Hoy le toca el turno a uno de los grandes de la novela decimonónica. También uno de los más desconocidos en España. Porque aquí, por alguna razón que no llego a comprender, apenas se lee a los portugueses (¿podrías citar cinco novelistas portugueses, aunque no los hayas leído?). Es más, esta novela, considerada por algunos como el Quijote de la literatura portuguesa, sólo se ha traducido hace poco. La edición que yo tengo, de Pre-textos, es de 2001, y antes de eso me pasé años buscándola sin éxito. Sólo fui capaz de encontrarla (en dominio público) en portugués (y no me atreví con ella, en parte por cobardía, en parte porque no tenía e-book). Si buscáis un poco, veréis que a Eça de Queirós se le ha empezado a traducir recientemente, comenzando por sus novelas menores, lo que me hace pensar que tiene poco tirón editorial. En fin, dejemos eso.
Los Maia narra la historia de la la decadencia de la burguesía aristocrática de Lisboa a través de una familia en extinción: los Maia. La novela profesa en la corriente realista de su época, si bien se notan aún en ella retazos del romanticismo. Pero no es un realismo al estilo de Galdós, porque en esta novela no hay más que una clase social. El resto apenas si aparece reflejado en ella, y prácticamente siempre en la figura de los criados, de cuya vida apenas se nos cuenta nada. El objetivo de Eça de Queirós es hacer en esta novela una crítica despiadada de la burguesía portuguesa, a la que nos pinta como diletante, estúpida, inútil y, a la postre, responsable de todos los males del país. La religión recibe también su ración de cera, en esta como en otras novelas de Eça (notablemnte en El crimen del padre Amaro). Todo ello lo hace al modo del realismo: retratando de forma prolija y exhaustiva la vida de un puñado de burgueses, que se desarrolla alrededor del protagonista: Carlos da Maia. Asistimos por ello a tediosas cenas y soirées, sesiones de ópera, carreras de caballos, y toda la retahíla de actividades chorras en las que malgasta el tiempo la burguesía. Oímos hablar a unos y a otros de emprender grandes proyectos que nunca llegan a nada, excepción hecha de la seducción de mujeres casadas, una de las aficiones preferidas de esta gente y la más espectacular manifestación de su hipocresía (porque en el momento en que el marido cornudo descubre el pastel, toda la sociedad, que hasta ese momento se divertía con el engaño, se escandaliza de la falta de moral del seductor).
Pero la virtud de esta novela es también su lacra: hace falta moral para leer páginas y páginas de conversación banal, de escenas en que no pasa nada, tan necesarias para el exacto retrato que el autor pretende como aburridas (porque, de hecho, aburrida es la vida que se nos describe). No obstante, Eça de Queirós ha introducido un gran personaje que alivia un tanto la pesadez del relato: Ega, el íntimo amigo de Carlos da Maia. Se trata de un personaje al que le gusta escandalizar y que se opone a todo por sistema. Sostiene opiniones contrarias a todo el mundo, a veces defendiendo posturas insostenibles, pero siempre con una argumentación ingeniosa y brillante. Por eso la sociedad lo tolera, a pesar de que da cera a diestro y siniestro, a salvo bajo su máscara de escandalizador profesional. Lo que no quita que ante la menor muestra de debilidad la sociedad se ensañe con él. Es, como su amigo, un diletante, que habla constantemente de la gran novela que está escribiendo (y que, como es obvio desde el principio, jamás termina). Se manifiesta como un convencido seguidor del realismo frente al imperante gusto por la lírica romántica, cuando en realidad es uno de los personajes más románticos de la novela.
Hacia la mitad del libro aparecen elementos folletinescos que amenizan el relato y que llevan la historia a su final a través de una trama que va dando inesperados giros aquí y allá (aviso importante: no leáis nada sobre esta novela, ni el prólogo ni siquiera la contraportada; por alguna razón a todo el mundo le parece natural desvelar el desenlace de esta historia). Llamo la antención sobre el final final; la última página, quiero decir. En ella propone Eça una graciosa antítesis entre las reflexiones de sus personajes y sus acciones que da a la novela un brillante remate.
