En pocas palabras, acabo de leer un “Perdidos”. Resumo brevemente el argumento. Una panda de examigos, todos cuarentones sobrados, que no se ven desde hace años, se reúnen de nuevo en una excursión de fin de semana en mitad del monte —donde iban con frecuencia— para cumplir una promesa que se hicieron hace veintitantos años. Cuando se separaron lo hicieron de mal rollo, jugándole una mala pasada a uno de ellos, un tipo un tanto meapilas. A la reunión asisten todos menos éste, que a pesar de haber jurado que vendría, finalmente no aparece. La primera noche hay un extraño resplandor y todos los aparatos eléctricos dejan de funcionar. Y a partir de ese momento, lo que era una reunión de examigos se convierte en una desesperada odisea de supervivencia.
La novela es mala por multitud de razones. Para empezar, los personajes son ridículos y su relación absurda. Unos tipos que no se ven hace más de veinte años y empiezan tratándose como si acabaran de haberse separado hace un par de días. Por no hablar del rollo adolescente que tienen entre sí, pese a haber varios divorciados y con hijos. La única medio sensata que se sale de este esquema es la novia (en realidad postiza) de uno de ellos, que no tiene nada que ver con esta panda ni por relación ni por generación (tiene veintitantos años).
Por otro lado está la historia. Algo anormal ocurre que nadie entiende —porque no tiene explicación racional posible— y cuyo misterio planea durante toda la novela. No solo eso: como diría Tarantino “that's the fucking point”, porque no hay capítulo en el que alguno de los personajes no aventure una hipótesis. Y ahí está el problema. Si terminas la novela, cuyo peso has hecho recaer en ese preciso elemento de la trama, resolviéndolo mal (como por otra parte se va intuyendo a cada capítulo que avanzas), la has cagado. Has hecho un “Perdidos”. Has malgastado el tiempo de quien incautamente (yo) ha pensado que la novela podría ser interesante (no es culpa mía, por cierto, sino una mala recomendación de un blog del que he sacado mejores sugerencias). Sí, ya sé, ya sé. Alguien podría estar pensando “pues hay historias basadas en un misterio inexplicable que son obras maestras de la literatura”, y me podría traer a colación La metamorfosis de Kafka o Casa tomada de Cortázar, por mencionar dos ejemplos muy obvios. Pues no tienen nada que ver, me temo. En estas historias el surrealismo de la situación se asume sin más, y lo que importa, lo que mueve la trama, es cómo los personajes se desenvuelven en esa situación anómala y lo que ésta implica para sus vidas. Nadie intenta explicar lo inexplicable. Si alguien piensa que esta es la forma en que hay que mirar esta novela se equivoca de parte a parte. Quítale el misterio y te has quedado sin novela.
Al parecer el autor es un reciente descubrimiento editorial al que no le ha llegado la vocación hasta los cuarenta años. Esta novela, con la que se “desvirgó” en el negocio, está catalogada como thriller psicológico, como una historia inquietante. Francamente, lo único que tiene de inquietante es ver acercarse el final e intuir el fiasco que va a ser. Por lo demás, es incluso aburrida, que ya es lo último en este tipo de ficción. Monteagudo ha escrito (y le han publicado) al menos tres novelas más. No voy a juzgar toda su obra por una novela debutante fallida, pero no voy a ser yo quien lo siga explorando.
La novela es mala por multitud de razones. Para empezar, los personajes son ridículos y su relación absurda. Unos tipos que no se ven hace más de veinte años y empiezan tratándose como si acabaran de haberse separado hace un par de días. Por no hablar del rollo adolescente que tienen entre sí, pese a haber varios divorciados y con hijos. La única medio sensata que se sale de este esquema es la novia (en realidad postiza) de uno de ellos, que no tiene nada que ver con esta panda ni por relación ni por generación (tiene veintitantos años).
Por otro lado está la historia. Algo anormal ocurre que nadie entiende —porque no tiene explicación racional posible— y cuyo misterio planea durante toda la novela. No solo eso: como diría Tarantino “that's the fucking point”, porque no hay capítulo en el que alguno de los personajes no aventure una hipótesis. Y ahí está el problema. Si terminas la novela, cuyo peso has hecho recaer en ese preciso elemento de la trama, resolviéndolo mal (como por otra parte se va intuyendo a cada capítulo que avanzas), la has cagado. Has hecho un “Perdidos”. Has malgastado el tiempo de quien incautamente (yo) ha pensado que la novela podría ser interesante (no es culpa mía, por cierto, sino una mala recomendación de un blog del que he sacado mejores sugerencias). Sí, ya sé, ya sé. Alguien podría estar pensando “pues hay historias basadas en un misterio inexplicable que son obras maestras de la literatura”, y me podría traer a colación La metamorfosis de Kafka o Casa tomada de Cortázar, por mencionar dos ejemplos muy obvios. Pues no tienen nada que ver, me temo. En estas historias el surrealismo de la situación se asume sin más, y lo que importa, lo que mueve la trama, es cómo los personajes se desenvuelven en esa situación anómala y lo que ésta implica para sus vidas. Nadie intenta explicar lo inexplicable. Si alguien piensa que esta es la forma en que hay que mirar esta novela se equivoca de parte a parte. Quítale el misterio y te has quedado sin novela.
Al parecer el autor es un reciente descubrimiento editorial al que no le ha llegado la vocación hasta los cuarenta años. Esta novela, con la que se “desvirgó” en el negocio, está catalogada como thriller psicológico, como una historia inquietante. Francamente, lo único que tiene de inquietante es ver acercarse el final e intuir el fiasco que va a ser. Por lo demás, es incluso aburrida, que ya es lo último en este tipo de ficción. Monteagudo ha escrito (y le han publicado) al menos tres novelas más. No voy a juzgar toda su obra por una novela debutante fallida, pero no voy a ser yo quien lo siga explorando.
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