Samanta Schweblin es una escritora argentina. Escribe cuentos, y este libro es una recopilación de algunos de ellos. Supe de él por Un libro al día, donde lo calificaban como “muy recomendable”. Así que lo saqué de la biblioteca.
El libro es muy corto: unas 200 páginas, y contiene 18 relatos. En general, son relatos muy cortos. Y raros también. Con un estilo totalmente realista, con una narración casi cinematográfica, los relatos nos cuentan historias desconcertantes, imposibles, surrealistas. Algunos tienen un simbolismo muy claro; otros, en cambio, te dejan perplejo. En ninguno de ellos se resuelve nada. El tono siempre es oscuro, inquietante.
A Samanta Schweblin se la ha comparado con Borges, Cortázar y Kafka, y ciertamente tiene algo de los tres. De Borges —sobre todo del último Borges—, el lenguaje sencillo, las frases cortas, el estilo destilado —donde no falta ni sobra una palabra—; de Cortázar, la narración indirecta, por elipsis o por referencias; de Kafka, el realismo de lo imposible; de los tres, la ausencia de frontera entre realidad y ficción.
Sus relatos te enganchan desde la primera frase, los lees con avidez intentando dar sentido a lo que cuentan y te estrellas contra el punto final sintiendo que lo importante se te ha escapado. Cuanto más los relees, más confundido quedas. Pero de algún modo, al pensar en ellos, notas que algo te han transmitido, aunque por las tripas, no por el cerebro. No sentía esa sensación desde que descubrí los koanes zen en Gödel, Escher, Bach.
Muy buenos.
Sus relatos te enganchan desde la primera frase, los lees con avidez intentando dar sentido a lo que cuentan y te estrellas contra el punto final sintiendo que lo importante se te ha escapado. Cuanto más los relees, más confundido quedas. Pero de algún modo, al pensar en ellos, notas que algo te han transmitido, aunque por las tripas, no por el cerebro. No sentía esa sensación desde que descubrí los koanes zen en Gödel, Escher, Bach.
Muy buenos.
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