En 1995 las previsiones sobre el aumento de la criminalidad en Estados Unidos eran escalofriantes. Los "expertos" hablaban de que en pocos años se convertiría en el problema más grave que iba a enfrentar el país. Clinton, en un discurso, afirmó que, de no controlar el problema, en seis años la supervivencia en las calles iba a ser la mayor precupación de un estadounidense. Y todo ello a causa de la proliferación del denominado por los medios "superdepredador", un adolescente formado en las bandas de distribución de crack, armado hasta los dientes y carente de ningún tipo de escrúpulos. Y de buenas a primeras, pese a todas las predicciones catastrofistas, el crimen empezó a remitir drásticamente y en pocos años se volvió a los niveles de violencia de varias décadas atrás. ¿Qué había ocurrido? ¿Fue el incremento de efectivos policiales y sus tecnologías mejoradas? ¿Fue una consecuencia del crecimiento económico? ¿Tal vez las medidas restrictivas en el control de armas? ¿O cambios en el mercado del crack? La sorprendente respuesta del economista Levitt, uno de los autores de este libro (el otro es un periodista del New York Times), es que la verdadera causa de la súbita caída de la violencia fue la legalización del aborto en Estados Unidos a raíz de una sentencia favorable del tribunal supremo en 1973.
Todo el libro es así. En diversos capítulos se nos cuenta cómo detectar el fraude de algunos profesores del sistema público de educación, combates amañados en los campeonatos de sumo, se nos explica por qué los traficantes de droga siguen viviendo con sus madres (en un capítulo cuyo contenido puede verse con todo lujo de detalles en la primera temporada de la serie The Wire ---¡muy, muy recomendable!), o cuáles de las cosas que los padres nos vemos impelidos a hacer por la educación de nuestros hijos son completamente irrelevantes. No hay un "tema" desarrollado en este libro, más allá de cómo encontrar patrones estadísticos que nos digan algo sobre los comportamientos y fenómenos sociales que nos rodean, y tal vez cómo influyen los incentivos en el comportamiento de las personas.
El libro me lo recomendó un amigo diciéndome que era muy divertido. Desde aquí lo puedo confirmar. Se lee, además, de un tirón (entre otras cosas, porque es bastante corto). Así que, pese a lo que pudiera parecer, se trata de una amena lectura de verano, que además, como habréis podido inferir, puede dar tema para varias tertulias gintónicas.
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