lunes, 4 de marzo de 2013

Espía de Dios, de Juan Gómez-Jurado


Este libro fue uno de los primeros que tuve en versión para kindle y cuando lo leí hace unos años me gustó bastante. Hace poco, estando en un congreso en Palma de Mallorca, mi hija se quedó dormida en el acuario y lo único que tenía a mano es un reproductor mp3 que tenía una versión txt de este libro así que lo volví a leer.

La historia va de la elección de Papa sucesor de Juan Pablo II y está salpicada por los escándalos de entonces (muy parecidos a los de ahora): los abusos a niños por parte de la curia. Su sinopsis en amazon es suficiente para llevarnos una idea.
Roma, 2 de abril de 2005. El Papa Juan Pablo II acaba de morir y la plaza de San Pedro se llena de fieles dispuestos a darle el último adiós. Al mismo tiempo, se inician los preparativos para el cónclave del que ha de salir el nombre del nuevo Sumo Pontífice. Justo entonces dos cardenales aparecen asesinados siguiendo un macabro ritual que incluye la mutilación de miembros y mensajes escritos con simbología religiosa. Un asesino en serie anda suelto por las calles de Roma, y la encargada de perseguirlo será la inspectora y psiquiatra criminalista Paola Dicanti. A la cruel astucia del psicópata se unen las trabas que los servicios de seguridad del Vaticano ponen a la investigación: oficialmente las muertes de los cardenales no están ocurriendo y el cónclave debe celebrarse a toda costa. La aparición del padre Fowler, un ex militar norteamericano, supondrá un nuevo desafío para Dicanti, reacia a confiar en el misterioso sacerdote. Pero Fowler conoce el nombre del asesino y guarda un secreto aún más temible: su propio pasado.
El libro se lee muy bien, de lectura fácil como todo best-seller, los personajes no están mal, y el argumento fue bastante polémico en su día, sobre todo en España (es que somos así de católicos) pues tiene una durísima crítica a la Iglesia Católica. El libro tiene una segunda parte, Contrato con Dios, que es bastante peor que esta (y que ya reseñé en este blog). Para una tarde de trenes no está mal, pero sin muchas más pretensiones.   

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