Una novela de espionaje ambientada en la Transición. A finales de 1977 el CESID (o lo que era entonces) ha infiltrado tres agentes en un grupo de izquierda radical que, descontento con la conformidad que están mostrando los partidos de izquierda mayoritarios con el sistema, ha decidido movilizar a su brazo armado. Dos personajes llevan el peso narrativo: del lado de la "inteligencia", un agente brillante pero incapaz de relacionarse socialmente o de manifestar sentimientos humanos; del "otro lado", uno de los agentes infiltrados, también muy inteligente pero de un físico y un carácter bastante peculiares.
A lo largo de 50 capítulos la historia se desarrolla saltando alternativamente de un escenario a otro. Lo que al principio parece un planteamiento claro (los malos, los buenos, el objetivo...) se va desdibujando a medida que avanza el relato. El tono de la novela también cambia: al principio, lo esperpéntico de los personajes y situaciones hace pensar en una novela un tanto humorística, algo como las novelas del detective loco de Eduardo Mendoza, pero poco a poco la narración se va haciendo más sórdida y oscura, y todo atisbo de comicidad desaparece. Al mismo tiempo, la novela tiene una metalectura en clave de crítica política —aunque sumamente superficial—, algo así como una reflexión sobre las claves por la que España, que debió liberarse de su pasado franquista y salir renovada de la transición, se convirtió, sin embargo, en la mierda que es hoy.
La novela recibió el Premio Biblioteca Breve 2012, cuyo objetivo es "descubrir o fijar nuevas voces en el panorama literario". Para mí no pasa de ser lectura de tumbona. Es entretenida y fácil de leer, pero también con pretensiones, aunque absolutamente intrascendente, y con una resolución bastante decepcionante. Según el autor, "mi objetivo era transmitir la idea de un monumento, un país aislado de todo, sin salida, algo autocontenido, desconectado de la historia". A mí no me ha transmitido nada parecido. Como novela con "recao", deja mucho que desear.
Es suma: si este verano, curioseando por las tiendas de algún paseo marítimo, te topas con ella en un expositor giratorio, puede ser una aceptable alternativa a las novelas de crímenes, pero si buscas literatura, paga la revista de sudokus y salte de la tienda.
A lo largo de 50 capítulos la historia se desarrolla saltando alternativamente de un escenario a otro. Lo que al principio parece un planteamiento claro (los malos, los buenos, el objetivo...) se va desdibujando a medida que avanza el relato. El tono de la novela también cambia: al principio, lo esperpéntico de los personajes y situaciones hace pensar en una novela un tanto humorística, algo como las novelas del detective loco de Eduardo Mendoza, pero poco a poco la narración se va haciendo más sórdida y oscura, y todo atisbo de comicidad desaparece. Al mismo tiempo, la novela tiene una metalectura en clave de crítica política —aunque sumamente superficial—, algo así como una reflexión sobre las claves por la que España, que debió liberarse de su pasado franquista y salir renovada de la transición, se convirtió, sin embargo, en la mierda que es hoy.
La novela recibió el Premio Biblioteca Breve 2012, cuyo objetivo es "descubrir o fijar nuevas voces en el panorama literario". Para mí no pasa de ser lectura de tumbona. Es entretenida y fácil de leer, pero también con pretensiones, aunque absolutamente intrascendente, y con una resolución bastante decepcionante. Según el autor, "mi objetivo era transmitir la idea de un monumento, un país aislado de todo, sin salida, algo autocontenido, desconectado de la historia". A mí no me ha transmitido nada parecido. Como novela con "recao", deja mucho que desear.
Es suma: si este verano, curioseando por las tiendas de algún paseo marítimo, te topas con ella en un expositor giratorio, puede ser una aceptable alternativa a las novelas de crímenes, pero si buscas literatura, paga la revista de sudokus y salte de la tienda.
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