Si lo que un argentino entiende por una canción de amor es un tango, imaginaos lo que sería en sus manos un guión tarantiniano. Pues eso es Plata quemada. Quítale a Tarantino el humor negro, la narración desenfadada, los diálogos surrealistas y la violencia glamurosa y cámbialos por ese sentido trágico de la existencia tan argentino. Añade, además, un poco de sordidez y tendrás una versión moderna de una tragedia griega con acento porteño. Así es esta novela.