Decidido a rebajar la altura intelectual de este blog, vuelvo con un cómic. Y ojo, que lo de la altura intelectual no es porque sea un cómic (ya vendré con otros más sesudos), sino por el contenido del mismo.
Predicador es la historia de Jesse Custer, un americano que ejerce como, eh, predicador de un pequeño pueblo del gran estado de Texas. Y está hasta las narices de la hipocresía de su congregación. Un buen día una entidad conocida como Génesis (el fruto de la cópula entre un ángel y un demonio) entra en su cabeza y se monta la de San Quintín. Los ángeles del Cielo persiguen a Custer para recuperar a Génesis (al que tenían encerrado), y en estas Custer aprende que Dios ha abandonado su trono, dejando al mundo sin su Creador. Jesse, que es predicador pero en el fondo quería ser vaquero, se agarra los machos y decide ir en busca de Dios para cantarle las cuarenta y hacer que tome responsabilidad de su Creación, de nuevo.
Así contada la historia no parece que prometa mucho. Y es verdad, porque lo que es la historia importa bien poco. Si esperáis que este cómic profundice en las complejidades del sentimiento religioso y la fe, lo lleváis claro. Garth Ennis (el guionista y creador) es algo así como el Tarantino de los cómics, así que tenemos violencia gratuita, personajes absurdos, conversaciones largas y banales, más violencia gratuita, irreverencia...
Quizás lo más destacable de Predicador (además de la violencia) son sus personajes secundarios. Tenemos a Tulip, el gran amor de Jesse, una mujer de armas tomar (literalmente), y a Cassidy, un vampiro irlandés de principios de siglo XX con el que Jesse hace muy buenas migas y se va de borrachera durante media serie. Ellos acompañan a Custer en su búsqueda del Creador, y son los tres personajes más desarrollados y complejos de la historia. O quizás sería más realista decir que son los únicos personajes que no son caricaturas (aunque a veces también lo son). Así que más que ellos, lo destacable son el resto de personajes recurrentes, caricaturas ridículas y tremendamente divertidas: tenemos a Caraculo, un buenazo que se destrozó la cara intentando imitar el suicidio de Kurt Cobain; a Herr Starr, despiadado jefe del Grial, una organización que protege a los descendientes de Cristo desde hace 2000 años (atención al último descendiente, retrasado mental), y que sufre todo tipo de mutilaciones ridículas a lo largo de la serie; el Santo de los Asesinos, un vaquero del siglo XIX que encarna al Ángel de la Muerte; al propio Dios, ridículo, sádico e hipócrita; a John Wayne, el amigo imaginario de Jesse... Y luego multitud de villanos esperpénticos que van apareciendo a lo largo de la serie, casi todos con algún tipo de comportamiento sexual extraño (no es broma, no se me ocurren personajes “normales” en esta categoría). O los ángeles que acaban montando un casino y enterrándose en montañas de coca. Y podría seguir, porque la lista es larga.
Predicador se lee como una oda (no acabo de entender si irónica o no: Ennis es de Belfast, así que podrían ser ambas) a América, a esa América disparatada, de circo, que parece de mentira cuando hablan de ella en las noticias. A la América de las películas del Oeste, a esa que habla del “sueño americano” sin pestañear cuando todos saben que es una gran mentira.
En el apartado artístico, la serie está dibujada en su totalidad por Steve Dillon, co-creador de la misma, y a mí particularmente me gusta mucho su estilo. Aunque nada espectacular, sus personajes son expresivos y bien definidos, los diseños son muy acertados (y, en el caso de los personajes más extravagantes, tremendamente divertidos), y la acción lleva un buen ritmo. Además, se agradece que no haya cambios de ilustrador en toda la serie, y que se mantengan una consistencia artística.
Decía Jose en una reseña reciente que aquel libro no era apto para lectura de playa. Predicador es apto para lectura de playa y de donde sea: aunque tiene su parte dramática (principalmente en referencia a la turbulenta relación entre Jesse, Tulip y Cassidy, y al pasado de Jesse), esta se ahoga ante el esperpento de las tramas secundarias, que me han hecho reír estos días del ridículo que alcanzan. Si no tienes reparos con cantidades exageradas (MUY exageradas) de violencia, gente realizando prácticas sexuales extrañas (normalmente presentadas de manera tan ridícula que causan risa en vez de aprensión), vaqueros haciendo el americano como solo ellos saben, y mucha irreverencia religiosa, creo que te gustará este cómic.
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