Estaba el otro día felizmente reclinada en mi sofá, viendo La prueba, cuando Layla (Bridget
Moynahan) le pregunta a James Clayton (Colin Farrell) qué libro está leyendo. Él lo levanta brevemente y yo leo en la portada “Slaughterhouse Five”. Me suena... Matadero cinco está en el número 18 de la lista de las mejores obras del siglo XX, perdió el Hugo y el Nebula en 1970 frente a The Left Hand of Darkness, hicieron una peli que ganó un premio en Cannes... En fin, que la curiosidad mató al bicho. Ahí que voy.
Billy Pilgrim es un soldado americano de escasa vitalidad, fatalista y resignado a su suerte. Durante la Segunda Guerra mundial es capturado por los alemanes y encerrado en un antiguo matadero (el cinco). Ha presenciado —o presencia, o presenciará—, el bombardeo de Dresde, que acabó con unas 25.000 vidas y arrasó completamente la ciudad. La impresión que esta experiencia causó en su espíritu anti-belicista solo hace que llevar al extremo su desapego por la vida y su crítica del libre albedrío.
El relato se (des)articula como una sucesión de imágenes o situaciones sin vínculo causal, absurdas o surrealistas, por las que desfilan una buena colección de peculiares personajes, cada cual definido por una pulsión particular. Valgan como ejemplo Kilgore Trout, un fracasado autor de ciencia ficción, a quien Pilgrim admira y respeta sin medida, que se gana la vida como repartidor de diarios; Valencia Marble, la novia y más tarde mujer del protagonista, obesa militante y cuya conversación más profunda versa sobre la vajilla de su ajuar; Roland Weary, amigo y enemigo de Pilgrim en uno, quien lo salva en aras de la gloria militar pero a quien más tarde culpa de su muerte cuando esta se produce. No se salvan del absurdo los Tralfamadorianos, extraterrestres que abducen a Pilgrim y lo exponen en uno de sus zoológicos. Esta raza vive en cuatro dimensiones, experimentando a la vez pasado, presente y futuro —capacidad con la que trajinan a Pilgrim a través de su vida y su muerte—, siendo imposible para ella concebir algo como el libre albedrío. Su única acción libre consiste en escoger lo que recuerdan y, quizá en la única elección optimista de Vonnegut en toda la novela, deciden pensar solamente en los buenos momentos.
Aunque esta novela está clasificada dentro del género de la ciencia ficción, a mí me ha parecido que los inconexos e incontrolados viajes en el tiempo que el protagonista experimenta son un recurso de Vonnegut para enfatizar el precario estado mental de Pilgrim... o para inducirlo en el lector. La ficción está; de la ciencia ni rastro homeopático. Por otra parte, me parece una obra de escaso mérito literario, alineándose en mi personal archivo artístico junto con el urinario de Marcel Duchamp (la obra de arte más influyente del siglo XX, dicho sea de paso). Matadero cinco no es un clásico, en mi opinión, ya que, como otros ejercicios artístico-conceptuales, dejan de tener sentido fuera de su tiempo y de su contexto social y cultural. Se le asigna un valor que proviene de la reflexión crítica sesuda (y muy libre), no de la impresión, el gusto o la reacción que puedan causar en un lector quizá leído pero no adecuadamente "informado" de lo que en la novela debe apreciar.
Ahí que fui. And so it went.
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