Este libro, de reciente publicación (2011), recoge los hallazgos de toda una vida del psicólogo de la conducta Daniel Kahneman. Kahneman recibió el Nobel de Economía en 2002 por sus trabajos conjuntos con Amos Tversky (fallecido en 1996) que condujeron a la teoría de la expectativa, formulada en 1979. Por sorprendente que parezca, la teoría de la expectativa es simplemente una formalización del hecho (que yo creo que a todos nos resulta natural) de que las ganancias o las pérdidas no tienen sentido en valor absoluto sino que dependen del punto de referencia. En otras palabras, no nos resulta igual de interesante ganar 1000 € cuando sólo se tienen otros 1000 € que cuando se tiene un millón de €. Parece obvio, pero los economistas en 1979 (y muchos hasta hoy) estaban anclados en la teoría de la utilidad, es decir, que tomamos decisiones estratégicas para maximizar nuestras ganancias, independientemente de nuestra condición inicial. Kahneman y Tversky mostraron que este comportamiento era así mediante numerosos experimentos hasta acumular evidencia abrumadora en favor de su teoría. El que el libro me lo recomendase mi anfitrión en Cambridge del pasado verano, el prestigioso economista Sanjeev Goyal, es una prueba más de la aceptación que finalmente han conseguido estas ideas entre los economistas "mainstream".
El libro que comento es, como ya he dicho, un resumen de toda una vida, y es francamente interesante, aunque contiene tanto material que a veces se pierde uno leyéndolo. Tras casi 50 años de carrera, Kahneman describe nuestra manera de tomar decisiones en términos de dos sistemas: el sistema 1, que toma decisiones muy rápidamente y basado en muy poca evidencia (el acrónimo WYSIATI, "What You See Is All There IS", aparece muy a menudo a lo largo del libro, queriendo decir que el sistema 1 asume que lo que sabe es todo lo que se puede saber para tomar su decisión), mientras que el sistema 2 es el que se encarga del razonamiento en serio, analizando toda la evidencia, buscando nuevas alternativas, etc. Problema: el sistema 2 es, muy, muy "vago" y en general el sistema 1 es el que toma nuestras decisiones. Y claro, éstas, que en ocasiones vienen muy bien, resultan ser completamente absurdas de vez en cuando. Esta visión de dos sistemas se complementa con otra, de nuestro yo, en el "yo que experimenta" y el "yo que recuerda", de la que resulta que muy a menudo tomamos decisiones guiados por el "yo que recuerda" que no son ni de lejos las mejores; aquí hay un video de una charla TED del propio Kahneman sobre el tema.
Podría dar montones de ejemplos de estas cosas, pero para eso ya está el propio libro. Simplemente voy a destripar uno de sus experimentos, que me parece que muestra nuestra "absurdez" elevada al cubo. En un experimento, se pide a una persona que meta la mano en agua a 14º durante un minuto. La sensación es, lógicamente, de dolor. Sobre esa base, se hacen dos tratamientos: uno, en el que el experimento termina al minuto, y otro, en el que el experimento continúa otros treinta segundos durante los cuales se informa al sujeto de que la temperatura subirá 1º al final del medio minuto. Hechos los dos tratamientos, se pregunta a los sujetos: "Si te digo que tenemos que repetir uno de los dos experimentos, ¿cuál prefieres que sea?" La gran mayoría elige... el segundo, el que dura 30 segundos adicionales. ¿Por qué? Porque el recuerdo es más agradable, ya que el "yo que recuerda" manda y sólo se fija en el pico de dolor y en cómo acabó la experiencia. Cuando lo leí no daba crédito, pero cuando uno piensa, encuentra montones de situaciones cotidianas en las que elegimos de esta manera absurda... (El caso de los vendajes de Dan Ariely, autor del que ya se ha hablado en este blog, es otro buen ejemplo).
La estructura en dos sistemas y los cortocircuitos que el sistema 1 hace para proporcionar respuestas rápidas (rapidez para la que es fácil encontrar justificaciones evolutivas) conducen a toda una serie de influencias sobre nuestras decisiones que son las que va recogiendo Kahneman capítulo a capítulo. Altamente recomendable si uno quiere entender por qué hacemos las tonterías que hacemos. Pero que nadie piense que eso le va a ayudar a no hacerlas: el propio Kahneman da abundantes ejemplos propios en los que él sabe que su decisión está influida por cuestiones espurias y, sin embargo, es incapaz de evitarlas (la discusión sobre los juicios de los expertos, incluido él mismo, es impagable). ¡Siempre está bien darse cuenta al menos de que uno hace el tonto!
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