Sexta entrega (dejando aparte la colección de relatos cortos) de la pareja de detectives picoletos. Y galardonada, además, con el Planeta 2012. No voy a entrar a valorar el premio. De todos es sabido que se desprestigió bastante cuando se descubrió que en varias ocasiones estuvo amañado. La sospecha cundió cuando empezaron a recibirlo una retahíla de novelistas consagrados. No voy a afirmar que en todos esos casos hubo fraude, entre otras cosas porque no lo sé. Además, muchos de esos escritores ganaron el premio con grandes novelas, con lo que, si lo hubo, al menos ellos cumplieron su parte con creces. Es el caso de Torrente Ballester o de Vargas Llosa. Hubo otros, en cambio, que dieron el cante. Cela fue el más notorio, porque en su caso ni siquiera hay certeza de que él mismo escribiera la novela. Silva es un autor consagrado y eso, dados los antecedentes, da que pensar. Parafraseando al Marqués de Ahumada —con una cita extraída de esta misma novela—, el prestigio «una vez perdido jamás se recupera». En descargo de Silva he de decir que, en todo caso, con esta novela entraría honradamente en el primer grupo de autores. Recaiga, pues, la duda en la editorial que convoca el premio.
Ya comenté la novela que precede a ésta, La estrategia del agua, y mi valoración de esta nueva entrega es bastante parecida a la que hice de aquélla. Comentaba allí que el foco de atención se había desplazado de los personajes a los hechos, y que eso, a mí personalmente, me había decepcionado. Esta novela viene a confirmar ese nuevo enfoque de la saga. Y eso que el arranque de la novela no puede ser más prometedor. En un brillante primer capítulo parece que el centro de la historia va a volver a ser la relación personal entre Bevilacqua y Chamorro. Pero no es así y en seguida la novela toma los derroteros de un capítulo del CSI. En el caso salen a la luz historias pasadas del ahora brigada Bevilacqua, historias turbias que al final de la novela confiesa a sus compañeros (sí, el guardia Arnau apareció en la anterior entrega para quedarse). Pese a ello, el episodio no deja de ser un añadido, algo así como un intento de humanizar al protagonista para que no parezca un detective sabelotodo y ya está. Y Bevilacqua aún tiene más relieve porque narra en primera persona, pero Chamorro, y no digamos Arnau, son planos; nada más que meras comparsas de cuyas vidas, pensamientos o sentimientos sabemos poco o nada. Para colmo, el tono se ha vuelto extremadamente melancólico. ¿Dónde están el humor, el sarcasmo y la ironía que rebosaban las primeras novelas y que a mí me engancharon a la saga? ¿Dónde quedan aquellas vigilancias en playas nudistas, aquellos intentos de colarse en discotecas de moda, aquellas burlas de los conductores que no se atreven a adelantar a un coche de la Guardia Civil en autovía? En definitiva, ¿dónde ha quedado toda la diversión y la originalidad de estos personajes? Parece como si la edad les hubiera caído como una losa, como si la gente entre los 40 y los 50 hubiera de volverse triste y reflexiva, o como si el pesimismo del momento que vivimos hubiese contagiado a los protagonistas.
Por contra he de decir que la trama policial es muy buena. Compleja, difícil de resolver, con implicaciones de toda índole y, sobre todo, creíble. Casi se podría afirmar que el personaje mejor trabajado de la novela es el muerto. La víctima, un guardia civil retirado que se dedicaba a la seguridad privada para poder pagar la hipoteca, que un día aparece muerto y torturado colgado de un puente, y que resulta ser el mentor de Bevilacqua cuando era un chusquelín en el cuerpo, se nos dibuja a lo largo del relato como alguien carismático, que anduvo en la zona de sombras entre la honradez y el delito y que, pese a ello, desde la tumba mantiene una cierta altura moral. Creo que los amantes de la novela policiaca, los seguidores asiduos de Colombo, del CSI y de otras series del género, van a disfrutar con esta novela.
A mí lo único que me queda por hacer en esta entrada es esto: Lorenzo, si me estás leyendo, por favor reléete tus propias novelas, las tres primeras. Imbúyete del espíritu que se respiraba en ellas. Sacude a tus personajes, espabílalos, que se te están adocenando. Complícales la vida, porque no hacen más que trabajar y ver series. Que la vida no se acaba a los 50 (o eso quiero creer). Vale.
Buen post, aunque demasiado condescendiente.
ResponderEliminarFrancamente lo del Premio Planeta debería ser un lastre, este año han vuelto a repetir el mismo "paripé" comercial y pago de favores.
A mi esta novela me pareció una trama aburrida, (aunque está bien narrada), y los personajes como dices "planos". Bevilacqua me resulta un tipo corto, simple y pelota, además de que no me cuadra un guardia civil en un personaje así. En definitiva, creo que para todos los lectores de este genero que hay en España, el nivel de autores es bastante bajo.
Te dejo aquí una opinión que acabo de leer en otro foro, con la que estoy de acuerdo en todo:
«¿Esta novela es un truño o me lo parece a mi? Me ha recordado los tiempos del "insti" cuando me mandaron leer "Los mares del sur" de Vázquez Montalbán, que me dieron ganas de tirarle el libro a la cara a mi maestra de literatura por hacerme perder el tiempo leyendo basura. Aquel lo acabé por obligación y este para poder hablar con conocimiento de causa.
Aunque por supuesto es mi opinión y por lo tanto subjetiva. Lo valoro con un 5 sobre 10, porque técnicamente está bien escrito y sin faltas de ortografía.
Si hubiera tenido que pagar por él, hubiera ido a la librería a que me devolvieran el dinero»,
Concedo. Es que tengo debilidad por Silva y por estos personajes, porque disfruté mucho sus tres primeras novelas, y no pierdo la esperanza de que remonte, pese a que las dos últimas novelas no dan muchas esperanzas. Si no fuera por eso, tal vez mi reseña habría sido más demoledora.
ResponderEliminarPero me gusta que se expresen otras opiniones, que si no parece que estoy sentando cátedra.