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martes, 24 de junio de 2014

Los cuerpos extraños, de Lorenzo Silva

Terminada de leer esta séptima novela de la saga Bevilacqua-Chamorro, parece un buen momento para abandonarla definitivamente, dado que está claro que no da más de sí. Esta vez la pareja (extendida, porque desde hace un par de novelas el equipo cuenta con más gente) se enfrenta a un crimen con un trasfondo de corrupción política. La trama no es ni más ni menos interesante que cualquier otro crimen novelístico (si acaso algo oportunista), pero su resolución, como viene ocurriendo en las últimas novelas, descansa sobremanera en un despliegue de «magias» tecnológicas a la manera de un capítulo del CSI, donde siempre hay un liquidito morado que detecta la pista clave. Escuchas autorizadas a tutiplén a quien sea menester; ordenadores hackeados como el que abre un bote de colacao; subalternos que curran como y cuando haga falta, y que ríete tú de los de Grissom, y colaboración local sin reservas. Razones, éstas, similares a las que hicieron que dejara de ver el CSI o a las que me hacen evitar la literatura fantástica (donde una pócima adecuada obra milagros). Sé que todo esto tiene su  público, porque vivimos una edad de oro de las historias de crímenes (series, novelas, películas...) y a mucha gente le va el rollo (a mi señora, sin ir más lejos), pero yo no me cuento entre ellos.

domingo, 2 de diciembre de 2012

La marca del meridiano, de Lorenzo Silva

Sexta entrega (dejando aparte la colección de relatos cortos) de la pareja de detectives picoletos.  Y galardonada, además, con el Planeta 2012. No voy a entrar a valorar el premio. De todos es sabido que se desprestigió bastante cuando se descubrió que en varias ocasiones estuvo amañado. La sospecha cundió cuando empezaron a recibirlo una retahíla de novelistas consagrados. No voy a afirmar que en todos esos casos hubo fraude, entre otras cosas porque no lo sé. Además, muchos de esos escritores ganaron el premio con grandes novelas, con lo que, si lo hubo, al menos ellos cumplieron su parte con creces. Es el caso de Torrente Ballester o de Vargas Llosa. Hubo otros, en cambio, que dieron el cante. Cela fue el más notorio, porque en su caso ni siquiera hay certeza de que él mismo escribiera la novela. Silva es un autor consagrado y eso, dados los antecedentes, da que pensar. Parafraseando al Marqués de Ahumada —con una cita extraída de esta misma novela—, el prestigio «una vez perdido jamás se recupera». En descargo de Silva he de decir que, en todo caso, con esta novela entraría honradamente en el primer grupo de autores. Recaiga, pues, la duda en la editorial que convoca el premio.

domingo, 15 de agosto de 2010

La estrategia del agua, de Lorenzo Silva

Me hice fan de las peripecias de este par de picoletos como mucha gente: tras leer El alquimista impaciente, el segundo libro de la saga. A su lectura le siguieron el primero, El lejano país de los estanques, y el tercero, La niebla y la doncella. No soy aficionado a la novela negra, pero los tres libros me encantaron. Y la razón es que lo que básicamente busco en cualquier libro, sea novela negra, de ciencia ficción o literatura seria, son personajes creíbles e interesantes. La trama de la novela (especialmente las de crímenes) me trae un poco sin cuidado en tanto que los personajes molen. Y el (entonces) sargento Bevilacqua y la (entonces) guardia Chamorro molaban, y mucho. Era muy fácil identificarse con ellos, con su forma de ver las cosas y de enfrentarse al mundo. Bevilacqua es un genuino especimen de mi generación, y eso crea una sintonía especial con el personaje que hace que guste a los que, como yo, saben quién es Koji Kabuto.

A raíz de estos libros he leído más cosas de Lorenzo Silva y, sin que me hayan gustado todas por igual, Silva se ha convertido en uno de los autores a los que sigo. Por eso me cuesta hacer una crítica negativa de este libro. Y es que, con franqueza, me ha decepcionado bastante. El problema no es la historia: la trama está bastante currada y consigue mantener el interés. El problema (para mí) es que los personajes han dejado de ser ellos mismos para convertirse en meros instrumentos de esa trama. Es verdad que aparecen detalles de su vida al margen del caso, y de que hay alguna escena en el libro que intenta trabajar la relación entre ellos, pero han dejado de ser los verdaderos protagonistas en favor del caso policiaco en el que trabajan. Hay personajes nuevos, pero tienen muy poca profundidad para que atraigan interés (insisto: el mío). El libro gustará a los lectores asiduos de novela negra (aunque hay que admitir que los picolos van un tanto demasiado sobrados de buena suerte en este caso), pero para mí lo que tenía interés en las tres primeras novelas, ha desaparecido. Ya no son Bevilacqua y Chamorro trabajando en un caso, sino un caso en el que trabajan Bevilacqua y Chamorro.

No se trata de un problema de esta novela solamente: hay un punto de inflexión a partir del libro de relatos sobre estos personajes Nadie vale más que otro, cuatro asuntos de Bevilacqua, que afecta, además de a esta, a la novela que la precedió: La reina sin espejo. Hay un claro desplazamiento del centro de interés de los personajes a la trama. Para ser justos he de decir que seguramente me lea la siguiente novela de Silva de esta saga (que, a juzgar por lo que me dijo una vez que hablé con él, todavía tiene intención de continuar), así que realmente no es tan mala como mi comentario pueda hacer pensar. Es solo que en esta relación (la mía con los personajes) se ha perdido la chispa del principio...