equilibrio impropios de alguien que ha atravesado una experiencia vital como la suya. También hay mucha generosidad en cómo escribe sobre otras personas, incluso sobre aquéllas por las que no debería mostrarla. Pero no hay que dejarse engañar, hay mucha elipsis, mucho sentido escondido en estos relatos en apariencia simples. Por ejemplo: el vanadio, un relato donde para mí roza la genialidad. Relata en él cómo una actividad profesional le llevó a entrar en contacto con uno de los nazis del campo de concentración. Cómo maneja la situación, usando la relación profesional para aludir al pasado, cómo nos describe a este individuo y su relación con él y la de él con otros presos, y cómo resuelve el episodio (a todas luces veraz), me parece de una brillantez como pocas veces he visto en un relato tan corto. Al final no está claro qué has leído: si una intensa experiencia vital, una venganza, o la expiación de una culpa. O las tres cosas, tal es la ambigüedad del relato.
Podría seguir hablando de lo mucho que me ha gustado este libro, pero creo que ya no aportaría más que adjetivos. Sí añadiré algo más: me he agenciado su «trilogía de Auschwitz». No importa lo que dijera al principio de este post, creo que merece la pena leer una versión más, si está escrita por este hombre.
Curiosamente, Primo Levi sólo se refiere a ese «asunto» de forma tangencial, alegando que ya ha dicho todo cuanto tenía que decir en su primera novela (luego devenida trilogía). Y, para mi sorpresa, una de esas pocas referencias acaba dando lugar a uno de los episodios más interesantes del libro (el del vanadio, al que luego me referiré). Digo todo esto como aclaración de lo que podéis esperar, saliendo un poco al paso de todas las alabanzas que se han vertido sobre esta obra relacionándola con la literatura del Holocausto. Si es lo que buscáis, aquí no lo encontraréis.
El sistema periódico no es un libro fácil de clasificar. No es una autobiografía, aunque casi todos los relatos son (o parecen) autobiográficos. No es un libro de relatos, aunque varios de ellos son ficción. Tampoco es un libro sobre química, aunque la química está presente en toda la obra y es su principal leitmotiv. Para ser autobiografía, los relatos parecen demasiado anecdóticos, están demasiado dispersos en el tiempo y le falta continuidad. Para ser un libro de relatos, la diferencia entre los episodios autobiográficos y los (pocos) relatos de ficción es demasiado marcada; no hay, digamos, un estilo unificador. Y para ser un libro sobre química le falta química.
El acierto de Levi con este libro es emplear la química a la vez como una metáfora del enfrentamiento entre el hombre y la naturaleza, y como una vaga referencia para justificar los relatos y hablar de las relaciones humanas. Cada capítulo se titula con el nombre de un elemento químico. A veces éste aparece en el episodio de manera fundamental, relacionado con alguna anécdota de su vida profesional (el potasio, por ejemplo). Otras veces motiva algún relato de ficción (el plomo o el mercurio). Las más de las veces es una simple excusa que justifica hablar de un episodio que nada tiene que ver (el vanadio es paradigmático en este sentido). Y ocasionalmente el elemento se usa como metáfora (como el caso del argón, que le sirve para hablar de la proverbial «inactividad» de su parentela). Pero en todos los episodios prevalece el aspecto humano.
La prosa de Levi es de una sencillez que uno presumiría incompatible con la profundidad de sus relatos. Escribe con una tranquilidad y un equilibrio impropios de alguien que ha atravesado una experiencia vital como la suya. También hay mucha generosidad en cómo escribe sobre otras personas, incluso sobre aquéllas por las que no debería mostrarla. Pero no hay que dejarse engañar, hay mucha elipsis, mucho sentido escondido en estos relatos en apariencia simples. Por ejemplo: el vanadio, un relato donde para mí roza la genialidad. Relata en él cómo una actividad profesional le llevó a entrar en contacto con uno de los nazis del campo de concentración. Cómo maneja la situación, usando la relación profesional para aludir al pasado, cómo nos describe a este individuo y su relación con él y la de él con otros presos, y cómo resuelve el episodio (a todas luces veraz), me parece de una brillantez como pocas veces he visto en un relato tan corto. Al final no está claro qué has leído: si una intensa experiencia vital, una venganza, o la expiación de una culpa. O las tres cosas, tal es la ambigüedad del relato.
Podría seguir hablando de lo mucho que me ha gustado este libro, pero creo que ya no aportaría más que adjetivos. Sí añadiré algo más: me he agenciado su «trilogía de Auschwitz». No importa lo que dijera al principio de este post, creo que merece la pena leer una versión más, si está escrita por este hombre.
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