En definitiva: una gran novela que hay que leer, pero recomiendo a quien se atreva con ella que se reserve un par de semanas sin otra preocupación y que se enfrasque en su lectura. Y si alguien se ve capaz, tengo el pdf de la versión portuguesa.
Los Maia narra la historia de la la decadencia de la burguesía aristocrática de Lisboa a través de una familia en extinción: los Maia. La novela profesa en la corriente realista de su época, si bien se notan aún en ella retazos del romanticismo. Pero no es un realismo al estilo de Galdós, porque en esta novela no hay más que una clase social. El resto apenas si aparece reflejado en ella, y prácticamente siempre en la figura de los criados, de cuya vida apenas se nos cuenta nada. El objetivo de Eça de Queirós es hacer en esta novela una crítica despiadada de la burguesía portuguesa, a la que nos pinta como diletante, estúpida, inútil y, a la postre, responsable de todos los males del país. La religión recibe también su ración de cera, en esta como en otras novelas de Eça (notablemnte en El crimen del padre Amaro). Todo ello lo hace al modo del realismo: retratando de forma prolija y exhaustiva la vida de un puñado de burgueses, que se desarrolla alrededor del protagonista: Carlos da Maia. Asistimos por ello a tediosas cenas y soirées, sesiones de ópera, carreras de caballos, y toda la retahíla de actividades chorras en las que malgasta el tiempo la burguesía. Oímos hablar a unos y a otros de emprender grandes proyectos que nunca llegan a nada, excepción hecha de la seducción de mujeres casadas, una de las aficiones preferidas de esta gente y la más espectacular manifestación de su hipocresía (porque en el momento en que el marido cornudo descubre el pastel, toda la sociedad, que hasta ese momento se divertía con el engaño, se escandaliza de la falta de moral del seductor).
Pero la virtud de esta novela es también su lacra: hace falta moral para leer páginas y páginas de conversación banal, de escenas en que no pasa nada, tan necesarias para el exacto retrato que el autor pretende como aburridas (porque, de hecho, aburrida es la vida que se nos describe). No obstante, Eça de Queirós ha introducido un gran personaje que alivia un tanto la pesadez del relato: Ega, el íntimo amigo de Carlos da Maia. Se trata de un personaje al que le gusta escandalizar y que se opone a todo por sistema. Sostiene opiniones contrarias a todo el mundo, a veces defendiendo posturas insostenibles, pero siempre con una argumentación ingeniosa y brillante. Por eso la sociedad lo tolera, a pesar de que da cera a diestro y siniestro, a salvo bajo su máscara de escandalizador profesional. Lo que no quita que ante la menor muestra de debilidad la sociedad se ensañe con él. Es, como su amigo, un diletante, que habla constantemente de la gran novela que está escribiendo (y que, como es obvio desde el principio, jamás termina). Se manifiesta como un convencido seguidor del realismo frente al imperante gusto por la lírica romántica, cuando en realidad es uno de los personajes más románticos de la novela.
Hacia la mitad del libro aparecen elementos folletinescos que amenizan el relato y que llevan la historia a su final a través de una trama que va dando inesperados giros aquí y allá (aviso importante: no leáis nada sobre esta novela, ni el prólogo ni siquiera la contraportada; por alguna razón a todo el mundo le parece natural desvelar el desenlace de esta historia). Llamo la antención sobre el final final; la última página, quiero decir. En ella propone Eça una graciosa antítesis entre las reflexiones de sus personajes y sus acciones que da a la novela un brillante remate.
En definitiva: una gran novela que hay que leer, pero recomiendo a quien se atreva con ella que se reserve un par de semanas sin otra preocupación y que se enfrasque en su lectura. Y si alguien se ve capaz, tengo el pdf de la versión portuguesa.
Marchando ese pdf en portugués, si es tan amable. Obrigado.
ResponderEliminar