domingo, 3 de enero de 2016

Buenos presagios, de Terry Pratchett y Neil Gaiman

Decir que esta novela es una versión delirante del Apocalipsis sería una estupidez, porque la famosa comedia negra de San Juan (quien al parecer seguía una dieta de hongos en su prisión de Patmos) ya es bastante delirante de por sí. Lo que sí se puede decir de Buenos presagios es que es una versión mucho más divertida que la original. Terry Pratchett, famoso por su saga sobre Mundodisco, y Neil Gaiman, conocido novelista gráfico (en terminología hipster) por estos lares, son dos de los muchos autores que se han percatado de las posibilidades narrativas de la iconografía católica, cuyo libro fundacional parece escrito aposta como una colección de propuestas para guión de cómic. Y la mezcla que han hecho de humor british y fantasía sobrenatural desbocada les ha salido redonda.

Crowley es la serpiente que tentó a Eva, un demonio que lleva miles de años (6000 y pico, según sabemos) viviendo de puta madre en la Tierra. Tiene un piso enorme en el centro de Londres con todo lujo de comodidades; conduce un Bentley negro de 1926 a toda hostia, y se lo pasa en grande tentando a la humanidad y captando almas para su jefe (no a la manera fáustica, sino con métodos más modernos: por ejemplo, desviando autopistas de entrada a Londres; el cabreo de la gente en los consiguientes atascos los lleva a condenarse por sí solos). Un buen día un par de demonios lo citan en un cementerio para transmitirle la orden de comenzar el proceso del Fin del Mundo, y le entregan una cesta con un bebé rubito: el Anticristo. Pero dos cosas se tuercen. Por un lado, un error hace que el Anticristo acabe con la familia equivocada, y por otro, a Crowley le da por culo desencadenar el Armaggedon y tener que volver al Infierno dejando la Tierra, donde es el puto amo. Así que le comunica sus cuitas a su enemigo/amigo Azirafel, un ángel un tanto peculiar (le regaló su espada flamígera a Eva cuando ella y Adán se marcharon del Paraíso, para que pudieran calentarse) a quien le dan pena los humanos y que tampoco es partidario de esta parte del Plan Divino. Así que urden una estrategia para frustrarlo, a sabiendas del serio riesgo que ambos corren. Por suerte para ellos —aunque no lo saben— circula por ahí un libro de profecías del siglo XVII, Las buenas y ajustadas profecías de Agnes la Chalada, una bruja que veía el futuro (aunque lo interpretaba a su manera, porque no entendía gran cosa) y que vio el Apocalipsis. El libro fue un fracaso editorial porque las profecías eran acertadas (los buenos presagios del título).

Sobre estas premisas se construye esta gran comedia. Varios elementos hacen de ella una gran historia. Para empezar el humor y la flema británicos que rezuma el libro (no os olvidéis que el Apocalipsis sucede en las afueras de Londres), los mismos que hacen de La vida de Brian una de las mejores comedias que se han filmado. Humor británico que es, como sabemos, negro y sarcástico, así que en esta novela recibe todiós. (A no perderse las notas a pie de página). La historia, una comedia de enredo compleja y divertida, con historias cruzadas y equívocos, como mandan los cánones. Y por último (y no menos importante) los personajes. Todos, empezando por los protagonistas y llegando hasta los muy secundarios, resultan divertidos y entrañables. Los autores muestran una gran habilidad para dar relieve a caracteres que a lo mejor sólo aparecen en una página. Prácticamente todos son delirantes (a mí, por ejemplo, me gustan mucho los moteros macarras que se encuentran con los Cuatro Jinetes —también ellos moteros—).

Hay muchas referencias en la novela a la cultura pop. Por ejemplo, es importante haber visto La profecía, porque el argumento discurre paralelo a la película en un buen tramo. Si no la has visto te perderás el significado de algunas escenas. También es conveniente conocer la discografía de Queen.

Es sorprendente que aún no se haya hecho una película de este libro. Hubo al parecer un proyecto frustrado de Terry Gilliam de rodarla, pero lo último que sé de ella es que se va a emitir como serial radiofónico. Desde luego, la historia tiene muchas posibilidades cinematográficas, así que no descarto que algún día la veamos en pantalla. Entretanto, animaos a leerla (los pocos que, como me ocurría a mí, quedéis sin hacerlo) porque vais a pasar un buen rato.

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