Amos Oz es un autor israelí de gran predicamento mundial (periodista, premio de literatura en Israel, premio Príncipe de Asturias, recurrente candiato al Nobel...). Como no había leído nada de él me animé con esta novela, que tiene sobre otras la ventaja de ser corta. Se trata de una fábula. En un pueblo imaginario no hay animales. Ninguno. Ni cucarachas. Los niños jamás han visto un animal, y si saben de ellos es por lo que les cuenta la maestra. Algo ocurrió en el pasado que hizo que los animales desaparecieran de la noche a la mañana; algo que lo adultos saben pero de lo que no quieren hablar, porque les avergüenza. Adentrarse de noche en el bosque es peligroso. A quien lo hace le ocurren cosas extrañas y la gente le da la espalda. Y es que en este pueblo ser distinto es muy chungo: todo el mundo se burla de quien no se ajusta a la norma. Como es de esperar, hay alguien —un par de niños en este caso— que decide averiguar qué pasa internándose en el bosque. Y acaban resolviendo el misterio.
Pues vale.
A mí la historia me deja frío. La fábula tiene «recao», claro. Y a poco que lo piensas y teniendo en cuenta la nacionalidad del autor, no es difícil imaginárselo. ¿Y? Supongo que si eres israelí y con una cierta sensibilidad el cuento te puede llegar. A mí no me dice nada. Despojada del significado, la historia resulta infantil. Está, además, escrita en un lenguaje barroco, con pretensiones poéticas, que a mí me acaba cargando.
Total, que la acabé porque era corta, pero cien páginas más y no me quedo a averiguar qué les pasó a los animales. Y podría haber tenido cien páginas más, porque de hecho la historia se podría haber contado en muchas menos. Quizá como relato corto (muy corto, con más elipsis y tal) habría funcionado. Pero a mí me ha dado la sensació de que Oz hace la goma.
Así que ni la historia, ni los personajes, ni la manera de escribir... ni por supuesto el «recao». La producción de Amos Oz es grande, e imagino que esto no será lo más representativo que ha escrito. Pero me temo que hemos empezado con mal pie.
Pues vale.
A mí la historia me deja frío. La fábula tiene «recao», claro. Y a poco que lo piensas y teniendo en cuenta la nacionalidad del autor, no es difícil imaginárselo. ¿Y? Supongo que si eres israelí y con una cierta sensibilidad el cuento te puede llegar. A mí no me dice nada. Despojada del significado, la historia resulta infantil. Está, además, escrita en un lenguaje barroco, con pretensiones poéticas, que a mí me acaba cargando.
Total, que la acabé porque era corta, pero cien páginas más y no me quedo a averiguar qué les pasó a los animales. Y podría haber tenido cien páginas más, porque de hecho la historia se podría haber contado en muchas menos. Quizá como relato corto (muy corto, con más elipsis y tal) habría funcionado. Pero a mí me ha dado la sensació de que Oz hace la goma.
Así que ni la historia, ni los personajes, ni la manera de escribir... ni por supuesto el «recao». La producción de Amos Oz es grande, e imagino que esto no será lo más representativo que ha escrito. Pero me temo que hemos empezado con mal pie.
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