Ya es un tópico decir aquello de que la realidad supera la ficción, pero el tópico adquiere una dimensión especial cuando la realidad se localiza en un país que ha creado una religión en torno a un futbolista... vivo. Santa Evita es una gran novela que explora, de manera metafórica pero no por ello menos profunda, las consecuencias de la irrupción en la historia argentina del personaje que le da título. Porque en Argentina hubo, y sigue habiendo, un antes y un después de Evita y, si me apuráis, me atrevería a sugerir que una buena parte de sus males (males políticos) se deben al «efecto Evita». A veces, en la historia de un país, o incluso del mundo, aparece un personaje que, como el Mulo de Fundación e Imperio, tiene la capacidad de distosionar su discurrir natural. Evita es «el Mulo» de Argentina.
Tomás Eloy Martínez (un magnífico novelista al que acabo de descubrir) tardó años en empezar a escribir esta novela. Sabía lo que quería contar, pero no cómo hacerlo y el asunto llegó a obsesionarlo tanto que se sintió afectado por «la maldición de Evita». Por fin tuvo una revelación que le llevó a plantear la novela desde la muerte de Evita, hacia adelante por un lado, contando el periplo de su cadáver y las consecuencias que tuvo para todo el que tuvo contacto con él, y hacia atrás por otro, indagando en la historia real del personaje, desde sus años de esplendor hasta sus orígenes humildes. Y además, decidió contar todo esto en la propia novela, dando así lugar al ejemplo más antiguo de los que a mí me constan de la forma metaliteraria de narrar que tanto nos encandiló en HHhH.
En Santa Evita conocemos, en rápidas y dispersas pinceladas, cómo una chica de pueblo, hija bastarda de un terrateniente, emigró a Buenos Aires apadrinada por un cantante famoso, donde intentó, con poco éxito, abrirse camino como actriz, hasta que tuvo el encuentro con Perón que cambio su vida, convirtiéndola en la primera dama del país en una época en la que Argentina era una potencia económica mundial. También conocemos por la novela la forma de actuar que la convirtió en ídolo de masas: Evita era como Papá Noel para los pobres, les regalaba casas, dinero, les hacía todo tipo de favores a cambio de su devoción. Dedicaba varias horas al día a recibir las peticiones de sus «grasitas», como ella los llamaba, que hacían colas de días para contarle sus problemas. Perón se valió de esa devoción popular para encumbrarse. A los discursos de la pareja acudían masas enfervorizadas que gritaban «Evita, Evita» todo el tiempo, como si fuera una estrella de rock. Tomás Eloy cuenta que casi cualquier familia argentina tiene alguna deuda con la «Santa», y eso mantiene el peronismo vivo aún hoy, casi setenta años después de su muerte.
Porque Evita murió en el apogeo de su éxito, y con ella cayó Perón. Y los militares que tomaron el poder se encontraron con el problema de qué hacer con el cadáver. Dado que se pretendía borrar la memoria del peronismo, enterrarla en un sitio conocido habría sido como crear un santuario peronista. Así que conciben una compleja operación para deshacerse del cadáver sin crear una revuelta popular. El problema se complica, además, porque nada más morir Evita es embalsamada por un famoso embalsamador español quien, al parecer, hizo un trabajo tan magnífico que el cadáver desasosegaba a todo el que lo veía porque parecía dotarla de un aura. La novela es, sobre todo, la historia del cadáver de Evita desde que muere, en 1952, hasta que le devuelve a su marido ya en los años 70, y la historia del impacto que tuvo en todas las personas que trataron directa o indirectamente con él (incluso el propio autor de la novela); la historia de la «maldición de Evita».
La novela es muy buena. Aparte de que la historia es tan surrealista que hay que recordarse a menudo que son hechos reales y documentados, está magnificamente construida, tanto en su concepción global, mezclando pasado y futuro con los propios planteamientos narrativos del autor, como en la narración episódica y el análisis de personajes. Tomás Eloy Martínez es un autor que voy a tener que explorar más en profundidad.
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