Habiendo leído Imperium de Rober Harris, del que ya he escrito una entrada aquí, me quedé con ganas de leer su continuación y descubrí, para mi decepción, de que todavía no habían aparecido sus dos secuelas (es una trilogía) sobre las “aventuras” de Cicerón, así que me puse a buscar si había algo más de Harris y encontré dos novelas: Pompeya (que versa sobre la famosa erupción, y no se nada más, pues lo tengo en tareas pendientes) y El hijo de Stalin. Así que después de leerme algún libraco reseñado en este blog, decidí, dada la buena sensación que me dejó Imperium, probar suerte con Harris otra vez. Dado que la historia de la URSS es algo que queda “cerca”, elegí El hijo de Stalin.
Tengo que decir, que aunque me gustó, el libro no era ni por aproximación lo que yo me pensaba que era. La historia comienza con la narración por parte de un tal Rapava de los hechos que ocurrieron en la víspera de la muerte de Stalin al personaje principal: un famoso profesor de Oxford, residente en Nueva York y escritor de cierto éxito, el cual se supone que es todo un experto en Stalin. La historia que le cuenta Rapava, que había sido el guardaespaldas más joven de Beria (el todo poderoso jefe de la seguridad soviética en los tiempos de Stalin, la NKVD, precursora de la KGB), es que Beria, había robado a un moribundo Stalin una llave que abría la caja fuerte del susodicho de donde sustrae un cuaderno, que se supone que es el diario personal donde Stalin ha hecho las anotaciones de sus últimos años. Aquí Harris aprovecha para contarnos el golpe magistral de Jruschov, Zhukov y otros de los líderes soviéticos para cargarse a Beria, acusándolo de enemigo del pueblo, y…. Bueno el resto de esa introducción os la dejo para que la disfrutéis (son unas pocas páginas —10%— del principio, necesarias para meternos en la trama real del libro). Después de contarle toda la historia, Rapava desaparece sin dejar rastro, aunque dejando algunas más que sospechosas pistas: cierta caja de cerillas, una hija “puta” y un hijo “muerto” (eso me suena de más de una peli).
La acción del libro tiene lugar a finales de los 90, con el amigo Eltsin en el poder, una Rusia con unas desigualdades tremendas, con una aparente democracia… y con un Symposium de historia del Partido Comunista de la URSS con eruditos occidentales… Nuestro personaje principal es un inglés, el Dr. C. R. A. Kelso, “al que todos llamaban Chiripa, que significa “golpe de suerte”. Este es un mujeriego empedernido, bebedor si es necesario, que ha pasado años en Moscú estudiando lo que ha podido en los archivos sobre la personalidad de Stalin (Harris aprovecha para deleitarnos con varias frases del jefe del Soviet Supremo como esta: “Elegir la víctima, preparar minuciosamente los planes, consumar una venganza implacable y después irse a dormir... no hay nada más dulce en el mundo”. Cuan fiable es la frase, no lo sé, pero no me extraña nada que lo dijera.
El caso es que Chiripa no puede evitar pensar que Rapava, su desconocido confidente, tiene el famoso diario de Stalin así que…
No puedo seguir, a no ser que queráis que os destroce el libro. A partir de este momento empiezan a aparecer personajes (relevantes, en la historia) que conducen a Chiripa en su búsqueda hasta que, ¡cómo no! encuentra el famoso cuaderno perdido de Stalin. Lo que lee da a la historia un giro inesperado (estamos casi en la mitad del libro). La descripción de la Rusia de finales de los 90 es muy buena, la nostalgia por el pasado, la prostitución de alto “estanding”, la policía sin medios, las amenazas mafiosas…
Aunque el libro es más un thriller que una novela histórica, me lo pasé muy bien. A veces intuía lo que iba a pasar pero… Lo dejo, no sigo. Os lo recomiendo para una lectura de fin de semana, sin mucha más pretensión que la de pasar un rato entretenido con una novela correcta y con personajes no muy complejos, pero por lo menos creíbles.
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