Will Self es uno de los autores británicos de moda. Vende mucho en su país, ha estado recientemente cerca de ganar el Booker y tiene seguidores incondiconales por todo el mundo. Sus novelas son fantásticas, ambientadas en Londres y los temas que trata están muy relacionados con la psiquiatría y el consumo de estupefacientes. Todo esto lo he leído por ahí, pero podría ser una descripción de Grandes simios, la novela que traigo hoy aquí.
Simon Dykes es un pintor famoso muy dado a beber y a consumir drogas de todo tipo en sus parrandas con sus amigotes. Tras una de ellas se despierta en la cama de su novia para descubrir que Londres se ha convertido en «el planeta de los simios», y que tanto él como su novia son ahora chimpancés. Como entra en pánico lo ingresan en el ala de psiquiatría de uno de los cutres hospitales londinenses para estudiar por qué el chimpancé Simon Dykes, famoso artista, está convencido de que antes era humano. Porque una cosa está clara: los humanos nunca han llegado evolutivamente más allá de ser una versión estúpida del chimpancé. Y desde luego, ni se comunican ni tienen una elaborada estructura social, como sí la tienen los chimpancés.
Aunque el argumento apunta a que el cóctel de drogas ha creado una alucinación en la mente de Simon, desde el mismo prólogo está claro que no, que es al contrario: la alucinación es haberse creído humano. El argumento de la novela es una excusa para describir un Londres dominado por los chimpancés, donde su idiosincrasia particular se superpone a una civilización como la nuestra. Los chimpancés hablan por gestos, mantienen sus estrictas jerarquías, son violentos, se tocan constantemente (con las cuatro manos) y follan como si no hubiera un mañana y sin ningún tipo de tabú (aquí creo que el autor ha mezclado la etología de los chimpancés y la de los bonobos —que en la novela hacen el papel de «negros»—, pero bueno...). Al mismo tiempo, los chimpancés viajan en coche, metro y autobús, andan con traje y corbata (pero sin pantalones, para verse y tocarse mejor culo y genitales), van a fiestas, viven en casas, hablan por videoteléfono (por gestos, claro), etc. Es una especie de mundo al revés, un «planeta de los simios» llevado a sus últimas consecuencias. Toda la gracia de la novela está ahí: en la descripción de esa sociedad (¿distópica?), para la que la excusa de recuperar la «chimpanidad» del simio que se cree humano viene pintiparada.
La novela no está mal, está bien escrita y resulta curiosa y entretenida. Como parodia social, sátira, reflexión acerca de la idiosincrasia humana y tal, a mí se me hace un poco pobre. Creo que en ese aspecto la novela está escrita por un londinense para londinenses. Es muy probable que para la mentalidad inglesa (particularmente la de la gente de Londres), con sus rígidas convenciones sociales, sus relaciones tan formales, su fobia al contacto, etc., la sociedad de chimpancés que describe Self resulte más chocante que lo que me ha resultado a mí. Yo al principio la he encotrado graciosa, luego curiosa y por último cargante (porque acaba repitiendo tics ad nauseam). Con todo la novela se deja leer y tiene algún que otro momento, pero no despierta las ganas de leer más cosas de este autor.
Simon Dykes es un pintor famoso muy dado a beber y a consumir drogas de todo tipo en sus parrandas con sus amigotes. Tras una de ellas se despierta en la cama de su novia para descubrir que Londres se ha convertido en «el planeta de los simios», y que tanto él como su novia son ahora chimpancés. Como entra en pánico lo ingresan en el ala de psiquiatría de uno de los cutres hospitales londinenses para estudiar por qué el chimpancé Simon Dykes, famoso artista, está convencido de que antes era humano. Porque una cosa está clara: los humanos nunca han llegado evolutivamente más allá de ser una versión estúpida del chimpancé. Y desde luego, ni se comunican ni tienen una elaborada estructura social, como sí la tienen los chimpancés.
Aunque el argumento apunta a que el cóctel de drogas ha creado una alucinación en la mente de Simon, desde el mismo prólogo está claro que no, que es al contrario: la alucinación es haberse creído humano. El argumento de la novela es una excusa para describir un Londres dominado por los chimpancés, donde su idiosincrasia particular se superpone a una civilización como la nuestra. Los chimpancés hablan por gestos, mantienen sus estrictas jerarquías, son violentos, se tocan constantemente (con las cuatro manos) y follan como si no hubiera un mañana y sin ningún tipo de tabú (aquí creo que el autor ha mezclado la etología de los chimpancés y la de los bonobos —que en la novela hacen el papel de «negros»—, pero bueno...). Al mismo tiempo, los chimpancés viajan en coche, metro y autobús, andan con traje y corbata (pero sin pantalones, para verse y tocarse mejor culo y genitales), van a fiestas, viven en casas, hablan por videoteléfono (por gestos, claro), etc. Es una especie de mundo al revés, un «planeta de los simios» llevado a sus últimas consecuencias. Toda la gracia de la novela está ahí: en la descripción de esa sociedad (¿distópica?), para la que la excusa de recuperar la «chimpanidad» del simio que se cree humano viene pintiparada.
La novela no está mal, está bien escrita y resulta curiosa y entretenida. Como parodia social, sátira, reflexión acerca de la idiosincrasia humana y tal, a mí se me hace un poco pobre. Creo que en ese aspecto la novela está escrita por un londinense para londinenses. Es muy probable que para la mentalidad inglesa (particularmente la de la gente de Londres), con sus rígidas convenciones sociales, sus relaciones tan formales, su fobia al contacto, etc., la sociedad de chimpancés que describe Self resulte más chocante que lo que me ha resultado a mí. Yo al principio la he encotrado graciosa, luego curiosa y por último cargante (porque acaba repitiendo tics ad nauseam). Con todo la novela se deja leer y tiene algún que otro momento, pero no despierta las ganas de leer más cosas de este autor.
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